2014 estará signado por la protesta social y política, o al menos así comenzó el año. Desde 2008 la crisis mundial no da tregua. Tras el shock inicial que duró pocos años, la protesta emergió con fuerza en diversos rincones del mundo a partir de 2011: revolución en los países árabes, indignados en España y los Estados Unidos. El año pasado fue la hora en dos emergentes: Turquía y Brasil.
A fines de diciembre el diario británico The Economist publicó un ranking del riesgo de conflictividad social y política para 2014 en base a una investigación efectuada sobre 150 países. El sentido común indica que África es el continente de la catástrofe, pero a resultas de echar un vistazo a dicho trabajo, se puede matizar esa presunción. En todo caso se puede sostener que la catástrofe no es patrimonio exclusivo de África. El panorama internacional demuestra la gravedad de tres crisis distantes pero con un común denominador: la protesta social y política, y que asimismo dejaron secuelas de catástrofe.
Los escenarios recientes donde la protesta social tiene mayor visibilidad no presentan al “continente negro” como protagonista. De todos modos, The Economist incluyó a siete países africanos dentro de los más amenazados, aunque el riesgo no en todos se relaciona en forma directa con el descontento popular y manifestaciones en contra de un gobierno (Nigeria, Libia), o bien es latente (Zimbabue, Suazilandia).
Los más candentes (y mediáticos)
La protesta social más caliente y destacada por los medios se da en tres países no africanos: Venezuela, Ucrania y Tailandia.
Volviendo al rankeo, Venezuela se ubicó dentro del “riesgo muy alto”, junto a Bolivia y Argentina, en América. Es que, sin errar en el pronóstico, apenas dos meses más tarde de publicado el índice, la crisis estalló en febrero en esa nación caribeña a partir de protestas estudiantiles que pronto generaron un caos total y la movilización completa, con más de 20 confirmados. El gobierno chavista de Nicolás Maduro acusa a la derecha fascista con el aval de los Estados Unidos de complotar en su contra, mientras que buena parte de la ciudadanía expresa su disconformidad respecto de un modelo aplicado desde hace 15 años que provoca penurias a la población como altos niveles de inflación, escasez de productos básicos e inseguridad. El gobierno de izquierda bolivariano, como tantos otros en América latina, sufre la paradoja de reprimir la disidencia (o complot) mientras se vale de la movilización para granjearse el apoyo político de la cual, por ejemplo, surgió la figura del carismático Hugo Chávez en 1999, del cual se cumplió un año de su muerte. A fin de cuentas, el país se halla dividido como una naranja. Por su parte, Argentina, en donde ciertas voces críticas indican que se dan los pasos para llegar a la situación referida antes, vivió un diciembre aciago, con una veintena de muertos por hechos que reavivaron los fantasmas de diciembre de 2001 y que el gobierno calificó de intentos de desestabilización. Hubo protestas en 20 provincias, falta de suministro eléctrico en varios puntos del país y saqueos de establecimientos comerciales.
Del otro lado del mundo, Ucrania para diciembre de 2013 rankeaba dentro del grupo de países con “alto riesgo” de conflictividad social en virtud que la protesta inició a finales de noviembre. A partir de diciembre la situación se salió de cauce con un total de 80 muertos (según un reporte oficial) y la renuncia del presidente Yanukovich, quien primero prófugo y acusado por el saldo trágico de la represión, luego se supo que recibe el apoyo ruso. Ahora Crimea busca separarse de Ucrania e integrarse a Rusia. La protesta comenzó ante la suspensión de un acuerdo comercial para la integración a la Unión Europea que encendió el enojo en la parte occidental del país con una población nada propensa a volcarse hacia Rusia. Mientras el quiebre está a las puertas, el nuevo gobierno será electo el próximo 25 de mayo y deberá afrontar el problema de arcas en bancarrota para lo que se necesitarían unos u$s 25.000 millones.
