En febrero pasado ya nos inquietábamos sobre el futuro de la pequeña comunidad católica de Libia. La revista italiana de la Fundación OASIS ha publicado, el 1 de junio, una entrevista con Mons. George Bugeja, obispo coadjutor del Vicariato apostólico (“diócesis”) de Trípoli, en la que afirma, entre otras cosas, que “Libia no es una capítulo cerrado para la Iglesia aunque estemos viviendo momentos difíciles junto al país”.
En un país de facto dividido en dos gobiernos y regiones rivales, sin hablar de las milicias de “daech” y similares, las relaciones con las instituciones son casi nulas. El hecho de que la comunidad cristiana sea enteramente extranjera: emigrantes africanos que desean pasar a Europa y trabajadores filipinos (que se están acogiendo a programas de retorno voluntario), no hace más que fragilizar a la institución eclesial que no puede seguir siempre la movilidad de sus fieles que hoy están aquí y mañana ya no. Según Mons. George Bugeja “no alentamos a nadie a que arriesgue su vida intentando cruzar el Mediterráneo, al revés los intentamos disuadir”. Para el prelado esta situación de inseguridad acabará algún día por el momento “hay que atender pastoralmente a las personas que vienen, animarlas en lo posible, vivir la Palabra de Dios, ser cordiales, perdonar y amar”.
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