La pesadilla del pueblo de Obi, por Carlos Luján Aldana

11/11/2019 | Bitácora africana

pesadilla_obi_2-3.jpg Un gobierno rico con un pueblo pobre es uno de los peores escenarios a los que puede enfrentarse un país, y más si se trata de uno africano. Actualmente Guinea Ecuatorial se encuentra en esta situación, y constituye un buen ejemplo de que el crecimiento económico no es suficiente para erradicar la pobreza si los ingresos generados no son bien distribuidos y no se invierte en desarrollo social.

Imagina por un momento que el mandatario de tu país – llámese presidente o primer ministro – tuviera la experiencia de vivir una temporada en un barrio o colonia pobre, con las mismas carencias que enfrentan a diario millones de personas desfavorecidas. Seguramente tendrían muchas dificultades para obtener dinero para comer, para conseguir agua potable, para transportarse dentro de la ciudad, para lidiar con la sobreexplotación laboral, entre muchas otras cosas más. Es probable que derivado de esta vivencia adquieran mayor sensibilidad social y entendieran mejor lo que sufren los pobres. O tal vez no. Sin embargo, eso es algo que sólo pasa en sus peores pesadillas.

Esta dinámica fue desarrollada por el dibujante y activista ecuatoguineano Ramón Esono en su historieta “la pesadilla de Obi”, en donde describe, de manera sarcástica pero muy brillante, cómo el presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, un día se despierta como una persona pobre y desaparecen todos los lujos y comodidades a los que está acostumbrado, y bajo este ambiente hostil se convierte en víctima de sus propias decisiones políticas. Dadas las restricciones a la libertad de expresión en aquel país, la publicación se introdujo de manera clandestina, y causó un verdadero furor entre la población.

Por supuesto que esta historia no fue del agrado del presidente ecuatoguineano, y el dibujante fue interrogado, perseguido y posteriormente encarcelado. Tras una campaña que tuvo repercusiones internacionales, Esono fue liberado. Pero más allá del drama personal que vivió, esta historia puso el dedo en la llaga, y mostró al mundo la real y auténtica pesadilla de esta historia: la que vive a diario la población de este país, a pesar de que el gobierno encabezado por Obiang se empeña a toda costa en decir que la nación avanza a buen puerto.

Pero antes de comprobar la verdadera situación de este país, pongamos las cosas en contexto. Guinea Ecuatorial es un país de África central ubicado frente a las costas del golfo de Guinea, que cuenta con una población de 1.2 millones de habitantes y cuya superficie (28,000 km2) es un poco más grande que el Estado mexicano de Nayarit. Fue el único territorio de África Subsahariana que fue colonizado por España.

De sus 51 años de vida independiente, 40 han sido con Obiang al frente, quien es hasta el día de hoy el mandatario africano que más tiempo tiene en el poder político, gobernando desde el año de 1979, cuando perpetró un golpe de Estado contra su propio tío. Trajo la estabilidad al país, algo que no conocía desde su independencia, pero implantó un régimen dictatorial con importantes restricciones a la libertad y los derechos políticos y civiles de la población, al más puro estilo del franquismo español. Se celebran elecciones presidenciales, pero Obiang siempre gana con más del 90% de los votos y son frecuentes las torturas y represiones hacia la oposición política.

En 1991 se descubrieron los primeros yacimientos de petróleo en sus aguas y, aunque los niveles de extracción no son tan altos en comparación con Nigeria y Angola, son lo suficientemente importantes para poder desarrollar su economía. Con el inicio del nuevo milenio el país vio crecer su economía de manera exorbitante, a un promedio cercano al 10% anual. A este ritmo, el ingreso per cápita del país se ha incrementado a $18,170 dólares, uno de los más altos de África y muy similar al que presenta México. Con este dato podríamos pensar que Guinea Ecuatorial se encamina a ser un país en desarrollo con buenas perspectivas, pero su realidad social indica lo contrario.

Lo que sucede es que los ingresos derivados de la explotación del petróleo se encuentran muy mal distribuidos. La causa principal la encontramos en el gran despilfarro gubernamental y la corrupción generalizada. Este problema desafortunadamente es muy frecuente en todo el continente africano, pero en este país en particular la corrupción ha alcanzado niveles descarados, alcanzando a todas las instituciones y niveles de gobierno.

Actualmente Guinea Ecuatorial posee la mayor brecha entre su ingreso per cápita y su Índice de Desarrollo Humano, debido a que no se invierte ni se proporcionan los servicios básicos esenciales. La inversión en educación y sanidad fue apenas del tres y dos por ciento de su PIB, respectivamente, lo cual repercute negativamente en los niveles de desarrollo social del país.

En cambio, el 80% del presupuesto se destina para la creación de infraestructura. Por sí mismo, este dato no es malo, pero el detalle está en que la familia Obiang posee participaciones en empresas constructoras y casi siempre los precios de contratación se encuentran inflados. De esta forma, los proyectos de infraestructura son un factor de la corrupción. Para rematar, la viabilidad y sustentabilidad de estos proyectos es muy dudosa, como la construcción de una ciudad administrativa en medio de la selva.

