Libia tras 7 años de revolución

19/02/2018 | Crónicas y reportajes

Siete años años han pasado desde la revolución que puso fin a cuatro décadas de dictadura bajo el mandato de Muammar Gaddafi, pero aún así los libios no ven un final a la vista en la transición de la nación norteafricana hacia la democracia.

gaddafi.jpgUn gobierno de unidad apoyado por la ONU no ha logrado afirmar su autoridad en todo el país rico en petróleo, que todavía está lidiando con ataques mortales, una economía en apuros y una crisis migratoria.

Las autoridades de la capital, Trípoli, planeó celebraciones el pasado sábado para conmemorar el séptimo aniversario del inicio de las protestas del 17 de febrero de 2011 que llevaron al derrocamiento y asesinato de Gaddafi. Pero las festividades llegan cuando la inseguridad persistente y los problemas económicos alimentan la desesperación, particularmente entre la juventud libia.

Desde 2011, Libia ha sido una puerta de entrada clave para los inmigrantes que intentan llegar a Europa, y decenas de miles de personas pagan a traficantes de personas para cruzar ilegalmente el Mediterráneo, a menudo en embarcaciones que no son aptas para navegar. Miles de personas se han ahogado tratando de hacer el viaje, mientras que miles más han sido detenidas en el país, lo que generó críticas por parte de grupos de derechos humanos debido a supuestos maltratos y abusos.

Los Tres Grandes Motivos de Inestabilidad

1. Política

Libia es el hogar de dos gobiernos rivales: el Congreso Nacional General (GNC), revivido en Trípoli, y la Cámara de Representantes (HoR), elegida democráticamente en Tobruk. Solo el gobierno de Tobruk es reconocido por la comunidad internacional. Los dos gobiernos representan los principales bloques políticos de Libia: una alianza islamista revolucionaria por un lado (Trípoli) y una coalición centrista nacional por el otro (Tobruk). Su rivalidad va más allá de los simples estereotipos islamistas frente a los secularistas: es esencialmente una lucha por el acceso al poder y los recursos. Se han lanzado campañas militares en apoyo de cada bando: Operation Dignity (Tobruk) y Operation Libya Dawn (Tripoli). En un país sin ejército formal, pero con armas por todas partes, las brigadas armadas que ejecutan estas campañas han adquirido una influencia política significativa. El verdadero poder en Libia no se encuentra en ninguno de los dos gobiernos, sino en los grupos armados que los protegen, muchos de los cuales respaldan las agendas locales en lugar de las nacionales. En un contexto de tal militarización de largo alcance de la política, es poco probable que el GNC y el HoR puedan implementar reformas importantes sin el consentimiento de sus aliados armados. Esto pone una restricción a su fuerza de negociación en las actuales conversaciones de paz dirigidas por la ONU, así como a su capacidad para implementar cualquier resultado positivo de las conversaciones.

2.- Crimenes

Debido a su vasto terreno, las regiones fronterizas permeables y la ausencia de control estatal, Libia es un entorno ideal para diversas actividades delictivas y redes de contrabando transfronterizo. Después del derrocamiento de Gaddafi, Libia rápidamente se convirtió en el principal mercado de armas de la región y desde entonces se han desarrollado rápidamente nuevos mercados. Uno de los tipos más inquietantes de actividad ilícita es la trata de personas: debido a la posición estratégica de Libia con respecto a Europa, se estima que hasta 81.000 inmigrantes ilegales pasaron por Libia en el primer semestre de 2014. No solo hay indicaciones que las economías locales de las ciudades (fronterizas) a través de las cuales se contrabandea a los migrantes dependen cada vez más de la trata de personas como fuente de ingresos, también hay informes que sugieren que los poderosos actores armados locales cada vez tienen más interés en este tipo de actividad ilegal. La actividad delictiva está claramente vinculada a los intereses de las milicias: no solo como una fuente de ingresos, sino también como una forma de mantener el control territorial y evitar que grupos rivales obtengan poder e influencia.

