La independencia de la región cumple 50 años tras una confrontación que hizo historia en la televisión
La inestabilidad es crónica en Nigeria y mucho de lo sucedido en el pasado resuena hoy. Entre 1967 y 1970, tuvo lugar en ese país una guerra civil y secesionista que mostró la fragilidad de las fronteras heredadas en África y la pésima convivencia entre los diferentes grupos étnicos, dejando, entre varias consecuencias, y según los distintos cálculos, de 500.000 a dos millones de víctimas (o más, indican otros, hasta tres millones) en esa independencia fallida. En el caso del territorio que ocupa la nación más poblada del continente, los británicos reunieron tres naciones y muchas otras más pequeñas, en una tierra en donde se hablan unas 500 lenguas, como para darse una idea de su diversidad.
A grandes rasgos, los estudiosos dividen el país actual en tres áreas de acuerdo con el predominio poblacional de determinada región: la del oeste, con los yoruba como el grupo más representativo; al norte los hausa; y los igbo en el este. Se indica que el norte del país es más bien de credo musulmán, mientras que en el sur se practica en su mayoría el cristianismo (junto a las religiones tradicionales). En el sudeste nigeriano ocurrieron los hechos sangrientos que se narran a continuación, en particular, la región de Biafra.
Un pueblo rebelde y un alto costo
En buena medida, una causa de la proclamación de la secesión de Biafra (como República) y de la posterior guerra fue el aprovechamiento del petróleo, en el primer país productor africano de la actualidad. Lo que se supone un privilegio y una fuente de ingresos ha causado más perjuicios que beneficios a la nación. El país casi depende por completo del oro negro, siendo la renta petrolera el 70% de los ingresos. Pese al potencial en este recurso, el 62% de la población nigeriana vive con menos de 1,25 dolar al día (1,11 euros), según el Banco Mundial. Las primeras imágenes mundiales impactantes de África en los medios masivos de comunicación fueron producto de esta guerra.
Luego de la independencia de Nigeria, el uno de octubre de 1960, comenzarían los problemas de la nación descolonizada. Desde los primeros tiempos los grupos dieron muestras de colisión en la competencia por hacerse del control del joven Estado Federal, hasta el punto de costarle la vida a un primer ministro y varios de sus administradores. Para peor, en 1966 sobrevino el primer golpe de Estado y con ello grandes matanzas, entre idas y vueltas sobre la definición de la forma federal o unitaria de gobierno.
La puja política implicó violencia contra los igbos en varias regiones donde eran minoría. El descontento con la situación, en general, condujo al gobernador de la región oriental, el teniente-coronel igbo Odumegwu Ojukwu, a retirar su región de la Federación Nigeriana y desconocer al gobierno federal. Por ende, se proclamó la independencia de Biafra con júbilo, el 30 de mayo de 1967. Así comenzó una guerra de más de dos años de duración.
El enfrentamiento consistió, tras la primera arremetida biafreña, en el cerco de la región secesionada, cuyo ejército fue menor y menos equipado que el federal, cuando la fuerza nigeriana llegó a contar con 100.000 efectivos. Las negociaciones de paz fracasaron repetidamente y Biafra insistió en que lucharía hasta la extinción de la república y de los igbos. Al año de iniciada la guerra, los biafreños habían perdido la mitad de su territorio y las principales ciudades. El cerco a la que se la sometió provocó que Biafra se redujese a un enclave igbo acechado por miles de refugiados hambrientos en espera de asistencia.
Aliados y ayuda
a ayuda humanitaria también le sirvió a la República secesionada como coartada para conseguir armamento, pues ambos elementos seguían idénticas rutas. La guerra continuó gracias a la hábil maniobra de Ojukwu de presentarse como heroico líder de una Biafra cristiana y pequeña, amenazada por islámicos mucho más poderosos y sedientos de sus riquezas. Se llegó a perfilar la hipótesis de genocidio, desde el bando díscolo, como una advertencia al exterior. El efecto querido lo lograron las transmisiones radiales relatando las atrocidades cometidas en toda Nigeria contra los igbo.
La perduración del conflicto tampoco hubiera sido posible sin los apoyos al régimen rebelde. Éste obtuvo el respaldo de algunas naciones africanas, como Sudáfrica y las Rhodesias, y, fuera de África, Francia, España y Portugal. El punto en común fue la búsqueda de la disminución del poder de una nación muy poderosa en África, como Nigeria, y contrarrestar los sueños panafricanos de un continente unido.
En el caso de Francia, se puede agregar la existencia en suelo local de la petrolera gala Elf que explica los negocios sucios de la Françafrique. Desde su base en Gabón, otrora colonia, Francia envió armamento a los rebeldes. Portugal hizo lo mismo desde sus posiciones coloniales cercanas.
El bando aliado al gobierno federal lo formó la mayoría de países africanos, respetuosa de la conservación de las fronteras heredadas, y temerosa de nuevos movimientos secesionistas, como fuera el caso en el exCongo Belga unos pocos años atrás (Katanga). Externo al continente, fue fundamental el apoyo de Gran Bretaña y la Unión Soviética. Esta última ampliaba su influencia sobre el mundo musulmán de Medio Oriente y el norte africano. El Reino Unido y los Estados Unidos reaccionaron frente a la intromisión francesa en África, un capítulo más de la rivalidad clásica entre potencias (conocido como el complot anglosajón, desde la perspectiva gala), más cuando Nigeria fue una importantísima colonia británica.
