Cuando hace algunos años tuve la oportunidad de pasar algunas semanas en en recóndito entrevistar al obispo emérito sursudanés Paride Taban recibí de tan sabio personaje toda una lluvia de historias, de mitos ancestrales, de fábulas y de chascarrillos africanos no faltos de moraleja y de salero. Una de las historias míticas que me contó es que, cuando Dios terminó de crear el Sudán (en aquel tiempo el país era todavía una unidad) lo único que pudo salir de su boca cuando vio el resultado fue una carcajada. La verdad es que esa imagen legendaria me gustó mucho, porque para mí reflejaba muy bien el carácter sudanés, su jovialidad y su capacidad de afrontar las situaciones más críticas.
Sin embargo, en estos últimos días y después de las trágicas jornadas que ha vivido el Sur Sudán, este mismo prelado ha tenido que hacer de nuevo de lo que mejor saber hacer: de mediador entre partes en conflicto, y una de sus declaraciones me ha impresionado, ya que retoma aquella imagen que compartió conmigo, la cual ya no cuenta con tintes tan positivos: “yo siempre he dicho que el Sur Sudán es el lugar en el cual Dios rió, pero ahora comienzo a pensar que se ha convertido en uno de los lugares del mundo donde Dios llora.”
Los hechos de las últimas semanas no hacen sino confirmar tan pesimista cambio. Según el ACNUR son ya 1.216.200 personas (entre ellos 400.000 niños) las que han perdido sus casas y viven como refugiados internos. Los muertos son ya 10.000. Si antes del comienzo de esta crisis, la mitad de los habitantes del Sur Sudán vivían por debajo de la línea de la pobreza… ¿cuántos lo estarán haciendo ahora, muchos de ellos en condiciones higiénicas deplorables dentro de campos de refugiados? Por si fuera poco, se acercan ya las fechas de la siembra y la gente ha tenido que dejar sus campos… ¿qué comerán este año? Lo que se anuncia es una hambruna masiva si no hay ayuda a tiempo. En la ciudad de Bentiu, un grupo de rebeldes atacó el campo de la ONU y otras zonas de las ciudad donde había civiles y asesinaron a sangre fría a cientos de personas. Las fotos del lugar dan constancia de la brutalidad del ataque.
Ya tanto las agencias humanitarias como otras instituciones y la misma ONU están dando el grito de alarma de que la situación puede llegar a una nueva guerra civil o a un genocidio. Las “luces rojas” se encienden por doquier pero parece en vano, porque hay otros temas candentes sobre la mesa de los intereses internacionales. Alguien ha escrito ya que es inútil pedir más cascos azules porque ya no hay paz que proteger. La paz está ya bajo ataque y piden unidades de combate para hacer frente a los rebeldes que están atacando indiscriminadamente a la población civil. A pesar de las críticas que hubo al principio a la presencia del ejército ugandés, está claro que gracias a la presencia de estas unidades los ataques contra la población civil han podido ser respondidos y las cifras finales no han sido tan dramáticas como en Bentiu. La perspectiva de tener en esta región del África del Este una situación tan explosiva y dramática como la de Ruanda en 1994 no es descabellada…
Para mí, el Sudán del Sur seguirá en la espiral de violencia mientras siga teniendo líderes que tienen el chip de la guerrilla, que sólo comprenden y hablan el lenguaje de la violencia y que no aceptan crítica alguna porque siempre han vivido como líderes indiscutibles. Ni Kiir ni mucho menos Machar deberían estar ya en los puestos de gobierno. A estas alturas está más que demonstrado que les importa un bledo el destino de miles de víctimas. Ellos quieren el poder. El problema es que en los momentos presentes no hay una autoridad moral, ni un Gandhi ni un Mandela, que pueda aglutinar a tantos ciudadanos que están hartos de la violencia. La carta étnica se ha jugado demasiado, se han azuzado los sentimientos y ahora ahí hay todo un grupo de soldados (rebeldes y gubernamentales) en son de acción y reacción, ataque y revancha… y un grupo de políticos que están dispuestos a todo con tal de no dejar sus cómodos sillones.
Mientras tanto, y aprovechando el río revuelto, en el Sudán el régimen del criminal Bashir sigue cometiéndose atrocidades. En estos días un avión del gobierno sudanés bombardeó un hospital católico en las Montañas Nuba, contraviniendo las leyes internacionales. El drama de Darfur y de la zona del Sur Kordofán no ha terminado y, mientras haya bulla en el Sur Sudán, éstos podrán seguir haciendo a sus anchas lo que les parezca porque saben que no tendrá repercusión alguna.
O sea, se mire por donde se mire, una situación que tiene pocos visos de solucionarse a corto plazo. El problema es que, entre tanto, demasiados muertos que no importan a casi nadie se están quedando en el camino.
Original en : En Clave de África