Entre los recuerdos de mi infancia, el de mi tío, ganadero y carnicero en un pueblecito de montaña, con el pequeño rebaño de corderos que iban a matar y vender durante ese mes en la carnicería. Era casi cómico cómo los corderos intentaban abrirle el zurrón para comer el pan de su almuerzo. Él los conocía uno a uno, se diría que vivía para ellos, y ellos también lo conocían. Pero al final siempre terminaban en el matadero. Y entre los recuerdos más recientes, los de mi vida en Túnez, el de los chiquillos que se paseaban orgullosos con el cordero que su padre había comprado para el Eid al-Adha (Fiesta del Sacrificio). Los chiquillos le daban paja, lo acariciaban, se encariñaban con su cordero… Pero al final, llegado el día, asistían en primera fila a su degollación. ¿Qué sentía mi tío durante la matanza de sus queridos corderos? ¿Y el niño tunecino que observaba, los ojos bien abiertos, cada detalle de la ceremonia? ¿No les daba pena? ¿O tal vez la fiesta les inculcaba que la muerte forma parte de la vida, también la de los seres que uno aprecia y hasta quiere?
Eid al-Adha, conocida a menudo como Eid al-Kebir (“La Fiesta Grande”), tiene lugar setenta días después de Eid al-Fitr (Fiesta de la Ruptura del ayuno, o Eid al-Saghir “La Fiesta Pequeña”) que clausura el mes de Ramadán. Así que este año se celebrará el 11 de agosto. Y ha venido a mi memoria una noticia de la agencia turca Anadolu que leí hace mucho tiempo: “El ladum senegalés, un cordero exento del sacrificio”. Y otra de Senenews (agencia de noticias senegalesa) que archivé el año pasado: “Descubriendo las diferentes razas de cordero para la Tabaski 2018”.
Tabaski, así es cómo los senegaleses y otros pueblos de África Occidental llaman a la Eid al-Adha. El término proviene del amazigh (berebere) “tafaska”, literalmente “Festival”. Probablemente lo popularizaron los miembros de la Tijaniyya, cofradía sufí de origen argelino pero muy presente en Senegal. Y Tabaski se celebra con alegría y con opulencia, especialmente cuando en los ambientes rurales coincide con el final de las cosechas y la venta de los productos agrícolas. De ahí el artículo de Senenews al acercarse “Tabaski 2018” sobre los diferentes corderos a la venta y sus respectivos precios. Un cordero de raza “peul-peul”, el más pequeño de tamaño y el más abundante en el país, se vendía por unos CFA110.000 (€167). Un “toubabir”, que se alimenta con paja y maíz, costaba CFA250.000 (€381). El cordero “azawat” venía a salir por unos CFA300.000 (€458). El más caro de todos, el “ladum”, con un precio mínimo de CFA600.000 (€915) y un coste de mantenimiento de unos CFA3000 (€4,57) diarios, raras eran las personas que lo compraban para sacrificarlo. De hecho hace ya tiempo que el ladum se ha convertido en una mascota de las clases acomodadas, expresión de riqueza y opulencia. Y por eso la noticia transmitida por la agencia Anadolu, “El ladum senegalés, un cordero exento del sacrificio”.
Se trata de una raza proveniente del cruce entre azawat y toubabir, esta última originaria de Mauritania. “Llaman la atención su elegancia y la harmonía de sus formas”, explicaba a Anadolu un enamorado de los ladum. “La cabeza curva con una bella testuz, una papada delicada, una cola de unos 60cm, pudiendo alcanzar en su cruz una altura de 1’10m el macho y 1m la hembra.” Según RFI-Africa, “Largura, altura, anchura del tórax, todo impresiona en el ladum, el más preciado del mercado, por el que se han llegado a pagar hasta un millón de francos CFA. Son tan populares que algunos de estos animales tienen hasta una página en Facebook. Políticos, deportistas, empresarios… todos quieren poseer un ladum”. Y al convertirse en mascota, ha generado un gran negocio.
“Si tuviera 100.000 dólares, me los gastaría comprando ovejas”, confesaba la semana pasada un comerciante de ganado, Abib Seck, a un periodista del The Economist. Los ladum son demasiado valiosos como para sacrificarlos en Tabaski. Y los precios se han disparado en estos últimos meses. En 2016 Abib Seck compró tres ovejas por las que pagó 8.500 dólares. Tres años más tarde, una de sus crías, un enorme carnero de nombre Cronus, tiene un precio estimativo de 70.000 dólares. Exorbitado si se piensa que en Senegal el PIB por habitante supera apenas los 1000 dólares (datos de 2017). Pero los amantes de los ladum, y en especial los negociantes, piensan que vale la pena. El precio de los corderos pequeños oscila entre 2.500-5.000 dólares. Abib Seck tiene unos cuarenta y vende de vez en cuando. También “alquila” sus carneros a quienes quieren mejorar las otras razas locales. Da trabajo a dos operarios. Y ya está pensando en construir un nuevo corral.
Dada la pujanza del negocio, los ladrones constituyen la mayor preocupación de los ganaderos, explica uno de ellos, Mamadou Tooré. “Entraron el otro día en casa de un amigo y le robaron seis ovejas por un valor de 85.000 dólares”. Muchos se preguntan cuánto tiempo durarán esos precios tan altos… o hasta dónde puede llegar la moda del ladum de las clases acomodadas.
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
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