Autora: Ruth Fernández Sanabria
El sistema de creencias Yoruba dice que todos tenemos un Ori, una energía que nos elige y se asienta en nuestro ser incluso antes de nacer, al concebirse, mientras nuestro cuerpo se moldea. Así determina nuestra alma, es la parte espiritual que envuelve nuestro físico. El Ori es quienes somos en esencia y es lo que identifica Laolu Senbanjo (más conocido como Laolu) para crear ‘The Sacred Art of the Ori’, una experiencia espiritual entre pintor y modelo. Una vivencia íntima no tanto en la medida en que el cuerpo desnudo de aquel a quien pinta es usado como lienzo, sino tal y como explica el artista nigeriano en su web, en el sentido de que “conectamos nuestras mentes, cuerpos y almas a un nivel superior. Yo pinto su espíritu y su alma desde esa conexión. Esto nos da la vida”.
Quizás podría decirse que es la creación artística en su totalidad la que da sentido a la vida de Laolu porque, aunque ha hecho del arte su sustento, hasta hace relativamente poco no era así. Fue en el año 2013 cuando decidió que su tiempo como artista tenía que abarcar más que las horas libres que le dejaba su trabajo como abogado de la Comisión de Derechos Humanos de Nigeria, y puso rumbo a Nueva York. A partir de ese momento comenzó a dar rienda suelta a su vocación a través de la pintura y sobre todo de la música, su principal forma de expresión. Aunque lo cierto es que ambas bebían de la misma fuente al tratar siempre sobre temas ligados a la justicia social plasmados mediante componentes de la herencia yoruba del autor. Un estilo que ya en 2007 este joven nigeriano había acuñado como ‘Afromysterics’ que significa, según sus palabras, “el misterio del patrón de pensamiento africano“. Un término que se llevó en la maleta y con el que contagió a un grupo de músicos de Brooklyn con quienes formó Laolu Senbanjo & the Afromysterics.
No obstante, un día la balanza que mantenía en equilibrio esta dualidad artística se inclinó con fuerza y marcó su trayectoria. Ocurrió al ver una foto de la diseñadora de joyas y modelo Reign Apiim frente a una de sus pinturas. Entonces sintió que ella era en sí misma una extensión de la obra que tenía detrás, le escribió para que fuera su musa y así surgió ‘The Sacred Art of the Ori’. El escaparate que supone la cuenta de Instagram de esta neoyorkina, con más de sesenta mil seguidores, dio una gran visibilidad a la obra de Laolu quien no ha parado de encarnar el alma que ve en aquellos a los que ha pintado la piel. Un modo de concebir esta pintura que supone una vuelta a los orígenes del arte corporal. Mientras el body painting es una técnica surgida a finales del siglo XX que muestra una gran destreza pictórica, cargada de belleza pero con una finalidad exclusivamente estética; Laolu Senbanjo devuelve la concepción cultural de usar pigmentos sobre el cuerpo para reafirmar la identidad y situar al individuo con su entorno.
Una manera de entender el arte corporal común a muchas culturas africanas, que no sólo utilizan técnicas pictóricas sino que también realizan marcas en la piel. La etnia yoruba precisamente es un ejemplo de esta práctica, ya en desuso, denominada ‘illa’. La gran diversidad de grupos culturales presentes en Nigeria constituye una muestra de la carga identificadora que porta este género artístico. Así, los igbo, los kanuri o los hausa expresan la personalidad y el linaje de cada individuo a través de los trazos que pintan en su cuerpo. Una costumbre antaño muy presente para discernir la procedencia a primera vista y hoy más relegada a poner en valor la identidad y el sentir de la comunidad en las fiestas tradicionales. De este modo lo entiende también el pueblo Turkana, en Kenia o los masái situados también entre Kenia y Tanzania.
En el caso de ‘The Sacred Art of Ori’, la expresión de la identidad a través del cuerpo se reinventa para despojarse del carácter de colectividad que recoge la tradición de arte corporal de numerosas sociedades africanas y convertirse en algo mucho más íntimo. Una experiencia entre pintor y modelo en la que la desnudez adquiere un doble significado que trasciende el físico al dejar al descubierto lo esencial de quienes a menudo serán unos extraños. Y otros no tanto, o al menos, mucho más conocidos en cuanto a su papel como personajes públicos. Es el caso de Seun Kuti, Alicia Keys, Ibeyi y otros afrodescendientes que han querido ver la interpretación que este artista hace de su Ori. Entre ellos Beyoncé, quien incluyó la pintura corporal de Laolu para la canción ‘Sorry’ difundida en el cuarto capítulo de los vídeoclips de su último trabajo, Lemonade.
Más allá de la pantalla también ha sido un gran año para Laolu Senbanjo, con muestras de su proceso de pintura en el Museo de Brooklyn y participando en la exposición ‘Sounds of Africa’, del Museo Grammy. Si bien para este artista su obra no se limita a un museo, a una pared o lámina, tampoco se reduce a los cuerpos. Para él todo es susceptible al arte, también los zapatos. Tanto es así que hasta hace ropa a medida con diseños de sus pinturas e incluso colaboró con Nike en la creación de una línea de inspiración Yoruba para uno de sus modelos de zapatillas.
La estética que evoca lo africano está de moda, lo que significa que hay una visión que vende y, por tanto gusta, de lo que también es África. En el imaginario colectivo de Occidente ésta perspectiva reciente está empezando a convivir con la imagen dramática que se le ha atribuido al continente de una manera total y, en consecuencia, se está gestando una concepción de África más real. Algo parecido a lo que hace Laolu con su pintura, que quizás a priori también guste sólo por su valor estético, pero que muestra la esencia que esconde la estructura más visible. En el caso del artista, esta estructura es el cuerpo. En el caso de las realidades africanas, es la imagen forjada que tradicionalmente se difunde en los medios de comunicación de masas. En ambos, la estética del arte encarna el alma para demostrar que es una parte que existe, que ésta también es de carne y hueso.
Original en : Wiriko