Ernest Owusu quiere ensuciarse las manos. «No tengo nada en qué trabajar», se queja el mecánico ghanés, mirando a su garaje que está lleno de coches y furgonetas oxidadas .
Si tuviera dinero, comenta, lo gastaría en tratar de ir a Libia, y desde allí trataría de llegar a Europa a buscar una nueva vida.
Owusu, que vive en Dormaa-Ahenkro, en la región de Brong-Ahafo, en Ghana, no toma en cuenta el aclamado discurso que dio el presidente del país, Nana Akufo-Addo, en diciembre del año pasado.
El presidente de Ghana le dijo a su homólogo francés, Emmanuel Macron, de visita en el país, que quería librar a los ghaneses de una mentalidad dependiente de la ayuda y la caridad del extranjero.
En cambio, aprovechar la capacidad de recuperación y el ingenio de quienes realizan el peligroso viaje por el desierto del Sahara para ayudar a construir un país para el futuro.
Owusu, de 38 años, es una de esas personas. Pero el hecho de que quiera volver a Libia es una indicación de que él y muchos otros sienten que hay muy pocas opciones en casa.
Dormaa-Ahenkro, cerca de la frontera con Costa de Marfil y a unos 450 kilómetros por carretera de la capital, Accra, es un hervidero de migración irregular, que viaja sin documentos adecuados, como un pasaporte y una visa.
Owusu, que tiene tres hijos, pasó 20 años trabajando como albañil en Libia hasta que fue deportado en 2011 cuando la policía interceptó el barco en el que viajaba en un intento por llegar a Italia.
Crecimiento desigual
Se espera que la economía de Ghana crezca un 8,3 % este año, la más rápida del mundo. Pero el desempleo sigue siendo un problema importante.
Hace dos años, el Banco Mundial dijo que casi la mitad (48% de las personas de entre 15 y 24 años estaban desempleadas.
El gobierno está tratando de lograr que 100.000 graduados universitarios trabajen, pero Owusu nunca terminó la escuela y no cree que haya oportunidades para gente como él.
«Es una mentira», afirma sobre el crecimiento económico. «No se puede venir y decir que estamos bien. Mira mis manos, no trabajan, no hay coches para arreglar».
Cultivando tomates en el camino, Kwame Amadu Haruna otro retornado de Libia
Kwame Amadu Haruna, de 43 años, se encuentra en su granja avícola en Ghana, que está cerrada y, a pesar de su fracaso, dice que nunca volverá a Libia donde fue maltratado y advierte a la gente que no emigre allí.
También trabajó como albañil y está luchando para llegar a fin de mes en Ghana. Trató de establecer una granja avícola, pero se quedó sin dinero. La estructura está construida pero no hay aves adentro.
Un amigo lo llama todos los días para tratar de convencerlo de que regrese a Libia. A diferencia de Owusu, él ha prometido no volver nunca más después de que le hayan apuntado con un arma y le hayan retenido sus salarios.
Haruna, trata de decirle a la gente que no vaya. Aquellos con los que habla desconocen las duras realidades del viaje y las condiciones a menudo esclavizantes que esperan.
Nos dice que ha oído hablar de los planes de Akufo-Addo y que es optimista para el futuro. Pero él también piensa que nada evitará el éxodo si no hay trabajos.
“Las discusiones sobre traer empleos a las provincias de Ghana son solo palabras todavía no hemos visto nada», agregó.
Detener la marea
Se han intensificado los esfuerzos coordinados para detener el flujo de migración irregular. Esto ocurre también en otras partes de África occidental, en particular en Nigeria.
El 15 de mayo, 148 ghaneses fueron traídos voluntariamente desde Libia, lo que eleva el número total de repatriados desde julio del año pasado a 706.
En marzo de 2018, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) identificó a 62.422 ghaneses en Libia, la quinta población más grande de las 38 nacionalidades en el país norteafricano.
La Unión Europea ha financiado la construcción del Centro de Información para Migrantes en Sunyani, la capital de la región de Brong-Ahafo, administrada por el Servicio de Inmigración de Ghana, (GIS en sus siglas en inglés).
El superintendente jefe del GIS James Hayford Boadi y su equipo educan a las comunidades locales sobre los riesgos y realidades de la migración irregular, y en su lugar buscan promover la migración regular.
En 2012 casi la mitad de los retornados de Libia provenían de Brong-Ahafo, que escapaban del levantamiento de 2011 tras la caída del líder libio Gadafi. Brong-Ahafo, es una región que da altos números de emigración irregular.
Sin embargo, Boadi declara que la migración irregular es «endémica» y personas como Albert Oppong, de 30 años, que se graduó de la universidad en 2013, sostienen que es un riesgo por el que vale la pena morir.
Oppong ha perdido la cuenta de la cantidad de trabajos que ha solicitado. Muchos de sus amigos y compañeros de escuela han muerto tratando de llegar a Libia y más allá. Su hermano mayor fue asesinado allí en 2016.
Una cosa los unió: la pobreza. «Nunca se ve a los hijos de la gente rica irse a esos lugares. Se trata de encontrar trabajo», afirma.
También se mostró escéptico sobre la posibilidad de hablar sobre un futuro mejor en Ghana, acusando a los políticos de hacer promesas pero no cumplirlas.
«Si sabes que eres de origen pobre, sabes que solo puedes tener un cambio allí (en el extranjero) y ayudar a tu familia si no mueres».
Él cree que será uno de los afortunados y sobrevivirá al viaje: «Todo es determinación y perseverancia. Si las tengo puedo llegar allí».
Fuente: Modern Ghana
[Fundación Sur]
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