La supervivencia de los lémures en Madagascar

25/10/2016 | Crónicas y reportajes

Amenazadas por la deforestación y la caza, muchas especies de lémures (1), pequeños primates emblemáticos de Madagascar, se han refugiado en un santuario privado al sur de la Isla Grande, que intenta, con sus limitados recursos, protegerlos.

Los chillidos estridentes llegan desde una plantación de bambú que bordea la rivera de la reserva de Nahampoana. La pequeña cabeza de un hapalémur gris aparece entre los largos tallos, mientras que un poco más allá tres lémures bailarines juegan en los árboles.

«Aquí tenemos seis especies de lémures, cuatro diurnos y dos nocturnos”, explica Léonard Dauphin, jefe de personal del santuario.

«Los lémures han llegado aquí de forma natural, ya que están tranquilos y protegidos en la reserva. Y su número está aumentando, ahora hay cuatro familias», dice el anciano, que estuvo involucrado en la creación del parque en 1997.

La población del parque llega a los 150 animales en la actualidad. Los «makis catta» (lémures de cola anillada), verdaderos iconos de la isla del Océano Índico, se divierten en medio de las tortugas, los cocodrilos y las ranas que habitan en esta reserva de 50 hectáreas.

«Antes, esto era el paraíso. A este lugar se le llamaba «la montaña en las nubes», ya que el bosque retenía las nubes. Ahora es el desierto. Cada día los habitantes del lugar talan los árboles, asegura Gauthier, uno de los guías del parque, señalando detrás de él el pico de Saint-Louis, el punto más alto en la región.
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Desde hace casi 20 años, este antiguo jardín colonial francés sobrevive gracias a las inversiones de Aziz Badouraly, el dueño de una agencia de viajes en la cercana ciudad de Fort-Dauphin. «Cuando empezamos, el parque estaba abandonado, era desolador».

Incluso hoy en día, con sólo 3.000 turistas al año
, el número de visitantes es claramente insuficiente para financiar el parque.

Y las autoridades de Madagascar, donde nueve de cada diez personas viven por debajo del umbral de la pobreza, no tienen medios para una política activa de protección del medio ambiente.

«Nos gustaría que el estado nos ayudara más, o al menos que construyera un camino circulable» entre la ciudad y la reserva, se lamenta, Aziz Badouraly.

Pero Julio Razafindramaro Pierrot, director de la región de Anosy que acoge el santuario confirma su impotencia: «estamos limitados a la supervisión de los proyectos», iniciados por las ONG o el sector privado, señala.

Se necesitaría «que las infraestructuras agrícolas estuvieran dirigidas de forma que permitieran a los aldeanos cultivar y reducir, al mismo tiempo, la presión que ejercen sobre los bosques,» aseguró. «Hay, por ejemplo, un gran potencial hidroagrícola. Pero la región no puede permitirse el lujo de poner en marcha proyectos en este área».

De acuerdo con las ONG, la supervivencia de las docenas de especies de lémures, cuya población es inferior a los 10.000, está en juego en la isla grande. El 94% de las especies de lémures están en peligro de extinción, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). «Sólo los encontramos en un lugar en el mundo, en Madagascar», señala Jeff Flocken, del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW), lo que hace que su rescate sea «urgente».

Los lémures están clasificados en el anexo I de la Convención Internacional sobre el comercio de especies salvajes en peligro (CITES), que prohíbe el comercio de animales y plantas en peligro.

Alrededor de Nahampoana, la educación de la gente para proteger a este primo lejano del mono que pone en peligro sus plantaciones, sin embargo, comienza a dar sus frutos.

«Funciona bien con los vecinos», dice Leonard Dauphin. «Por ejemplo, les vendemos los lichis, procedentes de la reserva, a un precio tres veces menor que el del mercado. A cambio, les pedimos que respeten a los animales. Es beneficioso para todo el mundo».

(1) Los lémures (Lemuroidea) son unos primates estrepsirrinos endémicos de la isla de Madagascar. Reciben su nombre por los lémures, fantasmas o espíritus de la mitología romana, debido a las estrepitosas vocalizaciones que emiten, sus ojos brillantes y los hábitos nocturnos de algunas de sus especies.

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