Las farmacias volantes africanas , por Antonio Molina

12/11/2009 | Bitácora africana

No se trata de los botiquines de los aviones, sino de unos puestos de venta de medicamentos, a veces instalados en carritos, que van por los mercados y hasta a las puertas de los hospitales, para vender los medicamentos más corrientes a la pieza, pues todos no disponen de dinero para comprar un embalaje de comprimidos, un bote de pomada o una botella de jarabe. Casi todo se puede fraccionar, y se fracciona para venderlo en dosis.

LOS REAJUSTES DE LOS AÑOS 80

Los países del África Occidental sufrieron una crisis económica en la década de los 80 del siglo XX, a ella se siguieron planes de reajustes estructurales, que culminaron con la devaluación del Fr. Cfa, en 1994. Desde entonces los “medicamentos buenos” se pusieron por las nubes, quedando por encima de las posibilidades de la mayor parte de los enfermos.

A estas circunstancias exteriores se suma una demografía galopante, que ha multiplicado los clientes virtuales de los medicamentos, gracias también a la multiplicación de los establecimientos sanitarios:

hospitales, dispensarios, maternidades, ambulatorios…y al desprestigio de algunos curanderos-charlatanes. Existe el “mito del comprimido, de la píldora y de la inyección.”

A esto yo añadiría el fenómeno de la urbanización, que dificulta la consulta del curandero local de las zonas rurales, conocedor de las plantas.

NACE EL COMERCIO CALLEJERO DE LOS REMEDIOS

En cualquier mercado africano encontramos puestos que venden medicamentos a la pieza, como en otros puestos venden los cigarrillos a pares o los terrones de azúcar para la papilla del bebé.¡Hasta los fósforos se venden sueltos! El nivel de la gente es tan bajo, que el comerciante se ve obligado a abrir los embalajes y los paquetes para vender por lo menudo.

En las Farmacias de tipo occidental se venden los medicamentos en su embalaje original, sean cajas, botes o frascos. Pero cuando a un africano le duele la cabeza o está con la tiritona de la malaria y sólo tiene unas moneditas en el bolsillo, pues se compra un par de aspirinas o cloroquinas…El medicamento le cuesta más caro, pero la cantidad desembolsada es menor; gasta todo lo que tiene.

¿DONDE ESTÁ EL PROBLEMA?

No es el hecho de fraccionar el contenido de un embalaje y la venta a la pieza, lo que causa problema sanitario. El problema está en que los botes abiertos se quedan expuestos al sol y al viento, ya no se controlan las fechas de caducidad, y a veces hasta se mezclan involuntariamente unas cápsulas con otras o se confunden las pastillas del mismo color y formato. Ahí está el peligro, además de que las dosis de caballo pueden llegar a matar a los niños.

Sin duda que esta práctica abre la puerta a todos los fraudes, entre los que descuellan los medicamentos falsificados en países como India y China.

Los “doctores callejeros” son casi siempre jóvenes sin trabajo, que se esfuerzan por ganarse la vida. En general dependen de un mayorista o de una farmacia, que les vende muy baratos los medicamentos caducados.

La única formación sanitaria que tienen la han recibido de los mayoristas o de otro compañero con quien hicieron el aprendizaje del oficio. Las pastillas blancas curan tal enfermedad, estas mayores son para el dolor de cabeza, las cápsulas amarillas para la diarrea, y estos sobres con polvos para el mal de vientre…Así se aprende la farmacopea y así se hacen “milagros”…Los adultos soportan mejor los errores de diagnóstico, pero cuando se trata de niños, son numerosos los que se van al otro barrio sin autorización de nadie. ¡Pobrecillos! .

Son víctimas de la pobreza conjugada con la ignorancia de los padres y de los “dokotoros callejeros”. La justicia mira para otro lado y nadie se preocupa de estos “asesinos callejeros”…

¿QUIENES SON LOS CLIENTES?

Los hay de todas clases. Desde los pequeños funcionarios y empleados de firmas comerciales, que no pueden perder tiempo en las filas de espera de las consultas de los hospitales, hasta los campesinos recién llegados a la ciudad y que ignoran los circuitos y vericuetos de la sanidad pública.

Uno de los lugares privilegiados de venta son las estaciones de autobuses y camiones; allí los viajeros, después de horas y horas de camino a pleno sol, encaramados en los alto de un camión, tienen dolor de cabeza y sienten su cuerpo molido por los vaivenes y saltos provocados por los baches de los caminos y carreteras en pésimo estado.

