“El mayor misterio del judaísmo: ¿Dónde están las diez tribus perdidas de Israel?” (Ynet, web de noticias israelí, 24 de septiembre de 2022). Se refería a las tribus deportadas por los asirios tras la conquista por Asurbanipal del reino de Israel en 721 a.C. El reino de Judá, con las tribus de Judá y Benjamín, siguió en pie hasta su conquista por el babilonio Nabucodonosor II en 597 a.C. Los sabios de la Mishná y el Talmud abordaron la cuestión de si las tribus perdidas regresarían a la Tierra de Israel. Y, “Como era de esperar”, escribe Mark Mysler en Ynet, “hubo desacuerdo entre Rabí Akiva (“van y no regresan”) y Rabí Eliezer”. Al cordobés Maimónides (siglo XI) se atribuye la cita: “Con respecto a la pregunta sobre las tribus, debes saber que este es un tema real y esperamos su llegada, porque están escondidos más allá de las montañas de la oscuridad, el río Gozan y el río Sambatyon”. De hecho, tal como explica Yehuda Shurpin en jabad.com, un sitio web de Chabad, organización jasídica que tiene su sede central en Brooklyn, Nueva York: “Durante miles de años, las leyendas de las tribus perdidas de Israel han fascinado a aventureros y exploradores. También para los estudiosos judíos, el paradero de las tribus ha sido objeto de debate y especulación. Y si bien nadie ha podido jamás determinarlo de manera concluyente, nos han llegado indicios —y quizás incluso destellos— de ellas a lo largo de su prolongado exilio”.
Entre las historias y leyendas, es famosa la atribuida a Rabí Meir Berbí Yitzhak, contemporáneo de Maimónides, que vivió en Worms (Alemania), y autor del himno litúrgico “Akdamut”, recitado por los askenazis en la festividad de Shavuot. Según la leyenda, Rabí Meir habría ido en busca de las diez tribus, porque uno de sus miembros era la persona capaz de salvar a los judíos de Worms. Las encontró tras cruzar el embravecido río Sambatyon. Quedó atrapado porque, a la vuelta, no pudo atravesar el río. Sí lo hizo el personaje que Meir había ido a buscar, que llegó a Worms con las instrucciones de Rabí Meir y el himno “Akdamut” que éste acababa de componer. También Binyamin Metudela (nuestro Benjamín de Tudela, siglo XII), menciona en su “Libro de viajes” las tribus perdidas de Israel. Benjamín recorrió el sur de Europa, el norte de África y Oriente próximo, describiendo la vida judía en las ciudades que visitaba. Residió un tiempo en la comunidad de Bagdad, y fue tal vez allí donde oyó lo que luego narra. Las tribus perdidas, según Benjamín, poseían viñedos, jardines y huertas. Las lideraba un tal Yosef Halevi. Y se habían aliado con una nación cuyos hombres no tenían narices, sino dos pequeños agujeros por donde salía el viento. Ya en nuestros días, el que fue segundo presidente del Estado de Israel, Yitzhak Ben Zvi, se interesó por el misterio de las tribus perdidas en su “The Exiled and the Redeemed: The Strange Jewish ‘Tribes’ of the Orient”. Y en 2018, el entonces Ministro de Asuntos de la Diáspora de Israel, Issac Herzog, encargó un informe que investigara las comunidades no judías con una afinidad especial con el pueblo judío. Se trataba principalmente de descendientes de conversos, especialmente en América del Sur (Antonio de Montezinos, judío sefardí portugués pretendió en el siglo XVII haber encontrado en las selvas del actual Ecuador una de las tribus perdidas). Herzog pidió igualmente que se investigara aquellas comunidades que dicen tener un apego parcial al pueblo judío. Además de en América Latina, esas comunidades se encuentran hoy al sur de Afganistán y oeste de Paquistán entre los Pastún, cuya ascendencia israelita ven posible algunos antropólogos judíos; en Kurdistán, Judíos asirios que dicen proceder de la tribu de Benjamín; en Cachemira los Pandits que, según el persa Al-Biruni descenderían de algunos judíos emigrantes de su época (Siglo XI); en el noreste de India (estados de Mizoram y Manipur) los Bnei Menashe, descendientes de israelitas, según dictaminó en 2005 el rabino jefe de Israel, y a los que se permite emigrar a Israel una vez formalizada su conversión al judaísmo.
