El 30 por ciento de la población gabonesa vive bajo el umbral de la pobreza. Así .lo revela un informe que acaba de ser publicado por el gobierno de Gabón y que fue presentado oficialmente el pasado sábado 26 de abril en un seminario convocado por el presidente Ali Bongo en Libreville.
Un 30 por ciento de pobres en un país africano, si lo comparamos con muchos otros países del continente, es una cifra que está muy lejos de ser trágica. Sin embargo, sigue resultando inaceptablemente alta para un país de extensión como media España, habitado solo por un millón y medio de personas, donde desde los años 50fluye el petróleo a raudales y que tiene también elevados ingresos por la exportación del manganeso y de la madera de sus inmensos bosques. Según el estudio, que fue realizado por la empresa norteamericana McKinsey, 95.000 familias gabonesas viven con menos de un dólar al día.
Como no podía ser de otra forma, el encuentro –en el que participó entre otras personalidades el premio Nóbel Mohammed Yunus, conocido como “el banquero de los pobres”- atrajo a numerosas organizaciones internacionales y medios de comunicación social, y en su discurso final, el presidente Ali Bongo hizo unas cuantas promesas para luchar contra la pobreza. El mandatario aseguró que durante los próximos tres años el presupuesto nacional dedicará 250.000 millones de francos CFA (unos 500 mil millones de dólares americanos) a financiar la política social del gobierno, con generosos subsidios a familias que vivan en la precariedad y que necesiten, por ejemplo, cuidados médicos e inversiones para crear empleo.
La situación social en Gabón, a pesar de ser un país que muchos incluyen entre las naciones de ingresos medios, es seria. Más de la mitad de la población vive en la capital, donde los alquileres son exageradamente caros, hay una altísima tasa de desempleo juvenil y como consecuencia la delincuencia aumenta cada día. Algo hace ya el gobierno como política social en este país. Las personas discapacitadas, por ejemplo, perciben una ayuda de 75.000 francos anuales, lo que es equivalente a unos 115 euros, que es muy poco pero algo es si lo comparamos con otros países africanos donde un discapacitado no tiene absolutamente ninguna ayuda social estatal.
Hermosas promesas, sin duda, que contrastan fuertemente con la realidad que uno se encuentra cuando pisa los barrios donde vive la mayoría de la población en Libreville. El mismo día que el presidente expresaba sus buenos propósitos ante embajadores, representantes de la ONU y la Unión Europea y expertos nacionales e internacionales en política social, un amigo me llevó por la tarde a uno de los mercados de una barriada popular y mientras caminábamos por una calle llena de tenderetes donde se vendía desde tomates hasta cargadores de teléfono o ropa de segunda mano, me sorprendió encontrarme con dos camiones del ejército que se pararon en las calles adyacentes al mercado. En apenas cinco minutos varias decenas de soldados portando fusiles y lanzadores de gases lacrimógenos se extendieron por el lugar y empezaron a empujar a las mamás que vendían sus cosas, y a hacer montones con sus mercancías sin hacer caso de sus súplicas. Cuando finalmente conseguí abrirme paso los soldados habían empezado a quemar montañas de ropa, objetos de electrónica y todo lo que confiscaron a los vendedores. Aceleré el paso mientras veía que aquello podía degenerar en un enfrentamiento serio con heridos.
Al día siguiente, al salir de la casa donde me hospedo por la tarde, me encontré con el mismo panorama. Soldados amenazando a mujeres que suplicaban que no les quitaran la mercancía con la que se ganan la vida vendiendo en la calle. Pocas horas antes, varias decenas de estudiantes universitarios habían cortado la avenida del Boulevard Triunfal para protestar por los atrasos de muchos meses que sufren en el pago de sus becas por parte del gobierno.
Dudo mucho que los asistentes, o por lo menos la mayoría de ellos, al simposio gubernamental sobre problemas sociales de Gabón, hayan visto a las desesperadas mujeres a las que los soldados han quitado las mercancías que vendían en la calles. Entre otras cosas, porque no es muy posible que los expertos nacionales o internacionales en política económica y social se paseen a pie por los barrios de esta capital donde la gente sufre en sus carnes las consecuencias de la pobreza. Una cosa es conocer la miseria en informes desplegados en la pantalla de un ordenador, y otra muy distinta verla a corta distancia y olerla en los montones de basura que yacen en las calles de muchos barrios de Libreville donde las ratas comparten acera con los viandantes.
Original en : En Clave de África