Yendo más al este, Tailandia, catalogada con nivel mediano de riesgo por The Economist, alcanza las 23 víctimas desde octubre, cuando comenzó la crisis producto de la protesta de opositores que exigen la salida de un gobierno despreciado por corrupto. Si bien las manifestaciones comenzaron en forma pacífica, desde el 18 de febrero la violencia dio un giro enorme y advierten del riesgo de una guerra civil, sumado a pérdidas por valor de u$s 15.070 millones con la amenaza de una contracción del crecimiento del 0,5% y riesgo de entrada en recesión económica si, además, hubiera un golpe de Estado. La protesta continúa y al gobierno se le vence próximamente el estado de emergencia impuesto a fines de enero, mientras se discute si se anularán las elecciones programadas.
El lugar de África
El 90% de la población africana habita territorios que no atraviesan conflictos aunque dentro de ese porcentaje hay países más o menos aquejados por la convulsión o el malestar social y político. Un caso aparte son los habitantes de “puntos calientes” que viven los conflictos armados en varios países de África (o Siria, uno de los más emblemáticos fuera): Sudán del Sur, República Centroafricana, Malí, Somalia y la República Democrática Congo.
El país que mejor encaja en una alta conflictividad social y política es Egipto (muy riesgoso, según The Economist). Inscripto en el ciclo de las mal llamadas “primaveras árabes”, no se halla la estabilidad a tres años de la caída del dictador Mubarak por la falta de consenso entre militares e islamistas y el principal legado es una cifra de muertes que en tres años supera las 1.000 víctimas. La falta de equilibrio también se aprecia en la vecina Libia, donde la desaparición del cuasi eterno coronel Gaddafi no trajo aparejada una mejoría y el desafío al enclenque gobierno de transición es más bien de corte localista en base a enfrentamientos armados y no tanto por aparición de focos urbanos de protesta social y política.
Sudán es muy riesgoso. De hecho en septiembre de 2013 atravesó protestas contra la dictadura de Omar al Bashir quien se mantiene en el poder desde 1989 (sobreviviendo a las revueltas del mundo árabe) y convirtió al país en un paria de la política internacional en base a abusos a los derechos humanos contra su población. El disparador del malestar fue el retiro de subsidios a los combustibles en una nación que se jacta de ser petrolera. Mientras las autoridades hablaron de apenas 30 muertos, organizaciones en defensa de los derechos humanos indicaron no menos de 150 en varias ciudades.
Nigeria es otro de los calificados de muy alto riesgo. Sin embargo la protesta social es más bien latente. El gobierno es acusado de incompetencia y corrupción, aunque el desafío proviene más del radicalismo islámico, de la mano de la secta integrista Boko Haram que lucha por la imposición de un Estado islámico en el norte de mayoría musulmana y provocó 3.000 muertes desde 2009 con una crueldad inusitada. En todo caso, el país más poblado de África tipifica dentro de la lista de áreas con conflictos armados. También la región sur sufre el cuestionamiento de un grupo separatista en base al potencial petrolero. Por último (pero no último) la piratería en sus costas crece y en general en la zona del Golfo de Guinea.
De los de riesgo muy alto, según el ranking, restan Guinea, Suazilandia y Zimbabue. La capital de la ex colonia francesa sufre cortes de luz crónicos desde diciembre y la población, cansada, salió a protestar. Producto del choque entre los manifestantes y la policía hasta el momento murieron tres personas. Suazilandia mantiene la férrea disciplina frente a una población disgustada por los excesos de un soberano caprichoso que despilfarra recursos frente al 50% de desempleo, en la última monarquía absoluta que subsiste en África. Zimbabue celebró el cumpleaños 90 de su presidente Mugabe, quien condujo la economía al desastre al punto que el país no tiene moneda propia pero, a diferencia del pasado, supo disciplinar a la oposición y acallar disensos por lo que la protesta social no sobresale. El nonagenario líder que gobierna desde 1980 resultó electo una vez más el año pasado en unas elecciones que la oposición calificó de fraudulentas. Acto seguido el principal partido opositor convocó a la resistencia y la rebelión fiscal, aunque sin gran repercusión.
