La plaga de la Makala en República Democrática del Congo , por Antonio Molina

30/04/2015 | Bitácora africana

La fabricación de carbón vegetal está afectando gravemente la conservación de la sabana de parajes naturales como la meseta de Beleke, que se extiende desde la frontera de Angola, remonta el río Congo y penetra en el Gabón, donde las motosierras están arrasando la vegetación arbórea, a cien kilómetros de Kinshasa.

LA ‘MAKALA’, EL ÚNICO COMBUSTIBLE

Cuando yo llegué a Burkina Faso, que entonces se llamaba Alto Volta, por los años 70 del siglo pasado, uno de los problemas mayores era el combustible para cocinar. Las carretas de la leña iban a más de 100 kms de la capital, Uagadugú, pues los leñadores habían devastado los alrededores. Entonces el gobierno decidió importar butano y subsidiarlo para que su precio fuera asequible al nivel económico de la mayor parte de los habitantes de la capital. Consecuencia de este cambio de combustible fue la generalización del arroz y de las pastas alimenticias, que cuecen en mucho menos tiempo que el ‘to’ de mijo tradicional, que se remueve un par de horas en el fuego.

Un compañero venido hace poco de Kinshasa, me hablaba del barrio de Matonge, donde abundan los bares y restaurantes al aire libre, que llaman ‘malewas’. Al anochecer bullen de gente, que viene a beberse una PRIMUS –la cerveza local- y un pincho de cabrito, asado a la brasa, en los cientos de parrillas ambulantes, las famosas ‘ngandas’. Como nosotros decimos ‘carne a la brasa’, ellos dicen ‘cabrito o cerdo a la ‘makala’

Para abastecer de combustible a Kinshasa, una megalociudad de seis millones de habitantes, los cien kilómetros de la carretera asfaltada que va hasta la meseta de Bateké son invadidos todos los días por una procesión de camiones cargados de la necesaria ‘makala’, que forma montones enormes en el mercado central de la ‘Liberté’, a donde van a comprar los mayoristas, que lo revenden a las mujeres que lo llevan, para ser vendido de puerta en puerta por los barrios.


LA FIEBRE DEL ORO NEGRO

El paisaje es desolador. Lo primero que se divisa de lejos son las columnas de humo espeso que delatan la combustión de la leña, luego empezamos a oír el ruido de las motosierras, que los brigadistas manejan con destreza. Finalmente descubrimos las enormes piras de ‘makala’ por el olor a madera quemada.

La fiebre de la ‘makala’ está atrayendo al ‘plateau’-meseta- a gran número de empresarios intrépidos mezclados con buscavidas. Pinto es un joven de 32 años, por su apellido debe ser ‘medio descendiente de portugués angoleño’, se siente orgulloso de la destreza con que maneja la motosierra. En una buena jornada ‘tumba y limpia’ unos cinco árboles. Tala los troncos más gruesos y preciados, cortándolos en trozos de unos tres metros, que van empilando, una vez podadas las ramas.

Antes han limpiado un espacio en la floresta para preparar la pira, de unos tres metros, que cubren con hojarasca y arena, dejando ‘ventanas’ de circulación del aire, para que la madera arda lentamente, en un fuego sin llamas, que al extinguirse habrá convertido la pira de madera en carbón vegetal.

Pinto avisa a su amigo Wemba, que domina el negocio del transporte del carbón. Le trae los sacos y cuando tiene una carga completa, alquila los camiones en la capital, que pasan por las aldeas y claros de la floresta donde están empilados los sacos. En realidad el rosario de camiones, que llegan cargados de sacos vacíos y regresan con un montonazo de sacos de carbón llenos es continuo, pues como Wemba existen otros transportistas.

EL RICO CONGO VÍCTIMA DE SUS RIQUEZAS

‘Todos ordeñan la vaca, pero nadie le da pienso”. Al este, los ruandeses y ugandeses roban los minerales estratégicos, el oro y los diamantes, por todo el país se talan los árboles para producir carbón y la corrupción ‘se aprovecha’ de sus riquezas. Mal anda el Congo, si continúa por este camino.

Autor

  • Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

Más artículos de Molina Molina, Antonio José