Libia , caos reinante en un Estado en gestación, por Antonio Molina

15/11/2013 | Bitácora africana

Dos años después de la caída del régimen de Gadafi nada funciona: Unos “bandidos” secuestran al Primer Ministro en la habitación del hotel donde se hospedaba, protegido por su cohorte de guardaespaldas, un comando de ‘marines’ americanos apoyados por ‘compinches’ libios disfrazados con uniformes yanquis, opera sin dificultad en el corazón de Trípoli para raptar a un muy buscado terrorista, diversas milicias tribales reinan cada una en su ‘taifa’ y de vez en cuando se disputan las presas como los chacales…

DOS DECLARACIONES SINCERAS

El Primer Ministro, Ali Zeidan, en una entrevista para la cadena de televisión norteamericana CNN, respondió así: “Libia no es un estado en quiebra, porque el Estado no existe aún. Estamos intentando crear uno. De esto no tenemos que avergonzarnos.”
Para reforzar esta evidencia, el Ministro libio de Finanzas, Altilani al-Jazi, declaraba en Londres, el 18 de septiembre, ante un grupo de posibles inversores: ”Libia no es un cruce de avenidas, sino una gran rotonda en la que damos vueltas sin saber qué salida escoger.”

Estas palabras indican que el desorden impera entre las diversas regiones tribales y sus milicias a la orden de los diferentes líderes emergentes.

EL RAPTO DEL PRIMER MINISTRO

En la noche del 9 de octubre, Zeidan sube a su habitación del piso 21º del Hotel CORINTHIA, en Trípoli, con la mente repleta de problemas…Lo que no podía imaginar es que de madrugada, un puñado de milicianos patibularios y excesivamente armados, iban a invadir su dormitorio y sacarlo de la cama por la fuerza. Zeidan, que fue diplomático en tiempos de Gadafi, antes de su largo exilio en Suiza y Alemania, no ofrece ninguna resistencia. Sin tiempo para ‘calzarse’ sus lentes y en “galabiya” – el pijama tradicional – se pone a la disposición de los secuestradores. Ordenando a sus escoltas que no intervengan, pues entre los milicianos algunos se mostraban amenazantes .Durante la mañana, radio Trípoli dijo que la Cámara de Operaciones Revolucionarias de Libia (CORL) reivindicaba la detención de Zeidan por orden de los tribunales. La milicia estaba a la orden de los ministerios del Interior y de la Defensa.El arresto invocaba la ley de la Exclusión Política, consistente en alejar del poder a toda persona que haya colaborado de con el régimen de Gadafi.

De este modo las brigadas revolucionarias aliadas de los “salafistas” intimidan a los miembros del Congreso Nacional General (parlamento) para que esta ley sea adoptada ya. Una vez conseguida esta victoria, las milicias intentarán que el Primer Ministro se dimita de sus funciones. Esas milicias se pasean por las calles de Trípoli en convoyes formados por vehículos armados con ametralladoras del 14,5y hombres en armas.

Paradoja reveladora de la desorganización reinante, el 6 de octubre, fue designado dirigente de esas milicias, Abu Obeid al-Zauia, un desconocido, del que sólo se sabe que en su ciudad, ese jeque de Zawiyah, se destacaba por sus actividades caritativas con los necesitados.

GOLPE DE LOS MARINES DE LOS EE.UU.

De regreso de un viaje a Marruecos, estaba Abu Obeid en Túnez. El 5 de octubre se enteró, que Abu Anas el-Libi, había sido raptado en plena calle por soldados americanos. Este veterano de la “yihad” –guerra santa – de Afganistán, era buscado activamente por Washington por su intervención en el atentado contra la embajada americana de Nairobi en 1998.

Parece ser que el Gobierno de Trípoli estaba al corriente de la operación. Ante las críticas de los “salafistas” y de los movimientos “yihadistas”, el Primer Ministro declaró un poco forzado: “Los americanos nos ayudaron a derrocar a Gadafi. Nuestra relación con ellos no debe sufrir por causa de este suceso, que nosotros solucionaremos de manera apropiada.”

En este laberinto de rivalidades parece que la detención del Primer Ministro se debió a que los islamistas lo consideraban el responsable del golpe de los marines americanos, que -según testigos – en el comando había libios disfrazados, que hablaban el dialecto local tripolitano.

Zeidan debió su salvación a la intervención de Jalid al-Charif, ex diputado del ‘parlamento’ – la GICL -. De este modo, el ex diplomático Zeidan, que se transformó durante su exilio en Alemania en comerciante de material médico-sanitario para Libia, aparece en su país aislado y a la merced de ese mundo de cowboys, donde todos los golpes están permitidos.

EL FENÓMENO DE LOS GRUPOS ARMADOS EN LIBIA

Bajo Gadafi, el ejército era poco numeroso, pero estaba excesivamente armado, con material sofisticado moderno. En 2011, se calcula que hizo frente a unas milicias rebeldes que podían sumar 20.000 hombres.

Hoy, los “thuwas” –revolucionarios – constituyen unos 300 grupos, que alcanzan más de 200.000 hombres armados.

En la provincia de Cirenaica, al este del país, frontera con Egipto, la Brigada de los Mártires del 17 de Febrero, está formada por 3.500 combatientes, cuya misión en proteger Benghazi. Esta fuerza debería haber actuado para defender en consulado de los EE.UU. del ataque perpetrado el 11 de septiembre de 2012, atribuido a grupos radicales como Ansar el-Charía y la brigada de Omar Abdel Rahman.
En Tripolitania, el Consejo Militar de Zintán pretende contar con 4000 combatientes. En la ciudad de Misrata, el Consejo Local dispone de 820 vehículos blindados.

Ciertas milicias se han integrado en las Fuerzas Auxiliares del Ejército o de la Policía, como las Fuerzas Armadas del Escudo Libio, colocada bajo el mando del Estado Mayor del Ejército.
Estos grupos sobreviven gracias a toda suerte de tráficos: armas, drogas, inmigración, secuestros, etc… Sobre todo en el Fezzan, le región del sur, que linda con el desierto del Sahara, que nadie controla, por ser el “coto de caza” de los Tuaregs, que transitan por allí en permanente vaivén entre Malí, Argelia, Níger y Libia.

CONCLUSIÓN –

Dos años después de la caída de Gadafi. Libia anda buscando una difícil estabilidad en ese mar alterado de las regiones tribales, hacemos votos para que ese cáncer no contamine a sus vecinos, pues perece que Túnez va encontrando su camino hacia el equilibrio.

Autor

  • Molina Molina, Antonio José

    Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

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