El desempleo que afecta a la mayoría de la población joven en Kenia es una bomba que acabará explotando por algún lado antes o después, ya que Kenia es una nación donde tres cuartos de la población son menores de 30 años. Debido a la pobreza y a la desesperanza, consecuencia de la elevada tasa de desempleo, miles de jóvenes kenianas han sido reclutadas por el grupo armado de Somalia, Al Shabab, en la última década; pues el perfil óptimo de personas reclutadas por este tipo de «sectas» son mujeres vulnerables que se enfrentan a tasas de desempleo extremadamente altas. Además, las féminas son especialmente atrayentes para Al Shabab porque es mucho menos probable que levanten sospechas.
Robert «Rowbow» Ochola, un DJ de la radio y activista que se dedica a rehabilitar a antiguos combatientes, cuenta que: «ellas (las mujeres) son usadas para reunir inteligencia, recopilar información, y están siendo usadas como espías». Ochola cree que la falta de oportunidades y de esperanza son una de las razones principales que llevan a las jóvenes kenianas a tomar la decisión de unirse a Al Shabab.
Fatuma, una antigua luchadora de Al Shabab que ahora trabaja como peluquera, conductora de mototaxi y trabajadora social para la comunidad, opina: «si hubiera tenido un trabajo como el que tengo ahora, si hubiera sido capaz de vivir, de poner comida en la mesa y de satisfacer mis necesidades básicas, no hubiera considerado hacer lo que hice (unirse a Al Shabab)». Fatuma, además, fue una de las primeras combatientes kenianas en unirse a Al Shabab, cuando el grupo se formó en 2006. Fatuma añade: «solo tenía 17 años cuando lo conocí (a mi marido). Sabía que él quería casarse conmigo y (él me dijo) que volvería a ir a la escuela… Después de descubrir que era un combatiente de Al Shabab, me di cuenta de que mi vida estaba arruinada. Sabía que me había mentido… pero no tenía a dónde ir, así que decidí quedarme con él. Estuve 3 años. Al menos ahí podía comer».
Después de que su marido desapareciera luchando en Somalia, Fatuma se las ingenió para escapar y volver a casa. Sin embargo, las personas que vuelven de Somalia no solo sufren represalias de Al Shabab, sino que la dura estrategia de seguridad del gobierno de Kenia ha alienado a los antiguos combatientes, quienes han acusado a la Unidad de Policía Antiterrorista (ATPU, por sus siglas en inglés) de cometer hostigamientos y asesinatos extrajudiciales.
Mientras que en los tiempos más recientes las mujeres han jugado un papel activo en extender la ideología de Al Shabab en Kenia, éstas también han estado al frente de las iniciativas de Prevención y Contraataque al Extremismo Violento (P/CVE, siglas en inglés). Hidaya Said, una activista de P/CVE, ha opinado que: «cuando alguien vuelve, se le debería dar una segunda oportunidad y rehabilitación, porque desde que la policía empezó a matarlos, secuestrarlos y aniquilarlos, este problema ha empeorado todavía más».
El hijo de Hidaya fue un suicida involucrado en el ataque al campo base de Halane en 2014 en Somalia. Hidata cuenta que «Como resultado, todo el mundo me vio como una mala persona, no como un ser humano normal. (Y) De repente sucedió que estaba pasando (lo mismo) en esta casa y en esa casa y había muchas de nosotras ahora. Ahí es cuando me di cuenta de que es una tragedia que afecta a todo el mundo; así que comencé a juntar a todas las madres y empezamos a quedar y a hablar y a compartir».
Desde septiembre de 2017, Al Shabab ha estado ordenando a las comunidades que se le provea de cientos de niños a partir de 8 años o que se atengan a las represalias. En los últimos meses, de acuerdo con Human Rights Watch, cientos de niños han huido solos de sus hogares para escapar del reclutamiento forzado.
Hidaya opina que mientras el gobierno de Kenia se toma la amenaza de radicalización muy seriamente, se necesita hacer mucho más desde la raíz del problema para rehabilitar a los excombatientes y evitar que haya futuros afiliados. «Todo el dinero que el gobierno dona a las ONGs para lidiar con la radicalización y la violencia extrema, debería dárnoslo a nosotras las mujeres que trabajamos aquí, en la base, porque realmente nosotras conocemos este problema y de dónde proviene. Y también sabemos como acabar con él. (La forma) no es con mucho dinero gastado en grandes hoteles. Es aquí abajo donde hay un asunto apremiante».
Fuente: Al Jazeera
[Traducción y edición, Sara Gil Martín-Serrano]
[Fundación Sur]
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