La retirada de las tropas etíopes de Somalia deja al Gobierno al borde del abismo

17/10/2008 | Crónicas y reportajes

El frágil Gobierno de Somalia parece estar al borde del colapso. Los insurgentes islamistas controlan ya grandes zonas del sur y el centro del país, y continúan atacando ataques a la capital, Mogadiscio. Etiopía, que lanzó una intervención militar en Somalia, respaldada por Estados Unidos, en diciembre de 2006, para intentar expulsar a los islamistas de Mogadiscio y acabar con su autoridad, ahora está retirando sus tropas.
Los diplomáticos y analistas de la vecina Kenia, desde Nairobi creen que el Gobierno caerá una vez que Etiopía complete su retirada, y ya se han elaborado planes para evacuar a los ministros del Gobierno a Kenia.

Esto puede ocurrir más tarde o más temprano. Una embarcación con armamento etíope, entre el que figuraban tanques, salió del puerto de Mogadiscio el mes pasado, como parte de las tareas de retirada de sus tropas de Somalia. Los analistas consideran que llevar el equipo de vuelta a Etiopía por tierra hubiera sido imposible, porque las tropas etíopes y sus aliados del Gobierno de transición de Somalia apenas controlan tres pequeñas áreas de Mogadiscio y unas cuantas calles de Baidoa, sede del Parlamento. Se calcula que ahora sólo hay unos 2.500 soldados etíopes en Somalia, de los entre 15.000 a 18.000, en plena guerra.

Los conflictos superpuestos de Somalia retroceden hasta el final del todo, a 1991, el año en que fue derrocado el último Gobierno reconocido del país. Hombres y mujeres que entonces eran niños han tenido hijos desde entonces, que son la segunda generación de somalíes que sólo han conocido la guerra.

Pero los analistas creen que Somalia ahora está en medio de la peor crisis que ha sufrido nunca. El actual conflicto, que se ha cobrado las vidas de al menos 9.000 civiles y ha obligado a más de 1.1 millón de personas a huir de sus hogares, se ha combinado con las devastadoras sequías y el disparado aumento del precio de los alimentos, para crear una de las peores catástrofes humanitarias del mundo.

Casi la mitad de la población, 3.2 millones de personas, necesitan ayuda de emergencia (la cifra se ha duplicado en los últimos 12 meses). Uno de cada seis niños sufre malnutrición.

“Esta crisis se está expandiendo y cada vez es más profunda”, señala Mark Bowden, el jefe de los esfuerzos humanitarios de las Naciones Unidas. “Ahora mismo es la crisis más complicada del mundo”.

La violencia y la inseguridad han hecho casi imposible el paso de la ayuda, y en lo que va de año, han resultado muertos en Somalia 24 trabajadores de las agencias humanitarias. Una embarcación con ayuda alimentaria recientemente necesitó de escolta militar para navegar por las aguas somalíes infestadas de piratas. Pero en cuestión de horas, después del desembarco de los alimentos en el puerto de Mogadiscio, la mayor parte de la carga fue robada por bandas armadas.

Oxfam, Save the Children y otras 50 agencias que trabajan en Somalia declararon la semana pasada que la comunidad internacional ha “fallado por completo a los civiles somalíes”.

A la vez que la crisis empeora, miles de personas intentan abandonar el país cada semana. Alrededor de 6.000 personas están cruzando la frontera hacia Kenia cada mes, a pesar de la decisión del Gobierno de Kenia de cerrar la frontera. Algunos están llegando al sobre poblado campamento de refugiados de Dadaab, en el este de Kenia, que ahora es uno de los mayores campos de refugiados de mundo, con casi 250.000 personas.

Otros intentan abandonar su país por el mar, viajando a la ciudad del norte de Bosasso y pagando 100 dólares a los contrabandistas, que meten como si fueran carneros a más de cien personas en una pequeña embarcación de pesca y parten para Yemen, vía marítima.

Muchos no lo logran. La semana pasada, los contrabandistas obligaron a 150 personas a saltar por la borda del bote a tres millas de la costa de Yemen. Sólo 47 lograron llegar a nado a tierra.

Todos los intentos de encontrar una solución política se han atascado. Naciones Unidas aseguran que se ha logrado algún progreso, citando un acuerdo firmado en el vecino Yibuti por el Gobierno somalí y la alianza de la oposición para la re-liberación de Somalia, ARS.

