Uno de los mitos comunes asociados cuando se habla de África Subsahariana se refiere a la Salud. Cualquiera que planifique un viaje hacia zonas de la región recibirá de golpe y de manera formal e informal diversos tipos de información relacionada con la protección de la salud personal que seguramente le hagan replantear su viaje.
La Conferencia Internacional sobre Atención Primaria celebrada en Alma-Ata definió la salud como la ausencia de enfermedades y la presencia de bienestar físico o social. Esto es, como la ausencia de riesgos y peligros sanitarios. Actualmente en África los principales problemas sanitarios que podemos encontrar son la mortalidad materno-infantil, las enfermedades infecciosas y las no transmisibles. Para el occidental, en especial el europeo, existe la sensación de que, nada más bajar del avión, se verá sumergido en un continuo ambiente de amenaza hacia su salud. Cualquier cosa que coma/beba puede estar hecha para matarle. O esa es la sensación que tiene. Y frente a esto, los africanos y las africanas viven sin ningún tipo de miedo, son riesgos que están presentes en su vida diaria que carece de ese velo irreal de seguridad en torno al que hemos creado nuestro día a día.
La automedicación es una de las armas africanas, habiendo establecido por tanto una manera de autodiagnosticarse –si se tiene fiebre hoy, se toma paracetamol: si la fiebre se va pero a los pocos días vuelve, es paludismo. Proliferan las farmacias ilegales con medicamentos caducados o falsificados y que no conocen qué están recetando a sus enfermos. Y, por supuesto, surge la medicina tradicional como elemento alternativo a los inaccesibles –por razones económicas o de distancia- hospitales.
Esta medicina africana, basada en la experiencia propia y el sentido común, no le sirve al occidental. Ni le sirve ahora ni le servía hace un siglo, cuando era el colono. Fue entonces cuando se estableció una doble sanidad. Por un lado un sistema para los colonos y por otro, coexistiendo, uno para la población local que consistía más en temas de higiene y mantenimiento del prolatariado. A partir de 1920, y hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, quizás debido a que los africanos combaten con los europeos en la Gran Guerra, se comienza a establecer un verdadero sistema sanitario que es el que heredarán los países independientes y el que destrozarán los Programas de Ajuste Estructural del FMI y del Banco Mundial al proponer su privatización y el fin de los subsidios estatales al sistema.
Pero a día de hoy, si hablamos de Salud y de África podremos comprobar cómo la mayoría de los occidentales asocia a la relación una palabra: VIH/SIDA. Asociados al Sida hay infinitos puntos mal explicados que, de manera muy sencilla, todo el mundo puede ver resueltos. Pero en este blog, que no es absoluto un consultorio sanitario aunque algo de terapéutico sí que tiene, lo que nos interesa es resolver mitos en torno a las políticas de Sida en África y sus consecuencias.
De primeras hay que considerar la gran presencia del virus en la zona. Se calcula que al menos un cuarto de la población total del continente es positiva. Para muchos expertos en Relaciones Internacionales, hablar de Sida en África, con estas cifras en la mente, equivale a hacer llamamientos para la prevención de conflictos y revoluciones. Con una obtusa visión sobre la formación de los conflictos, estos expertos cridan apelando que cuanta más importancia cobre la pandemia, más virulentas serán las sacudidas políticas. Pero lo cierto es que no está ocurriendo así.
En África Subsahariana, las relaciones sociales están hechas para aguantar el peso de los fallos del gobierno. Las políticas públicas en torno al Sida son, en muchos casos, ineficaces o inexistentes. Paradójico era el caso del ahora ex–Presidente de Sudáfrica Thabo Mbeki, quien en un congreso internacional sobre la enfermedad realizado en su propio país negaba la existencia de ésta. O la de su Ministra de Sanidad, Manto Tshabalala-Msimang, quien recomendaba ajos y vitaminas como remedio para combatir la enfermedad. Estos casos, caricaturizados por la prensa internacional debido a su incapacidad para analizar lo que pasa más allá del Mediterráneo, nos dejaban entrever que existían diversas maneras de acercarse a la enfermedad en el continente.
Las formas de resistir o de rebelarse en África no son necesariamente las mismas que en occidente. África Subsahariana, para suerte o para desgracia, está acostumbrada a convivir con otro tipo de pandemias que esquilman la población y hacen estragos en sus relaciones sociales. Sin embargo, ninguna de éstas han conseguido acabar con su estructura ni con su fortaleza. En un momento en el que África tiene más líderes elegidos democráticamente que en toda su Historia, las políticas públicas de salud siguen siendo pequeñas aportaciones y el peso real sobre la gestión de las consecuencias de las pandemias así como sobre su control, recae en las redes sociales de autoayuda.
Un vistazo por uno de los problemas sociales derivados del Sida son los huérfanos. Aproximadamente 12 millones de niños y niñas en África Subsahariana han perdido al padre o a la madre a causa de la enfermedad. Cabría pensarse que sobre aquellos niños que han perdido a los dos padres se cierne la desprotección, sin embargo la red familiar, de carácter extenso, acoge a éstos y termina por reconducir su situación personal.
Como con todo en África, los líderes mundiales –o cabría más decir imperiales- opinan libremente sobre qué hacer o no hacer para solucionar la pandemia del Sida en el continente. En días como hoy, en donde internacionalmente se guarda un emotivo momento para charlar de la enfermedad, merece la pena lanzar un grito contra todos aquellos que, a través de su profunda ignorancia –como la del video que a continuación les dejo- siguen pensando que África es un continente-laboratorio en donde aquello en lo que ellos creen “tiene que funcionar”, aunque sea a la fuerza.
Original en : El Sr. Kurtz