La raya, por Rafael Muñoz Abad – Centro de Estudios Africanos ULL

10/06/2014 | Bitácora africana

A excepción del compromiso francés para con sus excolonias y siempre bajo el subterfugio humanitario, burladero que esconde los enormes intereses económicos que El Elíseo aún tiene en su Sudán, va quedando meridianamente claro que las aventuras europeas o norteamericanas de índole militar en Africa son cuestiones de las que cada vez menos se quiere saber. Pues poco hay que ganar y mucho que gastar. Basta con acudir a cualquier instituto estratégico o think tank y leer los informes que reflejan el costo que supuso la zona de exclusión aérea y el rearme de los rebeldes libios. Los gastos de la [irresponsable] cruzada para acabar con el tito Gadafi se dividieron en función del PIB de los socios comunitarios. Razón que sustenta la antipatía alemana a las coaliciones europeas en lo relativo a las intervenciones militares africanas; tanto por cuestiones monetarias, como por su escasa relación con Africa; a excepción de la lejana, organizada y tranquila Namibia.

Gracias a la inanición gubernamental, el norte de Nigeria es un reino de taifas donde las bandas islamistas campan a sus anchas; destacando entre ellas Boko Haram y su mediático secuestro. Facción a la que se le atribuyen más de diez mil muertos en innumerables atentados. A base de brotes de violencia perpetrados contra la minoría musulmana, la inestable república Centroafricana lleva años incubando un genocidio. Escenario que apenas llena una columna en los medios de comunicación; ¿no sé aprendió la lección ruandesa? La “cabal” escisión sudanesa en dos estados se vendió como una rareza por lo civilizado de su proceso; y es que en Africa, desgraciadamente estamos más habituados al kalashnikov y al machete que a la urna.

El paralelo de latitud nueve norte viene a delimitar, aproximadamente, el fin de influencia del Islam en el continente vecino. Raya imaginaria que atraviesa Centroáfrica, Nigeria y Sudán. Precisamente, tres países con serios problemas de seguridad interna entre un norte musulmán y un sur cristiano. Estados ricos en recursos naturales y débiles en lo institucional. Campo abonado a los intereses occidentales que no a la implicación con sus realidades sociales.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

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