La perca: del Nilo al lago Victoria

10/05/2019 | Opinión

Encontré hace poco en la red un anuncio de Alibaba, el consorcio privado chino con sede en Hangzhou dedicado al comercio por internet, en el que se ofrecían pieles de foca, cuero de avestruz… y cuero de perca del Nilo. Me interesó lo de la perca, porque a comienzos de los años 1980 viví junto al lago Victoria, donde escuché cómo algunos pescadores se quejaban de la creciente falta de peces, especialmente la tilapia. Y lo atribuían a la conocida voracidad de la perca, introducida en el lago Victoria a mediados del siglo pasado.

Por su extensión, el Victoria es el segundo mayor lago de agua dulce del mundo, tras el Lago Superior que comparten Canadá y Estados Unidos. El Victoria está rodeado por Uganda, Kenia y Tanzania, y sus aguas debieran, en la mente de algunos, ayudar a unirlos. Esos tres países se independizaron formando a partir de 1967 la Comunidad de África Oriental, que duró hasta 1997. El proyecto renació en 2001. Ruanda y Burundi se incorporaron a la Comunidad en 2007 y Sudán del Sur en 2016. Desde Ruanda y Burundi llegan al lago Victoria las aguas del Nilo Blanco, y lo abandonan en Jinja, para atravesar Uganda y Sudán del Sur, y unirse en Jartum, la capital de Sudán, a las del Nilo Azul.

Se calcula que cerca de 30 millones de personas utilizan las aguas del lago Victoria para la pesca, el comercio, la agricultura, como fuente de electricidad (en su salida hacia el Nilo en Jinja, Uganda), y también como vertedero, poniendo a prueba su ya frágil ecología. El lago Victoria es poco profundo, 40 metros de media, muy inferior a los 147m del lago Superior o a los 570 m. del lago Tanganyika. Fue precisamente para favorecer la pesca, en neta disminución, que la PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente) introdujo la perca en el siglo pasado, con el resultado a medio plazo que el lago Victoria se esté convirtiendo en un enorme estanque piscícola. El pez grande se comió al pequeño, las percas han ganado en peso, y se encuentran hoy ejemplares de 2m de largo con un peso de 200kg.

Las primeras reacciones a la llegada de la perca fueron mixtas. Recuerdo cómo todavía en los años 80 compré en una pequeña tienda de Pamplona los anzuelos con peces artificiales más grandes que tenían (“Son para pescar en alta mar”, me explicaba la atónita tendera), para un compañero que enseñaba en el seminario de Kisubi, en la zona ugandesa del lago, y que en sus ratos libres salía en barca a pescar percas, para así mejorar la dieta de los seminaristas. Todavía entonces las tilapias abundaban en la zona tanzana del lago, y un compañero mío las pescaba regularmente con su caña. Pero ya en mayo de 1997, un artículo de la revista mensual Seafood International preguntaba: “Perca del Nilo: ¿éxito comercial o desastre ecológico?”. Y en diciembre de 2000, The Economist, criticaba la introducción de la perca en el lago Victoria, porque hacía desparecer la pesca tradicional. Indicaba igualmente cómo el Jacinto de agua, plata invasora introducida involuntariamente, estaba dificultando la pesca costera con pequeñas barcas. Y un lector reaccionaba escribiendo que entre los pescadores luo, sólo los ricos podían invertir en una lancha con motor para pescar lago adentro, y todo para que los comerciantes indios, los que más se aprovechaban según el lector, pudieran exportar percas hacia los restaurantes de Europa.

perca_nilo.jpgCon todo, la pesca de la perca ha seguido aumentando, comercializándose su exportación y creando numerosos puestos de trabajo. Aunque Kenia posee la menor parte del lago, Kisumu se ha convertido en el centro industrial de la perca, con cinco importantes fábricas, que procesan también, aunque en pequeña cantidad, otros tipos de pescado. Otras fábricas existen en Entebe, Kampala y Jinja, en Uganda, y en Mwanza, en la parte tanzana. Se calcula que la industria de la perca mueve entre 300 y 600 millones de dólares al año. Y como la ingenuidad humana no tiene límites, ahora en Kisubi se curte la piel de la perca y se exportan a Europa, bolsos, cazadoras y hasta zapatos confeccionados con esta piel.

El curtido de la piel de pescado no es algo nuevo. Atlantic Leather, una curtiduría de Skagafjörður, pequeña ciudad del Noroeste de Islandia, comenzó a hacerlo en 1997, con pieles de salmón, pez lobo, perca y bacalao, que ahora utilizan las casas de moda, Dior, Prada, Alexander Wang, entre otras. En Kisubi, el curtido de la piel de perca lo inició Newton Owino, graduado en la Universidad de Agricultura y Tecnología G. B. Pant, en el estado indio de Uttarakhand, inaugurada por Nehru en 1960, y pionera en lo que se conoce como “Revolución Verde en la India”. Owino se especializó en la química del cuero. Inició su negocio de curtido, “Alisam Product Development” en 2002 con un pequeño capital de 100.000 chelines, unos 1000 dólares.

Según Jonam Etyang, Director provincial de pesca, las fábricas de Kisubi producen veinte toneladas semanales de residuos. En sus inicios, la fábrica de Newton Owino procesaba en una semana 200 kg. de piel de pescado. Hoy son 15 toneladas. “Confecciono chaquetas de cuero, bolsos, zapatos, carteras, sandalias y cinturones con materiales procedentes de la perca del Nilo”, explicaba Owino a un periodista del Business Daily de Nairobi en junio del año pasado, insistiendo en que lo hacía respetando el medio ambiente y utilizando materiales locales: extractos de plátano para suprimir el olor del pescado y fortalecer las fibras de las pieles; sal para reducir las infecciones bacterianas; y una goma extraída de la piel del pez para la confección de los zapatos.

Ahora Alibaba propone sus productos, el Borneo Post, el diario de lectura en inglés más grande y más amplio del este de Malasia le dedicó una página en julio de 2018, y en Pinterest se encuentran fotos de bolsos, zapatos y accesorios producidos con piel de perca del Nilo. Pero la historia parece como si quisiera repetirse, y Chinadialogue.net, organización independiente con sedes en Londres y Beijing, publicaba el 7 de enero de este año: “Amenazada la perca del Nilo en África del Este”. El apetito de China por la vejiga natatoria está empujando a esta especie al precipicio en el Lago Victoria”

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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