Fui a la Dirección de Tránsito con Díaz. Aquí nadie respeta ninguna cola. Ni en los bancos, ni en las oficinas oficiales, ni en las tiendas. La gente se atropella frente al mostrador y el más hábil, o el que tiene un amigo es el primer atendido. A mí siempre se me colaba todo el mundo. Esta vez, de la mano de Díaz me colé de un blanco que me miró con cara de pocos amigos. Le sonreí. Diaz entró a saco.
– ¿Cuántos días puede un extranjero conducir con su cartón europeo?
– Cuarenta y cinco días
Ajá! Ya sabía lo que era un “tiempo determinado”
– ¿Por menos días no se puede poner ninguna multa?
– No
Me indicó que le enseñara al agente de la ventanilla la multa. Comprobando el pasaporte quedaba claro. La multa fue puesta al mes y dos días.
– Pues sí. Está mal puesta.
– ¿Y entonces?
– Entonces qué
Cuando dije en mi portuñol de andar por casa que lo que quería era presentar una reclamación para que me devolvieran los 1.500 meticais la carcajada fue general en toda la oficina. Funcionarios, secretarias y público que esperaba ser atendido. Incluido el blanco del que me había colado. Todo el mundo me miraba y se reía. Me rendí. Cuando Diaz vió que yo también estiraba los labios soltó una carcajada sin pudor.
– Está bien, -dije- quédeselo. Como regalo de navidad.
Y la risa subió en volumen según me iba por la puerta de la Dirección de Tránsito.
Éste es un país alegre.