En África son tres las comunidades que se dicen de origen judío. La más conocida es la de Etiopía, los Judíos Beta (o Felashas), bienvenidos en Israel desde que a partir de 1973 los reconocieran como judíos los entonces Rabino Jefe Sefardí Ovadia Yosef y Rabino Jefe Askenazí Shlomo Gore. Otra comunidad con posibles raíces israelitas es la de los Lemba de Zimbabue y Sudáfrica. Según sus tradiciones, sus ancestros fueron hombres blancos procedentes de un lugar en el Norte llamado “Sena”, que posteriormente habrían tomado esposas locales. Según los historiadores, ya en el siglo XVI la identidad y el sistema religioso de los Lemba era peculiar, con estrictas leyes de pureza y tabúes alimentarios. Solo comían carne que había sido sacrificada ritualmente por un Lemba, y el consumo de carne de cerdo se castigaba con la muerte. Hoy, algunos Lemba dicen ser judíos por su práctica religiosa, aunque sea diferencie de las prácticas judías ortodoxas. Los hay que son cristianos o, en Zimbabue, musulmanes. Pero la inmensa mayoría se perciben a sí mismos como étnicamente «judíos». Últimamente han sido noticia por los estudios genéticos llevados a cabo. Estudiando su DNA, el profesor Trefor Jenkins del Instituto Sudafricano de Investigación Médica y la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo, concluyó que habían sido semitas parte de los ancestros de los actuales Lemba. Limitando el estudio a los miembros varones de la comunidad, el profesor Steve Jones, genetista del University College de Londres, apuntó a que los ancestros semitas procedían del sur de Arabia, con coincidencias significativas de su cromosoma Y con el de habitantes de Hadramaut (Yemen). Todavía más significativo, también se descubrió que uno de los subclanes sudafricanos de los Lemba porta un haplotipo que se ha relacionado con el sacerdocio judío: el haplotipo modal de Cohen.
La más controvertida en cuanto a sus orígenes es la de Nigeria, en donde unos 12.000 Igbos se consideran judíos. Para Chidi Ugwu, un igbo, antropólogo de la Universidad de Nigeria en Enugu, señala que esta identificación de los igbos con el judaísmo surgió solo como compensación sicológica, después de su derrota en la guerra civil de Biafra (1967-1970). También tiene dudas el rabino Eliezer Simcha Weisz, presidente del departamento de asuntos exteriores del Consejo del Rabinato de Israel, el organismo que determina las reclamaciones de ascendencia judía, que declaró a la BBC (18 de octubre 2021): “Dicen descender de Gad, uno de los hijos de nuestro antepasado Jacob, pero no pueden probar que sus abuelos fueran judíos”. En favor de los judíos igbos milita Daniel Limor, un exagente del Mossad nacido en Montevideo que llegó a dirigir una operación para llevar en secreto a judíos etíopes a Israel a través de Sudán. Ha visitado las comunidades judías en Nigeria desde la década de 1980 y argumenta que practicaban el judaísmo mucho antes de la guerra civil de Biafra. Adhiere a la teoría según la cual esos judíos llegaron desde Marruecos hace 500 años, estableciéndose primero en Tombuctú antes de viajar más al sur. Habría que estudiar si esa emigración tuviera algo que ver con la gesta de los moriscos españoles al servicio del rey de Marruecos, que conquistaron Tombuctú en 1591. Daniel Limor espera que eventualmente los judíos igbo obtengan el reconocimiento que merecen. “El judaísmo va más allá del color de la piel, está en el corazón”, comentó Limor a la BBC. ¿Aludía y criticaba un cierto racismo?
Ramón Echeverría
CIDAF-UCM