Llorar por todos los muertos, por Ramón Echeverría

27/10/2023 | Bitácora africana


Escribo con cierta aprensión. Todos tienen nombre y apellidos, sean del bando que sean, y familias que lloran y se preocupan. Observarlos desde una cierta distancia podría achicarlos, convertirlos en números. Y los asesinados por Hamas, los rehenes que esperan su liberación o los gazatís muertos en los bombardeos de Tzáhal no son números. Pero los conflictos no pueden ser resueltos si no se observan también desde una distancia crítica. Y en la guerra de Gaza observo tres particularidades que pueden ayudarnos, no a tomar partido, condenar o aprobar, pero sí a sentirnos un poco menos ignorantes respecto a lo que ocurre estos días en Oriente Próximo.

La primera es la Geografía. Guerras, las ha habido siempre, más aún en Oriente Próximo. En Tell-es-Sultan, en las afueras de la actual Jericó, se han encontrado lo que algunos arqueólogos consideran restos de la ciudad más antigua del mundo. Y muros quemados e indicios de guerra de hace unos 7.000 años. “Tells” como el de Jericó abundan en Oriente Próximo. Se trata a menudo de minúsculas colinas artificiales formadas al apilarse los sucesivos asentamientos, en un continuo ciclo de construcción y destrucción, que los arqueólogos descubren y estudian como si fueran las capas de una cebolla. Porque se construye, se destruye y se vuelve a construir allí donde hay agua, tan preciosa en la zona. Especialmente en la ruta que conecta las civilizaciones, reinos e imperios nacidos en las dos cuencas hidrográficas, la del Tigris y Éufrates en la parte oriental que mira hacia Asia, y la del Nilo, que nace en África. La “Ruta de los Patriarcas”, la llaman algunos historiadores. Y porque esa ruta atraviesa lo que hoy llamamos Palestina, los tells indican que allí se han encontrado, mezclado, enfrentado, luchado, construido y destruido, cananeos, egipcios, hicsos, filisteos (de los que proviene el nombre de Palestina), hebreos, asirios, babilonios, persas, griegos, romanos y, más tarde cruzados europeos, otomanos musulmanes y franceses y británicos imperiales. Allí luchan hoy los combatientes del partido islamista Hamas y los soldados de Israel, nuevos actores en la historia y la geografía que han forjado la geopolítica de la región. Los tells indican también que la región ha conocido períodos más o menos largos de paz, a veces impuesta, como en las épocas persa (538-333) y otomana (1515-1917). Y hablando de paz, se ha sugerido que palestinos e israelitas deberían inspirarse en la reconciliación entre alemanes y franceses que llevó al nacimiento de una nueva Europa en el Tratado de Roma de 1957. Europa no es el Oriente Medio. Pero sí que pueden, sin embargo, imitar el ejemplo mucho más cercano e íntimo de esas mujeres israelíes y palestinas que, juntas, quieren construir la paz.

Fue en 2012, cuando la directora de cine libanesa Nadine Labaki produjo «Et maintenant on va où?» (Y ahora ¿qué hacemos?), una fábula llena de humor y amor, que denunciaba alegremente lo absurdo de la guerra religiosa que asoló durante décadas el País del Cedro. La acción se desarrollaba en un pequeño pueblo de montaña, lugar y tiempo indeterminados, donde las mujeres, musulmanas y cristianas, deciden un día hacer todo lo posible para evitar que sus hombres tomen de nuevo las armas. Nueve años más tarde, el pasado 4 de octubre de 2023, pocos días antes de los ataques de Hamás contra Israel, el bombardeo aéreo israelí de represalia, y el asedio a Gaza, organizadas por “Women Wage Peace”, con sede en Israel, y “Women of the Sun”, con sede en Palestina, miles de activistas feministas por la paz, israelíes y palestinas se reunieron en Jerusalén y cerca del Mar Muerto. Ambas organizaciones se fundaron después de la guerra de Gaza de 2014. En 2016, Women Wage Peace organizó una masiva Marcha de la Esperanza, en la que participaron más de 30.000 personas, israelíes y palestinos de Cisjordania. En la del 4 de octubre, Yael Admi, una de las fundadoras y líderes de Women Wage Peace, subrayó la necesidad de que líderes valientes generen esperanza para un futuro mejor para sus hijos. Reem Hajajr, fundadora de Women of the Sun insistió en que “Ya no nos quedamos en segundo plano y estamos decididas a actuar permanentemente para poner fin al ciclo de derramamiento de sangre”. La cantante israelí Yael Deckelbaum interpretó la canción “Prayer of the Mothers” (“Oración de las madres”), que aparece en el nuevo vídeo oficial de Women Wage Peace: “Escucha la oración de las madres. Tráeles la paz. Tráeles la paz”.