También se encuentran mujeres de regreso del dispensario con sus hijos, esperando un transporte para ir a sus pueblos. Llevan la receta en la mano y van al puesto del “dokotoro” para ver lo que pueden conseguir con el poco dinero que les queda. Ante estas conductas…

¿QUÉ RESPONDEN LOS CLIENTES PARA JUSTIFICARSE?

La razón principal invocada es la falta de dinero. Cuanto menos se gana, más fuerte es la tentación de ir a la farmacia volante, para comprar el medicamento más barato. Además, tanto los médicos como los enfermeros diplomados, abusivamente llamados “dokotoros”, costumbran dar recetas muy largas, que cuestan un ojo de la cara.
Por otro lado, los enfermos o las mamás son analfabetos incapaces de leer los prospectos de instrucciones, mientras que el “farmacéutico callejero” se lo explicará con palabras a su nivel de comprensión: Tomas una pastilla por la mañana, otra al mediodía y otra por la noche…Así dicho es fácil de recordar.

Además el barullo del mercado, con sus gritos y ruidos, parece proteger la confidencialidad y el pudor de los africanos ante los servicios de salud. Son numerosas las etnias donde es vergonzoso hablar de las enfermedades, como si el enfermo fuera el culpable de haberlas contraído. Cosa que en algunos casos es cierto, pero que, en la mayor parte de las situaciones, la infección es provocada por la falta de higiene y de medidas de prevención y por la contaminación medioambiental, falta de equipamientos sanitarios como el alcantarillado, etc…

Hay que añadir que en las Farmacias de África se venden muchos genéricos a la pieza, pues son adquiridos en grandes cantidades en embalaje hospitalar y luego se venden las pastillas, los comprimidos o píldoras en bolsitas de plástico anónimas, que sirven para todos los medicamentos por igual. Lo que se presta a las confusiones antes aludidas.

¿DE DONDE PROVIENEN ESTOS MEDICAMENTOS?

Los medicamentos falsificados vienen en particular del Sureste asiático, de la India y principalmente del gigante de la falsificación, China. En África occidental el principal país origen de las falsificaciones es Nigeria.

Otros medicamentos son buenos y llegan a las “farmacias volantes” porque son fruto de robos de los depósitos de los dispensarios y hospitales, pero también del tráfico practicado por enfermeros corruptos, que desvían ciertas cantidades de remedios para la vía callejera, ganándose así un sobresueldo, ya hicimos alusión a los restos de stocks parados de fecha y que las farmacias liquidan por esta vía paralela.

Cosa notoria es que son raras las inspecciones realizadas por las autoridades sanitarias y casi nunca se imponen multas por la venta incontrolada de estos medicamentos.

Da la impresión que existe una cierta tolerancia por parte de los poderes públicos hacia las “farmacias volantes” y sus doctores callejeros. Pues todo el mundo reconoce que si hubiera voluntad política por parte del Gobierno de acabar con este negocio, en pocos días se podía liquidar la venta callejera.

Es preciso educar a la población para que compre en las Farmacias legales y llevar un control de los precios de los medicamentos en estas farmacias. Igualmente hay que controlar más e imponer castigos ejemplares al personal sanitario, que trafica con medicamentos destinados a ser distribuidos gratuitamente a los más necesitados.

LA POLÍTICA SANITARIA

Bastantes estados han hecho y están haciendo esfuerzos para cubrir el territorio con una red de hospitales y centros sanitarios menores, con personal cualificado y equipamientos modernos, pero donde hay numerosos fallos es en el aprovisionamiento regular con medicamentos eficaces de buena calidad, donde los genéricos ocupen el lugar que les corresponde y los otros fallos se sitúan en la formación del personal sanitario, no sólo competente por sus conocimientos, sino también éticamente correcto, para saber respetar lo que pertenece a todos, en especial a los pobres, y que no vacíen los depósitos de las farmacias de los hospitales, para abastecer la venta callejera.

Quien roba medicamentos, no sólo está robando a la sociedad, lo que pertenece a todos. Sino que está robando a los enfermos más pobres, que carecen de medios económicos para comprarlos y que tienen derecho preferente a que el estado se los proporcione gratis o por un precio simbólico.

Una vez más, para que las cosas funcionen, hace falta gente honrada.

Autor

  • Molina Molina, Antonio José

    Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

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