Theresa Fisher y Simon Jacobs piden limosna en la misma calle de Rondebosch, Ciudad del Cabo.
Fotos de Masixole Feni.
Theresa Fisher nació en la antigua Rodesia, en 1950. Simon Jacobs nació en la antigua Transkei, en 1957. En 2015, ambos acabaron pidiendo limosna en la misma calle del barrio Rondebosch, en Ciudad del Cabo.
Fisher y Jacobs ya son rostros familiares para los conductores y peatones que pasan por la esquina de Belmont Road con Main Road en Rondebosch. Los dos están allí casi todos los días, Fisher caminando entre las hileras de coches y Jacobs sentado en silencio al lado del semáforo. Comparten sitio y se conocen, pero ambos afirman que nunca hablan entre ellos.
Fisher mendiga para complementar su pensión por vejez de 86€ al mes, ya que no es suficiente para pagar el alquiler ni para alimentarse a sí misma y a sus dos mascotas.
Su padre era el dueño de una plantación de tabaco que estaba a 160 km de la antigua Salisbury, capital de Zimbabue, por lo que Fisher estudió en la ciudad y empezó a formarse como enfermera. Sin embargo, acabó dejándolo.
Su familia se mudó a Ciudad del Cabo en 1967 y, a pesar de que su padre había conseguido un trabajo en Paarl, empezaron a tener dificultades económicas cuando éste dejó de trabajar. Los miembros de su iglesia aportaron dinero y lo ayudaron a emigrar a Inglaterra con su mujer, la madrastra de Fisher.
Por su parte, Fisher pasó algún tiempo en Durban, donde dio a luz a un bebé al que tuvo que dar en adopción debido a la desaprobación de su familia. No recibió información acerca de la familia de acogida y afirma que aunque le gustaría ponerse en contacto con él, no quiere alterar su vida.
Fisher cuenta que ha vivido y trabajado en varias ciudades: «mientras vivía en Johannesburgo trabajé cuatro años como recepcionista. Más tarde, me mudé a Ciudad del Cabo y trabajé aquí como camarera. Después no tuve más trabajos. Aprendí por mí misma a hacer tarjetas de felicitación y collares, y luego me ponía en la parte de atrás del supermercado Woolworths para venderlos».
Vivió nueve años en Mowbray y después compartió casa en Rosebank, de la cual fue desahuciada: «pasé dos días fuera, en el patio. No podía dormir por si me robaban las cosas. Un amigo mío de la Bahía de Gordon trajo su camioneta y llevó mis cosas a su garaje».
Hoy en día, Fisher vive con un amigo en el barrio Observatory y utiliza el dinero que consigue mendigando para comprar comida para ambos, sobre todo huevos, verduras y pan. Comentó que está buscando una casa en alquiler por menos de 60€ al mes y que le gustaría volver a vender artesanías.
Mientras tanto, pasa una gran parte del día en la esquina de Belmont y Main Road, caminando entre la filas de coches. Según cuenta, solía tener cinco «clientes» habituales que le daban al menos tres euros al día, pero lleva unos días sin verlos.
También está preocupada por su perro, que está en una clínica veterinaria en Rondebosch. «No me cobraron nada, pero les doy lo que puedo todos los días. Mi perro tiene una insuficiencia renal y debe seguir una dieta especial, por lo que resulta una carga mayor en mi presupuesto».
Fisher solía tener pasaporte británico, pero se lo robaron y nunca solicitó uno nuevo. De todas formas, dice que ama África y que nunca emigraría a Gran Bretaña, como hizo su padre. «Me da pena mi padre. Me da pena que muera en Reino Unido, un país frío como el hielo».
Jacobs todavía no tiene la edad suficiente para recibir la pensión por vejez. En su caso, mendiga para complementar los ingresos que obtiene realizando trabajos de jardinería para tres clientes regulares y otros pequeños trabajos. Según dice, en la calle gana dos euros en un buen día y apenas un euro en uno malo.
Él utiliza el dinero para comprar ropa y comida a su hija de 14 años, que vive con su madre. Si le sobra algo, se permite comprar un fish and chips (pescado con patatas fritas).
«Nací en Transkei. Los miembros de mi familia fueron las primeras personas negras que se mudaron a Ciudad del Cabo sin tener «pases», que era lo exigía la Ley de Pases de 1952, gracias a que mi padre era policía».
Jacobs fue al colegio en Gugulethu. Lo dejó a los 13 años y empezó a trabajar para una empresa en Epping, hasta que la compañía se trasladó a Johannesburgo. Su madre vive en Langa y la visita una vez a la semana. Tiene dos hermanos y una hermana, los tres casados. Algunos días se ducha y limpia su ropa en el albergue Haven Night Shelter, en Rondebosch, donde también duerme. Otras veces duerme en un garaje.
«El refugio tiene alrededor de veinticinco literas. Los hombres viejos como yo dormimos en las camas de abajo, y los jóvenes en las de arriba. Tienen una cocina y nos sirven crema de avena por la mañana, arroz y carne por la tarde y después otra comida por la noche. Es un lugar bonito e higiénico. Además, si está lleno, los encargados te buscan un sitio en otra parte, aunque esté lejos de ahí. No les gusta que los adultos duerman fuera».
A la madre de Jacobs le preocupa la manera en que su hijo va y viene, y se pregunta quién lo «ahuyentó» de casa y por qué le gusta vivir en la calle. Jacobs dice que ella se queda tranquila cuando le cuenta que no está «ocasionando problemas» y que tiene un lugar donde asearse. Hasta sus hermanos han aceptado ya que no quiere quedarse en casa.
«Hay veces que no quiero volver a casa en absoluto. Duermo con mis amigos en el garaje de una de las mujeres blancas. Nos da de comer y nos pide que lavemos sus coches. Bebo cerveza pero no demasiada, no quiero meterme en problemas».
www.martinplaut.wordpress.com
(Fundación Sur)
Traducido por Nerea Freire Álvarez
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