Cuando hace un mes Arabia Saudí ejecutó, acusado de terrorismo, al imam Nimr al-Nimr, un líder de la (reprimida) comunidad chiíta saudí, muchos pensaron que era un episodio más, aunque sangriento esta vez, del conflicto que opone a Irán y Arabia Saudí, al chiismo y al sunismo, a árabes y persas, enfrentamiento que tiene como protagonistas a los dos principales productores de petróleo del mundo, sobre todo ahora que Irán ya no está sometido a sanciones y puede exportar crudo.
Lo que pocos esperaban es que esta crisis afectara a los países africanos que han tenido, poco a poco, que posicionarse ante este conflicto ya sea apoyando a uno o insistiendo en su neutralidad. Sudán, Djibuti y Somalia han roto relaciones con Irán. Y eso que durante mucho tiempo Sudán fue un importante aliado de Teherán. Argelia y Nigeria manifiestan su posición de no injerencia en los asuntos internos saudíes (el asunto de las ejecuciones de Al-Nimr y 45 activistas de Al-Qaida). Otros países como Mauritania, Senegal o Egipto que participan en la colación militar saudí en Yemen están, de facto, del lado saudí. Esta coalición hace frente a los rebeldes apoyados por… Teherán. Marruecos ha tenido una historia de relaciones diplomáticas interrumpidas y reanudadas con Irán que hacen que su posición, sea cual sea, pueda tener causas que poco tengan que ver con esta crisis.
Recordemos que numerosos musulmanes de África viajan a Meca y Medina, lugares santos del islam, cada año y para ello deben obtener un visado saudí; pero además el número de estos peregrinos corresponde a una cuota por país fijada unilateralmente por Riad, lo cual puede convertirse en un elemento de presión.
En Arabia Saudí se encuentra también la sede de la Conferencia Islámica, que a diferencia de la Liga Árabe con sede en Egipto, reúne a numerosos países africanos, esta instancia es, sin duda, un escenario propicio a las múltiples presiones hacia los países africanos… pues Irán también es miembro.
[Editor de AfroIslam: José María Cantal Rivas]
[Fundación Sur]
0 comentarios