La secretaria general adjunta de Asuntos Políticos y de Consolidación de la Paz de las Naciones Unidas, Rosemary Anne DiCarlo, informó al Consejo de Seguridad sobre la situación en Sudán el pasado viernes 19 de abril.

La guerra en Sudán ha provocado “una crisis de proporciones épicas”, alimentada por armas de agentes extranjeros que siguen despreciando las sanciones de la ONU, añadió DiCarlo.»Si las partes han podido mantener su confrontación es, en gran parte, gracias al apoyo material que reciben desde fuera de Sudán«, afirmó.

«Estos actores externos continúan despreciando el régimen de sanciones impuesto por el Consejo de Seguridad para apoyar una solución política, alimentando así el conflicto. Esto es ilegal, es inmoral y debe terminar».

El régimen de sanciones impuesto a Sudán por la resolución 1591 menciona a las partes en el conflicto de Darfur, que estalló a principios de la década de 2000, incluye un embargo de armas y municiones, así como la congelación de activos.

Mohamed Ibn Chambas, presidente del panel de la Unión Africana sobre Sudán y alto representante de su iniciativa Silenciar las armas en África, calificó la interferencia externa como “un factor importante que agrava tanto los esfuerzos para negociar un alto el fuego como para detener la guerra”.

Ni DiCarlo ni Chambas nombraron a ninguno de los agentes extranjeros. Pero algunos in formes han alegado que Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto están involucrados en la continuación de la guerra.

A pesar de los esfuerzos de paz en el continente y fuera de él, el conflicto continúa. El representante de Sudán en la ONU abogó por soluciones sudanesas a la guerra. «Pedimos lo siguiente: no instrumentalizar el conflicto en Sudán e imponer soluciones desde el exterior, porque esto daña el proceso de resolución del conflicto y compromete la capacidad de Sudán para apropiarse de este proceso«, dijo Al-Harith Idriss al-Harith Mohamed al Consejo de Seguridad.

El jefe político de la ONU pintó un panorama terrible del impacto del conflicto: más de 14.000 muertos, decenas de miles de heridos y una hambruna inminente con 25 millones de personas necesitadas de asistencia vital y más de 8,6 millones obligados a huir de sus hogares.

Sudán se sumió en el caos el 15 de abril del año pasado cuando las tensiones latentes entre su ejército, liderado por el general Abdel Fattah Burhan, y el paramilitar de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), comandado por Mohammed Hamdan Dagalo, estallaron en batallas callejeras.

Desde entonces, los generales no se han reunido. Las RSF, dominadas por los árabes, han llevado a cabo ataques brutales en Darfur contra civiles de las etnias locales, especialmente la comunidad masalit, y han tomado el control de la mayor parte de esta vasta región.

Su nuevo objetivo parece ser El Fasher, la capital de Darfur del Norte. Edem Wosornu, director de operaciones de la oficina humanitaria de la ONU, informó que las milicias afiliadas a las RSF atacaron y quemaron aldeas al oeste de El Fasher el pasado 13 de abril.

Fuentes: Africanews, AP y UNTV

[Edición y traducción, Jesús Zubiría]

[CIDAF-UCM]