Lecciones [no] aprendidas, por Rafael Muñoz Abad – Centro de Estudios Africanos ULL

14/04/2014 | Bitácora africana

Los muertos negros ni pesan ni suman igual que los blancos y eso es algo que la historia más reciente así lo viene demostrando. Sumidos de lleno en las “celebraciones” por el genocidio de Rwanda, la comunidad internacional parece no querer saber nada o muy poco de lo que se está gestando en Centroáfrica. Eso es asunto de los franceses pues la finca fue suya y allí tienen aún muchos intereses. De la misma manera que la carnicería ruandesa se cocinó durante años de desigualdades, acrecentadas a lo largo de la administración colonial belga y advertidas a la ONU por Roméo Dallaire, el clima de sectarismo y enconamiento religioso, que entre cristianos y musulmanes se vive en Bangui, será la raíz de un futuro baño de sangre.

Después de las lecciones de Somalia, a occidente le viene muy bien que Francia siga siendo el gendarme que día sí y día también tenga que bajar a poner orden en buena parte de Africa o al menos en sus excolonias. Descampados en los que sus disimulados y fuertes intereses bien justifican el preposicionamiento militar o el envió de la Légion Étrangére. Lo peor que le puede suceder a una guerra negra es, y por aquello de la afirmación inicial, coincidir con un conflicto blanco. En 1994 bastante tenía Europa con lo que en los Balcanes acontecía como para preocuparse de lo que sobrevenía en un minúsculo país llamado Ruanda. Los belgas se fueron y París [aún] debe explicar su proceder; más cuando Bruselas ya ha desclasificado material en el que afirmó suscribir las tesis francesas al respecto. Menudo estercolero moral.

Centroáfrica sufre un escenario donde las milicias cristianas llaman al linchamiento de la minoría musulmana que huye hacia el vecino Chad de mayoría árabe. Francia despliega sus militares y esto ya va cumpliendo etapas para ser otra Ruanda en potencia: brotes de limpieza étnica, desplazamiento de población, revanchismo y de fondo, la crisis de Ucrania para eclipsar lo que pueda estar gestándose en el corazón de Africa. Y es que por muchos diamantes que se escondan en el subsuelo de la República Centroafricana, un conflicto blanco siempre pesa más que uno negro.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

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