“Mientras yo viva, Biafra vive”
La sentencia la pronunció Ojukwu al huir a Costa de Marfil tras la rendición formal de Biafra. En enero de 1970, la guerra llegó a su fin y el gobierno federal celebró una victoria contundente. La situación para el pueblo de Biafra, tras dos años y medio de guerra, fue tétrica, entre el costo humano y la desmoralización. Sin embargo, no hubo sanciones para los vencidos, a los igbos se les devolvieron sus propiedades, en general, y los cuadros militares y administrativos fueron reincorporados a la estructura de gobierno federal. El general al mando del gobierno federal, Jakubu Gowon, poco tiempo más tarde, readmitió al prófugo Ojukwu en su tierra y declaró la intención de reconciliación y de sanar las heridas de la nación nigeriana.
Las consecuencias de la guerra civil en Nigeria fueron numerosas. En primer lugar, se estima que fallecieron entre 500.000 a dos o tres millones de personas, en buena medida por el hambre. En segundo término, este conflicto derrumbó toda posibilidad de que el país fuera un actor de peso en África y, por último, debilitó al gobierno civil dando paso a la consecución de varios golpes militares, como fueron dos en 1966 y en 1975, 1983, 1985, 1993 y 1996.
La guerra secesionista, entre otros factores, transformó al país en un petro-Estado en el que el control del Estado para aprovechar la suculenta renta petrolera devino una batalla a muerte. Por ejemplo, alrededor de 18.000 nigerianos perdieron la vida debido a la violencia étnica, religiosa y política entre 1999 y 2012 (sin contar los estragos de Boko Haram), una forma camuflada de esconder la puja producto del oro negro. Lo anterior se sumó a niveles rampantes de corrupción desde el poder, hasta el punto de que años más tarde se devolvió dinero de cuentas bancarias suizas en concepto de montos ilegalmente girados durante la dictadura de Sani Abacha (1993-1998).
Finalmente, pero no por ello menor, una consecuencia fundamental de la guerra se vivió en el plano humanitario. El impacto de la crisis humanitaria en Biafra en el exterior fue bastante visible y se reflejó en los medios masivos de comunicación, motivando una operación de aviación civil, para el transporte de ayuda humanitaria, sin precedente desde la Segunda Guerra Mundial. Fue la primera vez que los medios mostraron imágenes de un rincón de África, en este caso diezmado por la hambruna y la muerte. Desde allí se dieron repeticiones: Etiopía en dos ocasiones, en 1973 y a mediados de la década de 1980. Las imágenes de esta última crisis humanitaria forjaron en la mente occidental el estereotipo negativo y catastrofista de África, desplazando o complementando las imágenes de Biafra de unos 20 años antes.
Fantasmas del pasado
Las posibilidades de secesión de la rica y petrolera Biafra no concluyeron en enero de 1970. Se agitan hasta el presente. Como si el ‘elefante africano’ no tuviera varios frentes de batalla, dos líderes biafreños destacados anhelan conseguir lo que Ojukwu no pudo hace medio siglo, una República de Biafra. Siguiendo el modelo británico en la Unión Europea, ¿puede darse un “Biafrexit”?
Un líder destacado es Benjamin Onwuka, fundador de la agrupación Biafra Zionist Federation (BZF), en 2009, quien tuvo intención de fundar la República de Biafra el 15 de marzo de este año, luego de ser liberado de prisión tras tres años de confinamiento bajo la acusación de promover la sedición mediante transmisiones en la red radial oficial.
Según declaraciones de Onwuka, el plan secesionista sería fruto del entendimiento del movimiento que conduce con Reino Unido y los Estados Unidos (principalmente). Onwuka cree que el fracaso de su pueblo durante la Guerra de Biafra se debió a la imposibilidad de relacionarse Ojukwu con Gran Bretaña, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Eso es lo que Onwuka está dispuesto a revertir. Por otra parte, son muchos los biafreños que tienen esperanzas en que la administración Trump atienda el reclamo de autodeterminación de la región.
La otra figura importante es Nwannekaenyi Nnamdi Kanu, quien creó el movimiento Indigenous People of Biafra (IPOB), en 2014, para luego ser encarcelado por más de año y medio bajo sospechas de conspiración y pertenencia a una organización ilegal, sin juicio. La motivación de la secesión querida por él es la corrupción existente en el Gobierno nigeriano y, bajo una prédica religiosa y al amparo de la justicia divina, homologa la eventual creación de una Biafra libre con el surgimiento del Estado de Israel, del que recientemente se cumplieron 69 años. El líder de IBOP, quien se considera un igbo judío y a los suyos descendientes de una tribu perdida de Israel, entre sus seguidores, impulsó la iniciativa de emprender un referéndum para decidir la secesión de Biafra.
Kanu fue liberado bajo fianza, a principios de mayo, y su juicio comenzará en julio. La detención lo hizo más conocido, motivando protestas y la formación de un movimiento en ascenso, que preocupó a las autoridades. La respuesta del Estado ante dicha movilización fue contundente. Un reporte de Amnistía Internacional indica que al menos 150 personas fueron asesinadas por las fuerzas de seguridad nigerianas entre agosto de 2015 y de 2016. A la par, en las redes sociales se viralizó el hashtag #StopBiafraKillings.
Original en : omerfreixa.com – Blogs de El País – África no es un país