Pocas veces un evento global ha atraído tanto pesimismo por adelantado como el mundial de fútbol de Suráfrica. Los escépticos, finalmente, ahora deben comerse sus palabras.
En los seis años desde que Suráfrica fue elegida como sede para acoger el primer torneo del continente, los organizadores han tenido que soportar una oleada de informes negativos y un montón de dudas en el propio país.
Se han producido persistentes sugerencias que hablaban de un “Plan B” de la FIFA para cambiar el espectáculo de fútbol a Australia, por las dudas sobre la capacidad de África para semejante gran esfuerzo logístico.
Otros informes decían que los estadios no iban a estar a tiempo, q ue los fans y los jugadores serían víctimas de los aterradores altos índices de crímenes violentos de Suráfrica, que las infraestructuras estarían incompletas y que los transportes serían un desastre.
Con excepción de un embarazoso problema en el aeropuerto de Durban, en el que la desorganización evitó que cientos de enfadados fans pudieran aterrizar para ver a tiempo la semifinal entre Alemania y España, el país ha desafiado todas estas preocupaciones.
El crimen, la preocupación más grande, que tuvo el impacto de reducir las visitas de extranjeros, prácticamente ha sido no existente. Así que no es sorpresa que ahora Suráfrica esté disfrutando de un ambiente de satisfacción y autoconfianza sin precedentes.
“En el rincón hasta que se pase el enfurruñamiento”
El organizador jefe surafricano hizo una broma con estos pesimistas a los que mandó, como a niños, al rincón, por estar enfurruñados, hasta que se les pasara. “Son una pequeña minoría. Sencillamente les dejaremos en el rincón hasta que se les pase”.
El presidente Jacob zuma dijo que el mundial “había sido un gran éxito y dejará un legado duradero en nuestro país”.
El organizador cree que el torneo ha sido el acontecimiento nacional más importante desde el final del apartheid, en 1994. “Fue un momento de unidad especial”.
No hay duda de que ha unido a la gente en un país todavía plagado de divisiones raciales, como han demostrado una serie de oyentes de las emisoras de radio que han llamado extasiados. “Nunca he experimentado nada como este exhuberante gozo multiracial en mi vida. Incluso la investidura de Nelson Madela en 1994, se queda corta ante esta ocasión”, decía una carta al director del periódico Star.
También ha dejado en Suráfrica una herencia de carreteras, y grandes infraestructuras, especialmente en el sector del transporte hacia ciudades aisladas por el apartheid, que probablemente no hubieran sido construidas en décadas, si no hubiera sido por el mundial.
Otro gran impacto es el cambio de la imagen de África, que probablemente tendrá una influencia importante en cuanto a inversiones y turismo.
“El impacto a largo plazo es muy importante no sólo para Suráfrica, sino incluso más aún para el resto de África”, asegura Frans Cronje, director del Instituto Africano para las Relaciones Raciales. “Con cientos de millones de personas con la mirada puesta en Suráfrica, en las partes buenas, los estadios, la infraestructura del fútbol, han visto que esto no es sólo una jungla que hay ahí, sino que esta gente tiene carreteras, autopistas y electricidad”.
Anne Fruhauf, una analista africana que trabaja en Eurasia, se muestra de acuerdo: “La buena gestión del mundial debería mejorar la imagen global de África. Un mundial bien organizado también ayudará a las inversiones para el resto del continente africano”.
El analista independiente, Nic Borain, dice que las demostraciones de unidad racial, han impresionado tanto a los periodistas extranjeros como a los fans. “Esto es un activo que se ha depositado para que de sus beneficios en el futuro”, comparó.
Financiadores africanos aseguran que el capital ya está fluyendo hacia África gracias al mundial.
Euforia general
A pesar de la euforia general, todavía hay críticos que dicen que Suráfrica no debería haber gastado más de 5.000 millones de dólares en el mundial, cuando todavía tiene una legión de pobres y desempleados, el mayor número de casos de Sida y una miríada de problemas.
Marcus Solomón, un trabajador social que pasó una década en la famosa prisión del apartheid de Robben Island, declaró a Reuters: “Están gastando un montón de dinero en ello… y ahora que ya no se va a utilizar más, todo ese dinero se ha desperdiciado”.
Pero los críticos han estado mudos en las últimas semanas, Jack Lutaaya Kato, de 22 años, comerciante en Soweto, se queja de que no ha ganado dinero por el mundial, pero añade: “Como africano, nos sentimos orgullosos. En Europa, la gente no conocía Suráfrica. Ahora nos han visto con buenos ojos”.
Cuando el circo del mundial pase, sin embargo, Zuma se enfrentará a grandes y posiblemente peligrosos retos, ¿podrá su gobierno enfrentado en riñas internas mantener el momento?
“Durante el mundial ha habido un gran consenso. Todo el mundo ha cooperado. Será en su ausencia cuando miraremos de manera más amplia al gobierno y al paisaje político”, afirma el analista pol´tico Ebrahim Fakir del Instituto electoral de Suráfrica. “La explosión del mundial pasará, y el gobierno y los políticos deben tener cuidado de no aprovecharse un poco de su torbellino al final, si puedes construir un estadio de fútbol a tiempo, ¿por qué no puedes construir una casa de protección oficial a tiempo?”, explica Cronje.
“Hemos demostrado que somos extraordinarios… lo hemos hecho durante un mes, ¿por qué no podemos hacerlo permanentemente?”, asegura el juez del Tribunal Supremo y profesor de derecho, Dennis Davis.
(Mail & Guardian, Suráfrica, 12-07-10)