Pero el acuerdo fue firmado sólo por las partes moderadas de cada lado. El Primer Ministro, Nur Adde y Sheikh Sharif Sheikh Ahmed, por parte de la ARS.

El presidente Abdullahi Yusuf, un antiguo señor de la guerra que controla las fuerzas de seguridad del Gobierno, se ha negado a implicarse en el acuerdo. Sheikh Hassan Dahir Aweys, el líder islámico de otra facción de la ARS de línea dura, ha denunciado el acuerdo, al igual que lo han hecho los líderes de los insurgentes, un grupo llamado Al Shabaab.

Desde que se alcanzó el acuerdo en junio, el nivel de violencia ha aumentado.

Pocos somalíes llorarán si cae su Gobierno, Con el mayor de los respetos, es un Gobierno sólo de nombre. Muy pocos ministros tienen oficina, por no hablar ya de los funcionarios civiles. No hay políticas reales, y no existe una manera real de implementar nada.

Lo peor de todo, es que este Gobierno, que está respaldado por Naciones Unidas y financiado por los donantes occidentales, como por ejemplo Gran Bretaña y la Unión Europea, ha sido acusado de cometer una letanía de crímenes de guerra. Su fuerza policial, muchos de cuyos oficiales han sido entrenados en programas de Naciones Unidas, financiados en parte por Gran Bretaña, ha llevado a cabo matanzas extrajudiciales, violaciones de mujeres y quemado indiscriminadamente mercados abarrotados de gente. Las milicias alineadas con el Gobierno han matado a periodistas y atacado a trabajadores de las agencias humanitarias.

La caída del Gobierno marcaría el final de la desastrosa intervención de Estados Unidos. Durante seis meses de 2006, Somalia estuvo relativamente en calma. Una semblanza de paz y seguridad había vuelto a Mogadiscio. La razón fue la subida de la Unión de Tribunales Islámicos, UIC, una coalición libre de líderes islamistas que habían expulsado a los señores de la guerra de Mogadiscio.

Los elementos de línea dura dentro de la UIC prometieron lanzar una jihab contra el tradicional enemigo de Somalia, Etiopía. Los Estados Unidos consideraban a la UIC como una cédula de Al Qaeda, una creencia que no compartían la mayoría de los analistas y diplomáticos.

Etiopía, con el apoyo de Estados Unidos, envió miles de tropas que cruzaron la frontera para expulsar a la UIC. Sólo hicieron falta unos cuantos días para derrotarles. Sus líderes huyeron hacia la frontera con Kenia, mientras que muchos combatientes se quitaron los uniformes y se mezclaron entre la gente de Mogadiscio.

En cuestión se semanas, había surgido una insurgencia al estilo Irak, que tenía como objetivos al Gobierno de Somalia y a las tropas etíopes. Al Shabaab comenzó a poner bombas al lado de las carreteras y a disparar contra los soldados etíopes, desde dentro de las áreas de civiles.

Los etíopes respondían bombardeando las áreas residenciales. Cientos de civiles resultaron muertos, y cientos de miles huyeron de Mogadiscio. Los grupos de Derechos Humanos acusaron a Etiopía de cometer crímenes de guerra.

Los Estados Unidos deben preguntarse ahora si todo esto merecía la pena. El respaldo occidental del impopular Gobierno de Somalia, y el apoyo de los Estados Unidos a la intervención etíope ha creado una oleada de sentimientos anti occidentales en el pueblo de Somalia.

Los líderes islamistas que tanto querían expulsar son los mismos con los que ahora quieren negociar. Los oficiales de los Estados Unidos se han reunido tanto con Sheikh Sharif y el de la línea más dura, Sheikh Aweys, en un esfuerzo de alcanzar un acuerdo de paz.

Mientras tanto, en Somalia, los islamistas que están tomando el control de pueblos y ciudades por todo el país, son considerados mucho más extremistas que Aweys. “Son los verdaderos jihadistas internacionales”, asegura un diplomático de Nairobi, “los americanos temen que Al Qaeda en Somalia se esté convirtiendo en una profecía auto realizada.

Por Steve Bloomfield,

Ethiomedia

Fundación Sur

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