Conclusión
Los elementos reunidos arriba muestran como está siendo arrinconado Malí por un peligro inminente y mortal. Poner la esperanza en las elecciones presidenciales del próximo mes de julio es dejarse llevar por la ilusión. La oposición a la mayoría actual y al Jefe de Estado ha adoptado una posición legalista, que es apoyar la organización de esta elección; y cree que, en lo que a ella respecta, puede prepararlo como en el pasado, es decir, en la división entre innumerables partidos liliputienses y en la invención de coaliciones frágiles y efímeras, descansando solamente sobre los beneficios que los líderes de las pequeñas clientelas electorales pueden esperar. Tieble Drame, que abogó por una sola candidatura en torno a un programa gubernamental negociado entre partidos de oposición, predica en el desierto. En estas circunstancias, la estrategia de la oposición sólo puede conducir al fracaso de un cambio de dirección política, tanto en términos de objetivos como de modalidades de acción. Por el contrario, ciertamente perpetuará los pequeños arreglos, la indecisión y la negligencia que han socavado a Malí durante dos décadas.
La situación en Malí es hoy catastrófica. El enemigo externo y su apoyo interno vigilan cada oportunidad para agravarlo mediante agresiones, ataques, asesinatos selectivos, destrucción de instalaciones públicas (escuelas, centros de salud y ahora las presas) hasta que el momento sea favorable para ellos para coger el poder de forma directa o por intermediarios a su mano. Parece que la «comunidad internacional» no ve lo que está a la vista: la instalación en Malí, para empezar, de una base extensa y por lo tanto inexpugnable de AQIM o equivalente; una base desde la cual toda África y Europa pueden ser disparadas y ensangrentadas.
La «comunidad internacional» se guía, en las Naciones Unidas, por Francia, que hasta ahora no ha mostrado el convencimiento de que, más allá de la acción militar, es la transformación política del régimen vigente lo que se necesita de manera absoluta y urgente. Como este régimen, artificialmente mantenido por una tutela externa decisiva, es claramente incapaz de reformarse, porque sus ejecutivos se benefician ostensiblemente del estado actual de las cosas, es la «comunidad internacional» la tiene que prepararse y dirigir el proceso, so pena de ser cobarde e incapaz de dar la acción a sus palabras ensalzando la democracia y la solidaridad internacional. Es por esto que el mandato político de la MINUSMA debe aumentar de manera significativa para cubrir la preparación y organización de las conversaciones entre los partidos de Malí para formular un nuevo contrato social.
Joseph Brunet Jailly
Fuente: Le Republicain – Malíjet
[Traducción, Jesús Esteibarlanda]
[Fundación Sur]
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