Párrafo aparte merece Sudáfrica, en alto riesgo. A 20 años del fin del Apartheid, la potencia continental atraviesa un momento complicado en simultáneo a un aniversario. La dura represión a los mineros de Marikana (34 muertos) en agosto de 2012 fue solo la punta del iceberg de las contradicciones en un régimen democrático con varios flancos débiles, incluyendo una de las mayores desigualdades del mundo. El fin del sistema racial no significó la desaparición de los desequilibrios sociales y éstos se manifiestan en forma tardía bajo la joven democracia. En víspera de las elecciones del 7 de mayo, los sectores más postergados no ocultan su descontento y salen a la calle a protestar por la falta de servicios, como luz, agua y transporte público. En enero hubo 8 muertos y desde hace tres meses las protestas superan las 3.000, un promedio de 30 diarias en la nación del arco iris donde el 11% de la población vive con menos de u$s 1 por día y el precio de los alimentos subió un 50% en los últimos 5 años. El gobierno del Congreso Nacional Africano, blanco del ataque por “promesas incumplidas”, acusa a la oposición de querer ganarle la batalla política en forma no democrática con una movilización, en su parecer, orquestada y vandálica.
Otros países que comparten el grupo de alto riesgo junto a Sudáfrica sufrieron importantes protestas el año pasado y éste. Uno de ellos fue Etiopía, que la última vez que las experimentó fue en 2005, por motivos electorales. En junio pasado se reactivó el descontento en Addis Ababa ante el retroceso del régimen que sucede al difunto Meles Zenawi en cuanto a libertades cívicas refiere. Las marchas se repitieron en septiembre. Marruecos merece una mención por un peligro latente. Su gobierno anunció que no incrementará el precio del pan para evitar lo sucedido en 1981, cuando un aumento del 77% provocó protestas en todo el país y cientos de muertos en Casablanca. En Burkina Faso, con casi la mitad de la población viviendo por debajo de la línea de pobreza entre 17 millones de habitantes, la ciudadanía protestó en enero contra la intención del presidente Compaoré, desde 1987 en el cargo, de seguir mucho más. El tema de la sucesión presidencial también fue noticia en Argelia. Un caricaturista recibió año y medio de cárcel por burlarse de la intención del mandatario Bouteflika de presentarse a un cuarto mandato consecutivo y la tensión crece. Fuera de este grupo, en Angola, que para The Economist califica en mediano riesgo, en noviembre un joven de 17 años estampó en camisetas frases como “dictador asqueroso” refiriéndose a Dos Santos, el segundo gobernante más longevo de África con casi 35 años en el mando. El joven automáticamente fue detenido y confinado en una celda con adultos.
África 2.0
Otra forma de canalizar el descontento y la frustración política y social para las masas la constituyen los medios de comunicación y especialmente las redes sociales, como en el resto del mundo. La revolución en el mundo árabe de 2011 mostró el potencial de las últimas. Los casos se producen hasta en países que no tienen un nivel alarmante de conflictividad social y política, como Zambia. Allí un líder opositor en una emisión radial llamó “boniato” al presidente Sata y resultó detenido a comienzos de enero. En Túnez (en alto riesgo), donde la protesta social no desapareció ante el 17% de desocupación, es frecuente que los artistas del rap critiquen al gobierno islamista (nada simpatizante de ese género musical) resultando censurados y encarcelados. Por ejemplo, en marzo de 2013 Weld el 15 obtuvo dos años de prisión por llamar “perros” a la policía en su letra y se justificó a través de un vídeo subido a Facebook. Fue liberado el pasado diciembre.
Todos los casos relatados muestran dos constantes. Primero. Es muy difícil que un gobierno no sea blanco de críticas, en África ni en casi ningún rincón del mundo. Segundo. Los gobiernos no son para nada tolerantes con dichos planteos, al menos en estos países africanos mencionados. Sin embargo, pese al castigo o la represión que espera, los tiempos que corren lamentablemente prueban que se puede pasar muy rápido del cuestionamiento a la protesta abierta, con saldos tristísimos.