Miguel Ángel Pérez Sánchez es un sacerdote diocesano de Barcelona que ha pasado más de diez años de su vida en la misión de Makary-Blangoua, Camerún, donde estuvieron destinados otros sacerdotes misioneros de Barcelona. Tras poner en marcha iglesias, colegios, dispensarios, pozos… los misioneros dieron el testigo al clero local de Yagoua, que es como se llama la diócesis donde está enclavada Makary-Blangoua. Aún así, no se olvidaron de su misión y crearon la ONG Makary-Blangoua, de la que Miguel Ángel es presidente. Recordando el Apocalipsis habla en este escrito de lo que está pasando en el norte de Camerún:
“Los cuatro jinetes del Apocalipsis evocan tiempos de guerra, destrucción, hambre, epidemias… incluso la muerte.
Ahora estos cuatro jinetes cabalgan libres y omnipresentes por todo el Extremo Norte del Camerún y, especialmente, por nuestra región de Makary – Blangoua.
El primer jinete ha sido el de la GUERRA, guiado por el grupo fundamentalista Boko-haram, con el objetivo de construir un estado islámico en el norte de Nigeria destruyendo todo lo que pueden, especialmente iglesias y escuelas. Las guerras acostumbran a aniquilar las fronteras y esta no es una excepción; ya se registran varios combates entre el ejército camerunés y el ejército fundamentalista. Más de cinco mil soldados contra un grupo numeroso de terroristas, nadie se atreve a decir una cifra exacta, pero son muchos. Tienen a su disposición artillería, camiones, todo tipo de armas y una gran cantidad de dinero.
La guerra ha traído a otro jinete, el HAMBRE. La OMS ya ha alertado del alto riesgo de malnutrición, sobre todo infantil. Las consecuencias del conflicto merman los ingresos del comercio, los precios de los alimentos se han disparado y las cosechas, ya de por sí escasas, sufren inundaciones. La guerra ha traído miles de refugiados que huyen de la represión, malviven en los improvisados campos de refugiados donde falta de todo: agua, comida y esperanza.
Con estos dos jinetes, el tercero cabalga solo. Aquí adopta un nombre propio, el CÓLERA. Junto con el paludismo son enfermedades crónicas, pero el cólera se ha disparado. Es una epidemia difícil de parar, le basta con agua sucia, falta de higiene y grandes núcleos de personas. Y ahora hay mucha agua. Ha llovido mucho, demasiado. Los caminos están intransitables, campos inundados, sin medicamentos la epidemia está desbocada. En pocas horas podemos pasar del contagio a la muerte y, mientras tanto, el paludismo, eterno compañero de viaje, no da tregua.
Con este panorama, el cuarto jinete se invita solo. La MUERTE. ¿Cuántos hasta ahora? ¿Quién los puede contar? Los asesinados por Boko-haram, las víctimas inocentes colaterales de los bombardeos aéreos de la aviación nigeriana, los enfermos sin curación, los desnutridos, los sospechosos de ser o de ayudar a los terroristas, los que pasaban por un lugar inapropiado a una hora inadecuada…
Fuente OMP Fundación Sur
