LA ONU PIERDE SU CREDIBILIDAD EN ÁFRICA

29/10/2012 | Editorial

La mayoría de los gobiernos, líderes y ciudadanos vemos la necesidad de una Organización Mundial que coordine la gestión de los recursos y la respuesta a los retos de nuestro mundo globalizado.

Necesitamos, hoy más que nunca en este “pueblo global”, una autoridad cívico-moral que cumpla y ayude a cumplir los principios y valores humanos básicos que se encuentran en toda cultura y religión del globo.

Existen valores humanos que son universales, como: la dignidad de cada ser humano, el bien común, dialogo y respeto a la identidad y alteridad de los demás, democracia, justicia social, solidaridad, constitucionalismo, compasión con los más necesitados, cuidado de la naturaleza, resolución pacífica de conflictos, paz, etc.

Por tanto creo que algún tipo de ONU es fundamental en un mundo tan interconectado. Pero necesitamos una ONU con principios éticos que siga siempre una postura coherente, guardando esos valores humanos fundamentales en todas sus intervenciones.

Desafortunadamente, la ONU actual no mantiene una postura coherente y parece estar a merced de los poderosos, traicionando su razón de ser y la confianza de los ciudadanos que más sufren.

Ya no basta que la ONU sea como una agencia de ayuda humanitaria. La ONU debe ser es un referente mundial de justicia social y de respeto a los valores humanos, para atacar los males y abusos de la dignidad humana en sus raíces, vengan estos abusos de donde vengan.

La ONU actual nos da “una de cal y otra de arena”.

Por un lado produce unos informes neutrales y valiosos sobre crímenes contra la humanidad, como el “Mapping Report” sobre los genocidios cometidos en el este de la R.D. del Congo por Ruanda sobre todo (más de 5.4 millones murieron entre Agosto 1998 y Abril 2007).

Nuevos masacres siguen teniendo lugar en la región de Kivu, desde entonces, causados por el grupo guerrillero M-23, creado y apoyado por Ruanda y otros países, vecinos y extranjeros.
Un nuevo informe de expertos de la ONU, presentado el 12 de octubre 2012 al comité de sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU, mantiene todas las acusaciones contra Ruanda.

Por otro lado, esta ONU acepta al mismísimo gobierno de Ruanda: Paul Kagame, como miembro no permanente del Consejo de seguridad de la ONU. Muchos tenemos la impresión de que esta ONU es “un títere” a merced de los poderosos, y que por tanto ha perdido su razón de ser y gran parte de su credibilidad.

Esto mismo dice “Human Right Watch” (HRW), que a través de Ida Sawyer afirma que “la presencia de Ruanda tendrá un impacto negativo en las poblaciones congoleñas, víctimas de la Guerra del este de la RDC… Ruanda ahora tendrá la capacidad de bloquear las sanciones por la implicación de oficiales ruandeses y otras iniciativas a favor de la paz en RDC…Ruanda no es creíble para ocupar un asiento en el Consejo de Seguridad a causa de su apoyo a los rebeldes de M-23, que están en guerra contra la RDC, liderado por Bosco Ntaganda, perseguido por la Corte Penal Internacional”.

Si algunos países como Bélgica y Holanda funcionan casi normalmente sin un “gobierno oficial”, nosotros podemos funcionar también sin gobiernos oficiales que opriman a la mayoría, y sin una ONU que aparece sin personalidad propia y que se inclina ante los intereses de los poderosos, de los que recibe su pan de cada día.

Necesitamos una autoridad democrática, a nivel nacional e internacional, pero solo si consiste en una autoridad con líderes íntegros y que promuevan la justicia social, el Bien Común y la armonía de toda la familia humana.

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