Los dos perezosos, traducido por María Puncel

4/01/2011 | Cuentos y relatos africanos

Cierto día, dos perezosos, se encontraron en un sendero.

-¿A dónde vas? -preguntó el primero; porque quería averiguar si de verdad valía la pena que uno de ellos se saliera del sendero para dejar paso al otro.

-A ningún sitio -respondió el segundo-, ¿y tú?

-A ningún sitio -le contestó su hermano en pereza.

¿Entonces, merecía la pena que cada uno se quedara donde estaba, sin poder moverse?

-Puesto que los dos vamos a ninguna parte…¿qué te parecería que fuéramos juntos?

-¡Esa es una buena idea! -dijo el primero-, pero ¿cómo podemos ponernos de acuerdo para ir juntos a ningún sitio?

Entonces, el segundo para poner las cosas en claro preguntó:

-¿Qué ibas a hacer en ningún sitio?

-Lo de siempre.

-¿Y qué es lo de siempre?

-Nada de nada, ¿y tú? – preguntó con la esperanza de que su interlocutor fuera a hacer alguna cosa.

Pero el otro tuvo que confesar, que por más esfuerzos que hacía
no conseguía acordarse de lo que iba a hacer en ninguna parte.

-No importa; oye, ¿cómo te llamas? -preguntó el primero.

-Bule, que quiere decir: Nada de nada.

-¡Anda, qué divertido! Yo me llamo Pamba, que también quiere decir nada; es como si yo fuera tu reflejo en un espejo.

-¿De verdad…? Y como si fuéramos más que hermanos…Si uniésemos nuestros esfuerzos para nuestra empresa de no ir a ninguna parte, cada uno sólo tedría que hacer la mitad del trabajo, ¿no?.

-No lo había pensado todavía; pero como te toca ahora hablar a ti…

-Entonces, ¿qué…?

-Pues que me parece que después de haber tomado esta mañana tan importante decisión, creo urgente que nos tomemos un ratito de descanso.

-¡Eso es hablar sensatamente! -aprobó el otro-. Sentémosnos aquí, al borde del sendero.

En cuanto se hubieron sentado, espalda contra espalda, para sostenerse mutuamente, se quedaron dormidos ambos dos, con un sueño tranquilo y profundo.

+ * * *

Una serpiente pitón, que los oyó roncar, se inquietó, se enderezó desenrollando sus múltiples anillos, alzó su cabeza vigilante por encima de los matorrales y vio a los dos perezosos. Juzgando que el más gordito le convenía más, se lo tragó.

¿Pensáis que alguno de los dos se dio cuenta de lo que estaba pasando?

Pues, no. El que quedaba se cayó de espaldas sobre la hierba y siguió roncando a más y mejor.

El otro…roncaba dentro de la pitón.

Pero comer sin beber, es algo que una pitón de la selva no hace. Así que la pitón se deslizó hasta el borde del río.

Desgraciadamente para ella, había allí uno de esos viejos cocodrilos de ojo avispado, que se dejaba mecer por los remolinos como si fuera un tronco.

Maniobró tanto y tan bien, que un remolino vino a depositarlo a dos dedos de la pitón; y allí, sin perder ni un segundo, con una violenta sacudida de su musculosa cola erizada de escamas, descabezó limpamente a la pitón con la misma precisión con que se le hubiera podido cortar la cabeza con un sable.

Como la pitón ya no tenía cabeza, el cocodrilo se la tragó sin
encontrar ninguna traba.

Sí, pero un leopardo de agua que había visto a la pitón tragarse al perezoso y al cocodrilo tragarse a la pitón, se lanzó, a su vez sobre el cocodrilo y, sin ningún remilgo, que para eso era un leopardo de agua, se tragó al cocodrilo.

Y me diréis:

-¿Y qué es un leopardo de agua?

-Y os contestaré: ¡y yo qué sé! Preguntádselo a las gentes Uélé.

Ellos los cazan todos días en los rápidos del río, para hacer sus tam-tams con sus pieles. Es más, yo diría que para un cazador de este país no hay mayor hazaña que matar a un leopardo de agua.

Y fue justamente así como encontró la muerte el nuestro. La bala le entró por el ojo derecho y le salió por la oreja. El monstruo cayó sobre una roca que sobresalía del agua y quedó inerte…

Y cuál no fue la sorpresa del cazador, cuando al descuartizar al leopardo de agua se vio poseedor de un soberbio cocodrilo y al descuartizar al cocodrilo, decubrió a la pitón, ¡lo que fue bastante peor!
Todo el poblado acudió y nadie podía creer lo que veían sus propios ojos.

Descuartizaron a la pitón y fue entonces cuando el perezoso se despertó.

-¿Dónde está mi amigo? -dijo bostezando y abriendo una boca tan grande como la abertura de una barrica de guardar grano.

-¿Tu amigo? -Naturalmente nadie pudo responderle, pero él reconoció el río y, aprovechándose de la sorpresa de todos, se acercó a su amigo.
Y era ya hora de que llegase. Su amigo dormía con un sueño tan pesado que aunque hubieran abatido árboles, arrancado arbustos, cortado matorrales, y segado las altas hierbas a su alrededor, él no lo hubiera advertido.

E iban a incendiarlo todo y a quemarle también a él, cuando llegó el hombre de la pitón.

-¡Y menos mal que yo no me he dormido, ya puedes agradecérmelo-
dijo muy serio.

-¡Que yo me he dormido! -replicó el otro frotándose los ojos-

pero si he estado todo el tiempo despierto vigilándote con un ojo mientras dormía con el otro.

Se levantaron y, después de aquella corta siesta, se pusieron de acuerdo para ir juntos a ninguna parte y seguir sin hacer nada.

¿Os reís? ¿Creéis que estoy de broma?

Pues, bueno…sí; tenéis razón, estoy de broma, y no hay nada malo en bromear a veces cuando se encuentra uno, por ejemplo, con este tipo de vergozosa pereza.

¿Sabéis lo que dice el proverbio?

Pues dice que el que trajina al sol, cena a la sombra y yo añadiré para los perezosos: no os durmáis a la hora de trabajar; porque no está dicho que la pitón que os trague, se comportará con vosotros como la de este cuento.

(tomado del libro «Ce que content les Noirs», pág. 59)

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