Trump amenaza a amigos, socios y a países neutros. ¿Y África? «Décrypter l’Afrique» («Descifrando África») es una revista semanal de noticias políticas del continente, producida y presentada por Théophile Kouamouo, periodista, bloguero y ensayista francés, de origen camerunés. El pasado 26 de enero, en un artículo titulado “Donald Trump: comment les africains le voient (et ça peut choquer en Europe)» (Donald Trump: cómo lo ven los africanos [y eso podría escandalizar en Europa])”, Kouamouo escribía: “El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha provocado reacciones contrastantes en todo el mundo. En África, al contrario de lo que se podría pensar en Europa, este retorno no se percibe como una catástrofe. Es cierto que Trump había llamado a varias naciones africanas «países de mierda» en 2018, pero paradójicamente, a menudo se le ve como un líder sin hipocresía, en contraste con los demócratas, que son considerados igual de racistas, pero más hipócritas”.
Acabo de visitar la página web de Kouamouo y veo que aún no ha reaccionado a las noticias que nos han llegado este 3 de febrero, en la sección Internacional de numerosos medios. Por ejemplo, en Le Journal de Québec: “Elon Musk califica a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo de «organización criminal»”. “Créditos congelados: Trump y Musk atacan a la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional”. Algo que el cotidiano europeo La Croix titula así: “Al congelar la ayuda internacional americana, Trump hace temblar el sector humanitario”. Una noticia más particularizada es la de EFE, “Trump amenaza a Sudáfrica por practicar «una violación masiva de los derechos humanos”. Noticia que también aparece en otros medios: “Trump acusa a Sudáfrica de confiscación de tierras y dice que va a cortar todos los fondos ([de cooperación y ayuda]”. La noticia se refiere a la ley, aprobada en enero por el gobierno sudafricano, que prevé la posibilidad de confiscar tierras en manos de sudafricanos blancos para repartirlas entre la población negra.
Desnudas, las mentiras son fácilmente detectables. Y como son inteligentes, Musk y Trump no las utilizan a menudo. Lo que sí hacen es darles credibilidad acompañándolas con medias verdades. Así en la probable cesación de USAid y en la suspensión de fondos a Sudáfrica. Continuadora del Plan Marshall, y creada en 1961 como agencia independiente por una ley del Congreso, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAid) siempre ha tenido como objetivo principal proporcionar ayuda a los países en desarrollo, directamente o a través de la financiación de ONG. Muy a menudo el poder corrompe. Y con un presupuesto de 42.800 millones de dólares, sería extraño que USAid no necesitara un serio control y, como el resto de la administración, una cura de adelgazamiento, objetivo para el que Musk ha sido nombrado. Pero según éste, USAid es una “organización criminal”. «¿Saben ustedes que con el dinero de los contribuyentes USAID ha financiado investigaciones sobre armas biológicas, incluido el Covid-19, que ha matado a millones de personas?», ha informado Musk en su cuenta de X. Así que, tan pronto como asumió el cargo el 20 de enero, el presidente estadounidense suspendió la ayuda exterior durante tres meses, “tiempo para una revisión completa de la misma”, y para rastrear, entre otros, los programas que promueven la diversidad o el aborto.
El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, firmó el mes pasado un proyecto de ley que estipula que el gobierno puede, en ciertas circunstancias, ofrecer «cero compensaciones» por la propiedad que decida expropiar en interés público. “Sudáfrica está confiscando tierras y tratando a ciertas clases de personas MUY MAL”, escribió Trump el pasado domingo en su plataforma Truth Social. “Cortaré todos los fondos a Sudáfrica hasta que se complete una investigación exhaustiva de lo que está ocurriendo”, añadió delante de algunos periodistas. Si Musk y Trump buscaran únicamente la eficacia de las instituciones en las que su gobierno participa directa o indirectamente, se entendería su desconfianza hacia la expropiación de tierras aprobada por el gobierno sudafricano. En Zimbabue, a principios de la década de 2000, bajo el gobierno de Mugabe, unos 4.000 terratenientes blancos fueron desalojados por la fuerza de sus tierras en favor de los agricultores negros. Pero las tierras terminaron en manos de los amiguetes del régimen que, además, no eran buenos agricultores, con la consiguiente espectacular caída de la producción agrícola. El hecho es que Trump no quiere tener en cuenta que, en Sudáfrica, el delicado problema de las tierras se originó cuando en 1913, bajo dominio británico, la Natives Land Act sirvió para expulsar de sus tierras a miles de familias negras. Ni tampoco escucha la opinión de los miembros de Alianza Democrática (AD) presentes en el gobierno de coalición sudafricano. Según John Steenhuisen, jefe de la AD y ministro de agricultura, “habrá que modificar la ley”, “Sin embargo, no es cierto que la ley permita que el Estado se apodere de tierras de manera arbitraria”.
Puede que también detrás de la antipatía implícita de Trump hacia el gobierno sudafricano actual (Sudáfrica forma parte de los BRICS, a los que también Trump ha amenazado con aranceles), esté la influencia de algunos de los magnates blancos de origen sudafricano de los que Trump se ha rodeado: David Sacks, su recién nombrado zar de la inteligencia artificial y las criptomonedas, que cofundó PayPal junto con Musk. El multimillonario Peter Thiel, otro cofundador de PayPal, quien presentó a Trump a su vicepresidente, J.D. Vance, también vivió en África del Sur, incluido un tiempo en Namibia, que entonces estaba controlada por Pretoria. Y el mismo Elon Musk, nacido en Pretoria el 28 de junio de 1971, de padre ingeniero y madre modelo nacida en Canadá, y que abandonó el país al final de su adolescencia.
Con todo, ante la ley del más fuerte, el presidente sudafricano Ramaphosa ha tenido que adoptar un tono conciliador. Tras defender que se trata de un “proceso legal establecido por la Constitución que garantiza el acceso público a la tierra de manera equitativa y justa”, Ramaphosa ha añadido: “Esperamos poder dialogar con la administración Trump sobre nuestra política de reforma agraria y otros temas de interés bilateral”. Pero Donald Trump busca hacer tratos desde una posición de fuerza. Y aún no sabemos qué es lo que en realidad quiere obtener de Sudáfrica.
Ramón Echeverría
CIDAF-UCM