La prostitución, el verdadero negocio de los bares-restaurantes de muchas ciudades de Malí

14/11/2016 | Crónicas y reportajes

Aunque esta actividad es cada vez más común y aceptada, ¿es esto suficiente para dar legitimidad a la actividad? La prostitución es legal en Malí, o más exactamente, existe un vacío legal en este tema, ninguna ley habla específicamente de las «mujeres libres».

Bares-restaurantes y espacios culturales. ¿Cuál es la inversión más rentable hoy en Bamako?

Muchos no se extrañarán porque los «bares-restaurante», crecen como champiñones tanto en la capital como en las principales ciudades del interior. La peculiaridad de estos lugares es que, contrariamente a su nombre, el menú es muy limitado. Sólo están abiertos a los consumidores de alcohol y sexo.

Nuestro reportero se ha dado una vuelta por Bamako:

«Los bares-restaurantes es lo que mejor funciona en Bamako ahora», nos dice un joven. Es difícil llevarle la contraria si uno se toma el tiempo de darse una vuelta por el distrito. En el año 2000, había menos de 200 sólo en la capital. Hoy esa cifra se ha triplicado. Mucha gente honesta cae en la trampa por el nombre. Hicimos la prueba.

Una noche, decidimos salir al encuentro de Bamako por la noche. Cansados por la caminata de la tarde, finalmente entramos en un bar-restaurante de Magnambougou para cenar y recuperar fuerzas. Cuando llegamos, algunas chicas casi desnudas estaban sentadas en el jardín aún vacío. Pensamos que acababan de llegar y estaban esperando a que les sirvieran la comida. ¡Error de juicio!

Pero, al parecer, nuestra llegada no había pasado desapercibida. Algunas encontraron rápidamente una excusa para llamar nuestra atención. Cuando llegó la camarera, le pedimos la carta. Se quedó visiblemente sorprendida y nos trajo una carta de bebidas alcohólicas. Y cuando le preguntamos por la especialidad de la casa nos contestó que el restaurante ya estaba cerrado. Sólo el bar estaba abierto. Extraño porque eran sólo las 22 horas. Es sorprendente que un restaurante cierre a esa hora de la noche, un fin de semana. La curiosidad nos lleva a quedarnos y a pedir un zumo que tardaron mucho tiempo en servirnos porque sin duda tuvieron que ir a comprarlo en otro lugar.

Sólo nos llevó un poco de tiempo entender lo que realmente sucedía en este bar-restaurante. Había una gran afluencia, pero nadie se sentaba en las mesas. Todos se dirigían a un largo pasillo mientras le hablaban al oído a un joven aparentemente acostumbrado a este tipo de actitudes. A medida que el número de clientes aumentaba, disminuía el número de chicas sentadas a la mesa. Desaparecían discretamente por el mismo pasillo. El bar es, de hecho, sólo la parte visible de la inversión. Detrás, descubrimos al menos una docena de habitaciones y no hay ninguna duda sobre el uso que se les da. Algunos clientes vienen con sus amantes.
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Pero el verdadero problema es que la mayoría de estas chicas son, evidentemente, menores. Casi cada restaurante-bar se dedica a estas actividades ilícitas. «Eres un ingenuo. Todo el mundo sabe que en estos bares-restaurantes no hay más que alcohol y sexo”.

Hoy en día son los lugares de mayor corrupción, donde las jóvenes y las mujeres casadas van a ejercer la prostitución, donde los padres de familia van a rejuvenecer con niñas de la edad de sus hijas «, dice un colega cuando lo visitamos para explicarle nuestra desventura. Caminando por la ciudad uno se da cuenta de que hay muchos “bares-restaurantes”.

Por lo general, el maliense antes prefiere comer e invitar a los amigos o clientes en casa que ir al restaurante. El visitante ocasional no puede dejar sorprenderse por el aumento de estos “bares-restaurantes”, nos asegura un colega de Benín durante su estancia en Malí, «una noche, por curiosidad, decidí invitar a participantes y amigos del mismo seminario al que to también asistía a que vinieran a descubrir los platos típicos. Cuál fue mi sorpresa al no encontrar nada para comer. Fuimos al menos a seis restaurantes sin encontrar nada. Fue en ese momento cuando comprendí el verdadero uso de estos espacios. Entendí por qué hay tanta inmoralidad, porque es lo que atrae a más gente en estos momentos de crisis moral», dice molesto.

Estos “bares-restaurantes” son sólo locales disfrazados. Son gestionados por proxenetas que ponen sus ojos en las niñas pobres para atraer a los clientes. Incluso si son el deleite de muchos viciosos, ahora se ven criticados por los ciudadanos. Los vecinos se quejan de que esos ambientes los mantiene despiertos. Además del riesgo de que sus hijos tomen el camino equivocado que les abre esta actividad. En las mezquitas, los predicadores no dejan de denunciar la proliferación de esos espacios de libertinaje. «Dicen que Malí es un país musulmán. Lo dudo. De lo contrario, ¿cómo podemos tolerar estos espacios satánicos en nuestros barrios? ¿Cómo pueden las autoridades tolerar la proliferación de estos sitios y el vicio que pervierte a la juventud?», se pregunta un imán. Reconoce que «no son sólo extranjeros los que frecuentan estos lugares de libertinaje, sino también los fieles que acuden regularmente a las mezquitas. Son padres de familias por encima de cualquier sospecha de adulterio y alcoholismo. Y las prostitutas que buscan son las mujeres o las niñas de su propia comunidad”. Allah, el Todopoderoso, reconocerá a los suyos cuando llegue el momento.

La mayoría de los ciudadanos quieren ahora que las autoridades hagan limpieza. «Apreciamos la vigilancia que hacen de la brigada de “buenas costumbres”, pero por desgracia, no son regulares. Esperamos que estas acciones continúen y que los que sean culpables sean juzgados para dar ejemplo. De lo contrario, nuestra sociedad se pudre y ya no habrá edad para la prostitución «, dice otro joven. Una opinión compartida por sus amigos y otras personas en Bamako». Esto dice mucho de la opinión de una franja de la población sobre la proliferación de estos espacios. Las autoridades deben tomar cartas en el asunto.

«Me prostituyo con el consentimiento de mis padres», asegura Adja, una joven de 16 años que vive en el barrio pobre de Banconi y que, a pesar de su corta edad, no muestra ninguna timidez. “El precio son 5.000 CFA, pero se puede negociar”, dice sin atisbo de pudor. Debo ayudar a mis padres. «Tenemos que comer y vestirnos. ¿Qué deberíamos hacer según Ud.?”, pregunta. Mis padres «están al tanto de mi trabajo, no me disuaden. Nadie se ha opuesto nunca. Gracias a mi trabajo se resuelven muchos problemas de mi familia». «La clave, dice, es no robar ni mendigar». En casa de Adja, cada miembro de la familia debe contribuir, sin importar el origen del dinero.

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