En el recorrido de Lira a Kitgum, en el Norte de Uganda, se pueden contar en el camino hasta cuatro cruces blancas. Cada una de ellas recuerda a un misionero que ha perdido la vida en ese paraje debido a circunstancias violentas (y en algún caso hasta hoy no aclaradas). Cada vez que paso por esos lugares me paro a pensar los móviles que llevaron a estas personas a desafiar un claro peligro y llegar a exponerse a la posibilidad más cierta que remota de terminar en manos de personas que les odiaron hasta el punto de exterminarlos.
En nuestra Iglesia, con tantas diatribas presentes sobre el liberalismo y el conservadurismo, entre la caverna y la progresía… todas las discusiones son a nivel teórico. En cambio, aquellos que han terminado dando su vida son los que nos muestran que más allá de la ortodoxia está la ortopraxis… y lo hicieron sabiendo estar a la altura de Aquel que un día dijo «no hay amor más grande que dar la vida por sus amigos.» Esas cruces solitarias me recuerdan que lo importante es el amor y la entrega generosa. Sin duda, no fueron héroes… fueron simplemente personas consecuentes con la pasión que sentían y hasta cierto punto temerarias, lo mismo de temeraria que puede ser una madre que hará lo imposible por no dejar solo a su hijo desvalido.
El domingo 21 de octubre se celebró en España el Domund, el domingo de las misiones. Este vídeo hecho recientemente es un homenaje a todos aquellos que, dispersos por los rincones más diversos del mundo, llevan a cabo una labor callada y desinteresada de servicio a la humanidad. Viendo testimonios así, sobran las palabras.
Original en : En Clave de África