Los africanos tienen una responsabilidad en la trata de los negros

20/03/2012 | Crónicas y reportajes

El escritor congoleño (Congo-Brazza) Alain Mabanckou se enfrenta al tabú del África contemporánea respecto de la esclavitud y de la trata de negros.

“Hace bueno, pero es triste. Está ahí Gorée, donde sangra mi corazón, mis corazones”, clama Léopold Sédar Senghor en sus “Lettres d’hivernage”. “Yo rechazo definirme por medio de lágrimas y de resentimiento”, le responde el congoleño Alain MaBanchou, cerca de 40 años más tarde. Lugar de memoria de la trata de esclavos en las costas occidentales de África, la isla Gorée ¿será par siempre la lágrima que se desliza por la mejilla acuchillada del continente?

En su última obra, “Le sanglot de l’Homme noir” (El sollozo del hombre negro), Mabanckou asume un tono de buena gana provocador:”No contesto los sufrimientos que han padecido y siguen padeciendo los negros. Contesto la tendencia a erigir esos sufrimientos en señas de identidad”. La trata de negros es una vergüenza de la humanidad. Un crimen contra la humanidad. Haya sido hecha por los europeos, en el atlántico, o los árabes vía el Sahara o Zanzíbar. “Sin embargo, sería inexacto afirmar que el blanco capturaba él solo al negro para reducirlo a la esclavitud. La parte de responsabilidad de los negros en la trata sigue siendo un tabú entre los africanos que habitualmente rehúsan mirarse en un espejo”, asegura Mabanckou. Este pasaje, extraído del capítulo “Deber de violencia”, constituye uno de los pilares de la obra. Sin embargo, ha sido poco puesto de relieve por los comentaristas, en un momento en el que las obras y artículos sobre la esclavitud y la trata de negros se multiplican. En el momento en que la nueva África emergente es menos propensa a interpretar el papel de víctima (de la trata, de la colonización o del capitalismo occidental) para convertirse en un actor insoslayable en el mundo.

¿«Negreros» negros?

África cuenta con mil millones de habitantes hoy y tendrá dos mil millones en 2050. Quiérase o no, habrá que contar con el continente. Jamás la humanidad habrá conocido semejante explosión demográfica en un lapso de tiempo tan corto. Con el 50% de sus habitantes de menos de 20 años, ¿debe África seguir llenando su pasado con la trata de negros y la esclavitud o más bien poner el acento en personajes más positivos, de resistentes a la trata, a los colonizadores (europeos) y a los dictadores (africanos)? ¿Igualmente, puede África aceptar que tuvo en su seno a “negreros? Mabanckou plantea la pregunta: “¿Es preciso seguir negando que durante este tráfico los esclavos negros eran reunidos y luego conducidos hacia las costas por otros negros o por medio de árabes?”. El escritor congoleño, que vive entre Francia y los EEUU, donde es profesor, no es el primero a señalar con el dedo la responsabilidad africana en el horror de la trata de esclavos.

El maliense Yambo Onologuen había revisado la historia africana en 1968, subrayando que los horrores de la esclavitud existían en el continente antes de la llegada de los blancos. Mabanckou se inscribe en esta línea, retomando incluso el título de su obra “el deber de memoria” en este capítulo esencial. Pero ¿quién conoce hoy en Francia o en África a Onoleguen? ¿Quién le lee? Por el contrario, Mabanckou es uno de los escritores de origen africano más conocidos en Francia, si no es el más conocido. Es uno de los habituales en los platós de televisión francesa. Su voz tiene influencia.

Deber de memoria

Sin duda alguna, Mabanckou, al hacer un llamamiento a los africanos para que cumplan con su “deber de memoria”, va a chocar las buenas conciencias. La trata de negros constituye un tema sensible. En Francia la esclavitud fue suprimida por primera vez en 1794, tras la Revolución, pero no fue definitivamente abolida hasta 1848. La esclavitud y la trata no fueron reconocidas como crímenes contra la humanidad hasta la ley del 10 de mayo de 2001.

Diez años más tarde, el presidente francés Nicolas Sarkozy, que tiene que hacerse perdonar varias cosas en África tras su calamitoso discurso de Dakar, declaraba: “la trata y la esclavitud fueron los primeros crímenes contra la humanidad. Esta esclavitud fue peor que la de la Antigüedad, ya que no solo encontró su justificación en el incentivo de la ganancia sino también y en primer lugar en el racismo”. El mismo año, la trata de negros fue oficialmente conmemorada por primera vez en África. Una ceremonia bautizada “Atlántico negro” se celebró en la travesía entre Dakar y Gorée. Todo un símbolo. “Hay que recordar el pasado para comprender las raíces del presente, pero igualmente, es importante construir un discurso de prospectiva y de superación”, declaró en esta ocasión el director del patrimonio cultural del ministerio senegalés de Cultura Hamady Bocoum. Con ocasión de una mesa redonda en 2007 en Gorée, ya se había preguntado “porqué esta trata pudo tener como marco África; por qué duró tanto tiempo; por qué África no supo resistir”, antes de aportar un elemento de respuesta: “Cuando un pueblo es vencido, hay, forzosamente, colaboradores”.

Casa de los esclavos

En la “Casa de los esclavos” de Gorée, Boubacar Joseph Ndiaye ha sido durante decenios el defensor de la memoria de las víctimas de la trata. Si bien a veces se tomaba ciertas libertades con la verdad histórica, nadie mejor que él para hacer revivir las horas sombrías de la isla. Había recibido a los grandes de este mundo, desde el presidente Bill Clinton, al Papa Juan Pablo II. Tres años antes de su muerte en 2009, el conservador había publicado “Sucedió en Gorée, la esclavitud contada a nuestros niños”. Contaba concretamente cómo “guerreros” africanos vendían a sus cautivos a los negreros blancos. Y este antiguo “tirailleur” senegalés concluía de este modo: “mi intención no es la de perpetuar los rencores, sino explicaros a vosotros niños del mundo que hay que permanecer vigilantes. Los combates por la libertad humana no terminan nunca”. «El esclavo de la esclavitud es el que no quiere saber», decía el escritor de la Martinico Edouard Glissant.

Adrien Hart

Fuente: SLATE AFRICA, 16.03.2012.

Traducción de Ramón Arozarena.

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