Dzaleka es el único campo de refugiados de Malawi. En 2007 el otro campamento, Luwani, al norte del país fue cerrado por el gobierno. A poco más de 50 minutos de la capital, Lilongwe, Dzaleka acoge a casi 18.000 refugiados en una planicie de albero que se embarra con la temporada de lluvias.
Este campamento es uno de los menores en presupuestos del África austral y sirve de parada para continuar hacia Sudáfrica. Sin embargo, es el hogar permanente de muchos que no cuentan con ningún futuro más allá del día siguiente. Las horas pasan, lentamente, y la rutina ahoga a unos refugiados que lo perdieron todo y se sobreponen como pueden.
He visitado el campamento de refugiados de Dzaleka en tres ocasiones para conocer distintas historias. Las quejas, los problemas y el mal funcionamiento del campo o las dificultades de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) u otras organizaciones como el Servicio Jesuita al Refugiado (JRS) apenas eran un contexto sobre el que construir y entender la realidad diaria de los refugiados. Me senté con los protagonistas a hablar de su pasado, del inaguantable presente y del descartado futuro. Así conocí a Celestin Kibakuli Basilwango y sus dos hijos. También conocí a Patron Mushamuka y a Kalis Kalombo, así como al matrimonio Bahat y a Byamungu R. Joseph. Todos tienen en común ese campamento al que fueron a parar huyendo de un conflicto, de una guerra o una persecución. A todos ellos les doy las gracias pero sobre todo agradezco a Tresor Nzengu Mpauni quien me acompañó e hizo de traductor.
En Planeta Futuro se puede echar un vistazo a Dzaleka y conocer un poco más de las circunstancias que se viven en el campo de refugiados en el reportaje Cuando se pierde hasta la incertidumbre. El texto va acompañado de una fotogalería que humildemente compuse y que puede verse aquí
Original en : Caminos Esterechos