A la hora de escribir estas líneas todavía no se ha solucionado la terrible situación del centro comercial Westgate, tomado por una decena de militantes de Al Shabaab, un grupo somalí franquicia local de Al-Qaida. El ataque hasta el momento se ha saldado con la muerte de 59 personas que tuvieron la desgracia de estar en el centro comercial a la fatídica hora de que estos terroristas entraron en el lugar y comenzaron su versión particular del juicio final, diciendo a los musulmanes que abandonaran el lugar y quedándose con los “infieles.” Un señor de raza india fue asesinado al no saber responder cómo se llamaba la madre del profeta Mahoma.
Todo un país con el corazón sobrecogido al saber que, aparte de los muertos y heridos ya conocidos, hay todavía un puñado de rehenes dentro del edificio, escondidos en los sitios más insospechados, muchos de ellos fuera del alcance de los secuestradores pero completamente impedidos para poder salir por su propio pie ante la incertidumbre de la situación.
Confieso que, aunque esto todavía no haya terminado, hay un aspecto de esta tragedia que me admira. Hace pocos años pasó por uno de sus peores momentos de violencia interétnica, con la muerte de más de 1000 personas en enfrentamientos posteriores a las elecciones presidenciales. Hace pocos meses, el mismo país volvió a convocar elecciones presidenciales y estaba clara la gran división social, regional y política de este electorado. El ahora presidente Kenyatta, imputado por la Corte Internacional de Justicia de La Haya, ganó las elecciones por la mínima y el partido perdedor, después de esperar el veredicto de los jueces y la comisión electoral, aceptaron deportivamente la sentencia y la derrota simplemente por un puñado de votos. Esta vez nadie recurrió a las armas.
Esos son los antecedentes más recientes de la vida política del país que nos ocupa. Hoy, al ocurrir una tragedia de estas dimensiones con gran pérdida de vidas humanas, me admira ver el espíritu de los kenianos. Tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación la gran mayoría de los mensajes son de esperanza, de unidad, de oraciones por los heridos y muertos, de llamadas a la fortaleza… no tengo la menor duda de que Kenia saldrá de estos críticos momentos más fortalecido como nación, porque se lo están trabajando de lo lindo. Se ve apoyo a las fuerzas armadas que están ahora acorralando el lugar, a los sanitarios que llevan muchas horas trabajando sin descanso, ante la llamada de la protección civil, miles de personas hacen colas en los hospitales para donar sangre y los gestos de solidaridad se multiplican por doquier. Sólamente en donativos a traves de sistemas de transferencias telefónicas por parte de ciudadanos se han obtenido hasta ahora más de 200.000 € para asistir a las víctimas de los ataques y pagar sus facturas sanitarias.
No puedo evitar comparar esta situación con otra muy similar que vivió España cuando los ataques del 11 M contra los trenes de Atocha. Si este atentado hubiera pasado en España, no habría faltado ya quien hubiera señalado al gobierno como causante (sea del signo que sea), quien hubiera organizado una campaña del “nunca mais”, hubiera hecho una cacerolada, una campaña de mensajes de texto, el presidente autonómico de turno se habría desmarcado de la línea del gobierno, y algún grupo sin duda alguna se habría presentado en la sede del partido correspondiente para dar cuenta de su repulsa… en cambio, en Kenia no se ve nada de esto… es el momento de la unidad, las etiquetas de twitter lo dicen todo: #GodblessKenya, #weareone, #prayforkenya, etc… y no es retórica, se ve y se siente que el sentimiento de hacer piña como país va más allá de las líneas ideológicas, raciales, sociales o políticas.
Ah, y se me olvidaba, todo esto lo sufren los kenianos porque, después de aguantar durante largos años las consecuencias colaterales de la situación en Somalia, Kenia envió allí 4000 soldados como parte del contingente de la Unión Africana (AMISOM) que lucha contra el estado islámico creado hace algunos años por las fuerzas de Al-Shabaab… después de leer en las últimas 24 horas varios cientos, casi diría miles, de mensajes o tuits sobre la situación, no recuerdo ni siquiera uno que demande al gobierno que retire sus fuerzas de Somalia. Si dicen algo al respecto, es para decir al presidente que termine bien el trabajo comenzado allá… así que nada de bajarse ahora los pantalones y en esa postura no he visto ni siquiera la menor fisura.
Y todo esto viniendo de un país que está en cuadro de honor de la corrupción en África, que todavía tiene un gran segmento social que vive en la pobreza, con poca transparencia administrativa y cuyas estructuras políticas y sociales dejan muchísimo que desear… por otro lado creo que es un país que está dando lecciones de saber estar y de civismo por parte de sus ciudadanos y su clase política. Como estoy seguro que esto no aparecerá en los medios convencionales que cubran este evento, quiero decirlo en este blog porque me parece de justicia el resaltar cuando un país da lo mejor de sí mismo. Hoy admiro y me siento terriblemente orgulloso de esta Kenia que a pesar de su dolor se crece y se afianza en su fortaleza y unidad.
P.D. Y para terminar la crónica negra del día, por lo menos 75 personas han muerto en un ataque suicida contra una iglesia llena de fieles en Pakistán. Una vez más el Islam político deja su impronta de la manera que mejor sabe, con la violencia y la eliminación de los kuffar, los infieles repartidos por el mundo.
Original en : En Clave de África