¿“Oración de las Madres”? Las religiones suelen expresar y fomentar lo mejor y lo peor de una determinada cultura. También los monoteísmos históricos nacidos en Oriente Medio. Hamas utiliza la retórica islámica para diferenciarse de Fatah, el movimiento de resistencia palestino laico de inspiración socialista. En su carta de 1998 Hamas afirma que “la tierra de Palestina es tierra islámica”. Considera que su lucha es religiosa y confesional, una auténtica yihad, que justifica citando la sura 9, “El arrepentimiento”: “Combatidles, a fin de que Dios los castigue por vuestras manos y los cubra de oprobio”. En su combate, Hamas aplica las enseñanzas de Abu Bakr Naji en “Gestión del salvajismo: la etapa más crítica por la que pasará la nación islámica”, que algunos consideran el “Mein Kampf” de los yihadistas. Se trataría de crear una “situación salvaje” de la que sólo una auténtica yihad puede rescatar. Y salvajes fueron los asesinatos perpetrados por Hamas el 7 de octubre.

Por acumulación, también la violencia “gota a gota” se puede convertir en salvaje. Escribiendo el 9 de octubre en Haaretz, el periodista israelí Gideon Levy se preguntaba: “¿Podemos permitirnos ser arrogantes sin pagar un precio?”. “Detenemos, matamos, maltratamos, robamos, protegemos a los colonos que cometen masacres […] Disparamos a personas inocentes, les sacamos los ojos y les rompemos la cara, las deportamos, confiscamos sus tierras, les robamos, las secuestramos de sus camas y llevamos a cabo una limpieza étnica. También continuamos el asedio irracional. Y [pensamos que] todo irá bien”. Y en todo esto, a la chita callando, los partidos religiosos acumulan cada vez más poder en el gobierno de Netanyahu, y más territorio en Cisjordania.

¿Está entonces la esperanza herida de muerte? Eran conscientes de que la activista canadiense-israelí Vivian Silver, miembro fundadora de Women Wage Peace, se encuentra entre los israelíes presuntamente secuestrados o asesinados en el ataque de Hamas. Con todo, el 11 de octubre Women Wage Peace emitía el siguiente comunicado: “Toda madre, judía y árabe, da a luz a sus hijos para verlos crecer y florecer y no para enterrarlos. Es por eso que, incluso hoy, en medio del dolor y la sensación de que la creencia en la paz se ha derrumbado, extendemos una mano de paz a las madres de Gaza y Cisjordania”. Dos días más tarde, en una emotiva carta, la corresponsal de La Croix en Jerusalén escribía: “Y yo, ¿dónde me posiciono? Amo a ambos pueblos, cada uno por diferentes razones. Más de lo que pueden imaginar. Creo que ambos tienen legitimidad para vivir en esta tierra. Reconozco a ambos. ¿Marcharme? He elegido esta tierra y su gente, y no tengo intención de dejarlos… Y reivindico poder llorar por todos los muertos”.

Ramón Echeverría

[CIDAF-UCM]

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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