No conformes con esto, en donde el gobierno es juez y parte, sus miembros han encontrado mil y un formas para enriquecerse. El caso más emblemático lo representa el hijo del presidente, Teodorín Obiang, quien es famoso por sus excentricidades. Enfrentó un juicio en Francia, donde enfrentó cargos por malversación de fondos, abuso de confianza y lavado de dinero. Se comprobó que realizó transferencias de las arcas del Estado a cuentas particulares para solventar gastos de lujo en varios países, entre los que se incluían mansiones, colecciones de autos deportivos, artículos de arte y jets privados. Y todo con un “modesto” salario mensual de 3,000 euros. Fue finalmente condenado a tres años y una multa, que no deberá cumplir si no reincide, aunque no pudo evitar la confiscación de sus bienes en París.

Sin embargo, después del juicio el presidente Obiang lo nombró vicepresidente, y es su más claro sucesor, pese a que no hablamos de una monarquía. Después de todo, su hijo heredó el sello familiar. Y mientras Teodorín se da estos lujos, tres de cada cuatro habitantes (76.8%) viven por debajo de la línea de pobreza de dos dólares diarios, y los servicios básicos a la población infantil de Guinea Ecuatorial son un desastre. De acuerdo con Human Rights Watch, estos son algunas de las penosas cifras que el país presenta en esta materia:

La desnutrición infantil oscila en 26%.

Las tasas de vacunación son de las más bajas del mundo, el 25% de los niños nunca han recibido ninguna vacuna.

El 42% de los niños no está inscrito en la escuela y, sólo completan la primaria la mitad de los que la comenzaron.

De esta manera, Guinea Ecuatorial se ha convertido en un país desigual, donde los ingresos provenientes del petróleo se despilfarran por medio de la corrupción, en vez de detonar el desarrollo económico y social de la población. Este país es un típico ejemplo de la “maldición de los recursos naturales”. Los hidrocarburos han permitido la emergencia de una economía moderna, pero la población no ve llegar ningún beneficio. El territorio está lleno de oleoductos, pero existen serias deficiencias en las vías de comunicación y de transporte. Este producto es la base de su economía, mientras que la mayoría de la población sigue viviendo de la agricultura de subsistencia, complementada por la pesca y la caza.

Lo peor de todo es que Obiang, desde sus primeros años, se ha rodeado de importantes socios extranjeros y cuenta con el respaldo de las multinacionales estadounidenses que explotan su riqueza petrolera, lo que en parte explica su perpetuación en su cargo. Y así, ante el descaro de la comunidad internacional y su poca relevancia diplomática, se consuma la tragedia social de Guinea Ecuatorial.

Por increíble que parezca, y a pesar de que los altos niveles de corrupción y represión del país son por todos conocidos, Teodoro Obiang logró asumir en 2011 la presidencia rotativa de la Unión Africana, institución continental cuyos objetivos son totalmente contrarios a la realidad que vive Guinea Ecuatorial, en el sentido del fomento a la democracia, el respeto a los derechos humanos y en priorizar el gasto e inversión social, sobre todo en educación y salud. Por supuesto que esta decisión causó polémica, pero finalmente Obiang se salió con la suya. La permisividad con la que actuaron el resto de jefes de Estado y de Gobierno africanos ante este suceso nos indica que la corrupción sigue siendo tolerada en el continente, aspecto preocupante en el que deberán de trabajar para evitar su propagación.

De esta manera el pueblo de Guinea Ecuatorial se enfrenta a una realidad llena de pobreza, represión, desigualdad, corrupción y pocas oportunidades de desarrollo. El trabajo de Ramón Esono nos recordó que existe un país en África Central que está viviendo desde hace muchos años una pesadilla, a pesar de que su riqueza natural es suficiente para que toda su población pueda vivir holgadamente. Por ello, es necesario alzar la voz contra alzar la voz contra el régimen de Obiang y la complicidad y cinismo de sus aliados internacionales y las compañías petroleras, para que reparen todo el daño causado al país. Un cambio radical de gobierno y de sistema es urgente e indispensable. Se prevé que las reservas de petróleo, si se siguen explotando a los ritmos actuales y si no se descubren más yacimientos, se agotarán en 2035. Guinea Ecuatorial se enfrenta a una carrera contra el tiempo.

Original en /tlilxayac.com

Autor

  • Luján Aldana, Carlos

    Economista mexicano. Me apasiona el estudio de los asuntos africanos, por lo que escribo para impulsar el conocimiento del continente africano y generar debate en torno a él. Puedes seguirme a través del Blog Tlilxayac.

    La palabra Tlilxayac significa “máscara negra” en lengua Náhuatl, aquella que hablaban los habitantes del Valle de México antes de la conquista española y aún hoy se escucha en algunas regiones del país. La máscara es un símbolo muy representativo de la cultura mexicana, y también lo es para algunas regiones africanas. Con esto, se pretende representar la unión, amistad y diálogo entre las naciones de África y México en pro de una relación sólida, cordial, fructífera y duradera.

    @clujanaldana

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