A excepción del compromiso francés para con sus excolonias y siempre bajo el subterfugio humanitario, burladero que esconde los enormes intereses económicos que El Elíseo aún tiene en su Sudán, va quedando meridianamente claro que las aventuras europeas o norteamericanas de índole militar en Africa son cuestiones de las que cada vez menos se quiere saber. Pues poco hay que ganar y mucho que gastar. Basta con acudir a cualquier instituto estratégico o think tank y leer los informes que reflejan el costo que supuso la zona de exclusión aérea y el rearme de los rebeldes libios. Los gastos de la [irresponsable] cruzada para acabar con el tito Gadafi se dividieron en función del PIB de los socios comunitarios. Razón que sustenta la antipatía alemana a las coaliciones europeas en lo relativo a las intervenciones militares africanas; tanto por cuestiones monetarias, como por su escasa relación con Africa; a excepción de la lejana, organizada y tranquila Namibia.
Gracias a la inanición gubernamental, el norte de Nigeria es un reino de taifas donde las bandas islamistas campan a sus anchas; destacando entre ellas Boko Haram y su mediático secuestro. Facción a la que se le atribuyen más de diez mil muertos en innumerables atentados. A base de brotes de violencia perpetrados contra la minoría musulmana, la inestable república Centroafricana lleva años incubando un genocidio. Escenario que apenas llena una columna en los medios de comunicación; ¿no sé aprendió la lección ruandesa? La “cabal” escisión sudanesa en dos estados se vendió como una rareza por lo civilizado de su proceso; y es que en Africa, desgraciadamente estamos más habituados al kalashnikov y al machete que a la urna.
El paralelo de latitud nueve norte viene a delimitar, aproximadamente, el fin de influencia del Islam en el continente vecino. Raya imaginaria que atraviesa Centroáfrica, Nigeria y Sudán. Precisamente, tres países con serios problemas de seguridad interna entre un norte musulmán y un sur cristiano. Estados ricos en recursos naturales y débiles en lo institucional. Campo abonado a los intereses occidentales que no a la implicación con sus realidades sociales.