3.- Extremismo

Hay una larga historia de extremismo islámico en la provincia oriental de Cirenaica, una región que, bajo el gobierno de Gadafi, fue sistemáticamente marginada y castigada por sus tendencias radicales. Después de la caída de Gadafi, los nuevos grupos yihadistas locales se beneficiaron del caos de la política de posrevolución inmediata y pasaron a primer plano. Desde entonces, segmentos del movimiento islamista, como la Hermandad Musulmana y antiguos miembros del Grupo Libio de Lucha Islámica, han encontrado su camino en la vida política. Otros grupos extremistas como Ansar al-Shari’a, con sede en Benghazi, rechazaron la transición política de Libia y se concentraron en tácticas violentas, con el objetivo final de establecer el dominio islámico. La oportunidad de expansión que el contexto posrevolucionario ofreció no pasó desapercibida para el Estado Islámico (EI): rápidamente reconoció el potencial de Libia para convertirse en su principal centro de operaciones en África del Norte y desde entonces ha ganado un fuerte punto de apoyo en las ciudades de Derna, Benghazi y Sirte. Aunque no todos los grupos yihadistas libios han prometido lealtad a EI, la Brigada de Mártires de Abu Salim en Derna, por ejemplo, se niega a hacerlo, hay alguna cooperación ad hoc con el EI con el propósito de enfrentar a un enemigo común (Operación Dignidad en especial). No hace falta decir que la presencia de fuerzas yihadistas en el suelo es causa de una mayor inestabilidad.

khalifa_haftar.jpg¿Elecciones?

Libia cayó en el caos después de la revuelta respaldada por la OTAN en 2011, ya que el país se dividió entre los que apoyaban a las distintas facciones como milicias y tribus rivales, pero también yihadistas, que competían por su influencia en todo el país. Un acuerdo respaldado por la ONU en 2015 para establecer el gobierno de unidad en Trípoli tenía como objetivo poner fin a la crisis. Pero Libia se ha mantenido dividida por las divisiones entre ese gobierno y una administración rival respaldada en el este por Khalifa Haftar, jefe del ejército nacional libio.

Las fuerzas aliadas con el gobierno de unidad expulsaron al grupo Estado Islámico de la ciudad costera de Sirte en 2016, pero los jihadistas todavía representan una gran amenaza desde sus escondites en el desierto.

El enviado de la ONU Ghassan Salame comunicó este mes que esperaba las elecciones parlamentarias y presidenciales en Libia para fines de 2018, pero advirtió que las condiciones aún no estaban listas para poder llevarse a cabo las elecciones.

Haftar, cuyas fuerzas han luchado contra yihadistas en el este del país, ha apoyado la celebración de elecciones, aunque no está claro si se presentará como candidato.

Los opositores de Haftar, respaldados por Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, lo acusan de querer establecer una dictadura militar, mientras que los partidarios del jefe militar le han pedido que tome el control por «mandato popular».

Las fuerzas de Haftar expulsaron el año pasado a yihadistas de la segunda ciudad de Libia, Benghazi, considerada el lugar de nacimiento de la revolución que derrocó a Gadafi, pero los atentados mortales han sacudido desde entonces la ciudad oriental.

Algunos analistas advierten que las elecciones podrían complicar aún más la situación.

Asunto de décadas

Los esfuerzos anteriores para detener la lucha, se han tenido que enfrentar a la gran cantidad de facciones que cambian de lealtades según sus intereses. A principios de febrero, un grupo armado bloqueó el regreso de cientos de familias a Tawergha, su ciudad natal occidental, a pesar de un acuerdo alcanzado por el gobierno de unidad y las Naciones Unidas. Habían sido expulsados ??de la ciudad después de haber sido acusados ??de apoyar al régimen de Gadafi en 2011.

Como señaló Federica Saini Fasanotti, del grupo de expertos Brookings Institute, con sede en Washington, las democracias no nacen de la noche a la mañana. Por ahora, los libios viven al son de cortes de electricidad y largas colas fuera de los bancos, mientras el país lucha con una crisis económica y una caída sin precedentes en el valor de su moneda. Esto se produce a pesar del aumento en las ventas de crudo, que los analistas consideran clave para impulsar la economía moribunda de Libia y devolver la seguridad al país. Los ingresos petroleros de Libia se han más que triplicado en 2017 a pesar de la violencia y la inestabilidad política, aunque todavía son una fracción de las ventas de crudo bajo Kadhafi. Desde 2014, las luchas y las protestas han cerrado regularmente las instalaciones petroleras, un foco clave de las luchas de poder en un país con las mayores reservas de petróleo en África.

Fuente: The citizenClingendael

[Traducción, Muriel Balda Aspiazu]


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