¿Libia, un nuevo foco para la piratería?, por Rafael Muñoz Abad

20/03/2014 | Bitácora africana

El derrocamiento de Gadafi fue una chapuza respaldada por la Union europea que ahora muestra unas consecuencias que a la larga pudieran ser muy peligrosas. ¿Y que hace Bruselas? Lo que mejor se le da. Mirar para otro lado. La derivada inmediata, debida al vacío de poder tras la huida de Gadafi, fue el desvalijamiento de los arsenales de armas convencionales del profundo sur libio que – entre otras consecuencias indirectas – acabarían por catalizar los alzamientos militares en Mali. Demás que decenas de facciones se hayan armado trufando el Sahel de inseguridad. Libia se ha revelado cual fiel e irregular suministrador de armamento a buena parte del continente. Armamento almacenado [tradicional] y fruto de las jugosas relaciones militares que el país tuvo con el bloque socialista en los años de la Guerra fría en forma de grandes cantidades de lanzagranadas RPG y fusiles semiautomáticos. Sus caudillos y señores de la guerra – si bien esta última expresión debe tomarse con recelo para el escenario libio – , vienen alimentando conflictos latentes bien sea armando a guerrillas o a los habituales movimientos africanos para liberación de aquello o lo otro. Una panda de desalmados equipados con kalashnikovs capaces de cualquier acto. Acelerar la desestabilización de Libia, para con inmediatez dejarla a la deriva, se muestra como un acto amoral e irresponsable a la par. La Unión europea y sus ineptos dirigentes hacen gala así de un soberano sentido de la irresponsabilidad:

Libia podría tornarse en una Somalia rica en hidrocarburos a las puertas de Europa. Bengasi, Misrata o Surt, son un Mogadiscio en potencia repletas de bandas y señores de la guerra que pudiesen tener lazos con el integrismo islámico, las mafias de la inmigración y el crimen organizado. Y ahora, sumemos a los señores del petróleo. Un endemismo local del hampa que ha convertido la franja costera del Golfo de Sirte en un petro estado dentro del total desgobierno que es Libia. El término señores del petróleo se adapta bien a la idiosincrasia libia pues el crudo es un poderoso móvil para sustentar y personalizar un poder influyente en la región. Este sindicato del crimen podría decidir unilateralmente – y ya lo ha llevado a cabo recientemente – el cómo, cuándo y cuales buques tanque son despachados. ¿Una versión africana de las sociedades costeras y la boucana o el filibusterismo antillano?; que no fue otra cosa sino la antesala de la piratería. Un efecto llamada a la privatización de los servicios militar. En resumidas cuentas, una serie de condicionantes que empiezan a concordar con algunas de las premisas que tornaron la costa somalí y los accesos al Golfo de Adén en un escenario realmente peligroso para la navegación comercial. El vacío de poder en la Libia pos Gadafi se ha sustituido por un caudillaje que se ha hecho fuerte apuntalando sus barrios costeros por la fuerza de las armas. Milicias que están empezando a operar al margen del gobierno más o menos reconocido que pueda regir en Trípoli. Y es que la altísima calidad de crudo libio, la existencia de una infraestructura petrolífera plenamente desarrollada y la inmediatez de los mercados europeos, les ha hecho atractivo a estos grupos, bajo el leitmotiv de la entrada de divisas por medio de los fletes de buques tanque, comenzar a operar al margen de una autoridad central.

Libia, un estado cuya unidad a día de hoy es algo incierta, podría fracturarse y precipitarse a una nueva guerra civil si la región más oriental, históricamente conocida como Cirenaica, se autoproclama cual estado independiente. La situación embrionaria que se gesta en sus costas y que lograría evolucionar hacia el pillaje marítimo, pues no olvidemos, que la piratería somalí no habría tenido éxito si no hubiese estado respaldada por una infraestructura terrestre que le aportase alimentos, armas y santuarios costeros para sus actividades delictivas, sería un peligroso escenario en el corazón del Mediterráneo. El arco de costa comprendido entre los puertos de Es Sider y Brega, da cobijo a cabecillas como Ibrahim Jedran o Jathran; todo en función de las fuentes que se consulten. Líder que, y salvando las distancias, hace recordar a sujetos como el somalí Farrah Aidid. Respaldado por más de 15.000 milicianos curtidos en el derrocamiento de Gadafi, con medios de comunicación a su disposición y habiendo ya fundado la Libyan Company for oil and gas, este reino de taifas ha protagonizado el más reciente incidente en el que se ha visto implicado el petrolero de propiedad saudí “Morning Glory”; con posterioridad, intervenido por fuerzas especiales norteamericanas cuando intentaba transbordar su carga de crudo. Que un buque o sus armadores negocien directamente con estos gobiernos al margen de la ley y no reconocidos por la comunidad internacional, viene a sentar un peligroso precedente cuyas siguientes etapas ya las conocemos: la proliferación de los denominados ejércitos privados y/o empresas de seguridad particulares que ofrecen sus servicios a este tipo de líderes como viene ocurriendo en el neo-estado de Puntland en Somalia. Un gobierno autoproclamado cuyo líder se sustenta firmando contratos con ejércitos privados que tienen sedes en la city londinense, Emiratos árabes unidos o el inexcusable despacho de Johannesburgo para cualquier cuestión relacionada con fuerzas mercenarias en Africa, quizás la única seguridad jurídica real africana. A diferencia de Somalia, los nuevos señores de la guerra o mejor dicho del petróleo [libios], están a las orillas de Europa y cuentan con la poderosa baza del crudo cuyas cifras son especialmente relevantes para las importaciones francesas e italianas; están muy bien armados e incluso disfrutan de instalaciones portuarias “propias”. En resumen, una degeneración de este teatro podría fácilmente evolucionar hacia la inseguridad marítima y el posterior secuestro de buques. Las facciones armadas, aún en tierra, no tendrían más que hacerse a la mar e interceptar el flujo de mercantes que aproa o procede de Suez y dirigirlos a cualquier fondeadero seguro en el anonimato de la costa libia. Un panorama que si bien aún teórico, no debería descuidarse ni considerarse como quimérico en un futuro.

cuadernosdeafrica@gmail.com

@Springbok1973

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL

Doctor en Marina Civil.

Autor

  • Muñoz Abad, Rafael

    Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

Más artículos de Muñoz Abad, Rafael