La ofensiva de China en África no es más que la expresión de la talla mundial que ha adquirido. Ha irrumpido con fuerza en un continente que Occidente consideraba hasta hace poco su coto privado. El objetivo: tener acceso a materias primas de gran importancia estratégica y para el mantenimiento de su elevado crecimiento económico y encontrar mercados donde vender sus productos. Esta penetración china en África ha desconcertado a muchos e inquietado a las instituciones financieras occidentales, así como a Estados y compañías multinacionales. Sigue suscitando, también en África, esperanzas, dudas y controversias.
China no ha estado nunca ausente de África. Cabe recordar que en los años 1950-1960, en pugna con la URSS, trató de liderar el Tercer Mundo frente al imperialismo y colonialismo occidentales, y su presencia en África tuvo cierto relieve., sobre. Chou en Lai realizó una sonada gira por varios países africanos en 1963.
A finales de los 80, la fractura Este/Oeste deja de dominar la escena mundial y es en el contexto de la oposición Norte/Sur donde China relanza su acción en África. Como potencia emergente trata de crear relaciones Sur-Sur (como actualmente intentan a su rebufo Brasil y la India), con el antiguo Tercer Mundo. China ha abandonado su evangelio revolucionario; los dirigentes chinos en sus constantes viajes a África no blanden el “Libro rojo” ni visten sobrios atuendos “cuello Mao”. Es el tiempo del pragmatismo, del traje y corbata de seda, de la compañía y asesoramiento de banqueros, empresarios y hombres de negocios. China tiene sed de petróleo y hambre de materias primas.
Del discurso tercermundista a la potenciación de las relaciones igualitarias SUR –SUR
En el tropel de potencias para hacerse con las riquezas de África, China está en el pelotón de cabeza. Frente a un Norte, calificado de depredador y neocolonialista, ineficaz para el desarrollo y generador de dependencia permanente, China ofrece un nuevo tipo de cooperación, definido con los términos “ganador – ganador”, basado en la igualdad y confianza. China no pierde ocasión en poner de relieve que los acuerdos se basan en el estricto respeto de la soberanía de los Estados africanos y en el carácter igualitario de los mismos. Con ello halaga sin duda a los socios africanos, cansados de ser tutelados y de recibir lecciones y reprimendas de los occidentales. Ciertamente no se trata de un eslogan vacío: sea cual sea el régimen (dictatorial, incompetente, corrupto), Pekín no critica ni se inmiscuye en los asuntos internos de los países africanos, a la vez que, de paso, niega que Occidente, cuyas inversiones van ligadas a condiciones o exigencias de tipo político (democracia, respeto de los derechos humanos, lucha contra la corrupción), tenga legitimidad moral alguna para hacerlo. Así, ha ofrecido una vía de recambio y supervivencia cuando la ayuda europea a Africa se ha retirado; por ejemplo, no tiene ningún reparo en cooperar con Estados como Zimbabwe. China vende su eficacia y el logro de un desarrollo por medio de un régimen autoritario, sin pretensión civilizadora. Desde este punto de vista, presenta pues un modelo de supervivencia de régimen autoritario, al separar desarrollo económico de reformas políticas y democracia. El diálogo de igual a igual y el respeto de su soberanía elevan la autoestima y el protagonismo de los Estados africanos.
Los objetivos de China: sed de petróleo, bulimia de materias primas y productos básicos, y nuevos mercados
Los objetivos chinos son claros: garantizarse el suministro duradero de materias primas y abrir nuevos mercados.
1) Hasta 1993, China exportaba petróleo, pero en 2005 ya no cubría más que la mitad de sus necesidades. Su dependencia energética y la necesidad de importar hidrocarburos hicieron que mirara a África como fuente de petróleo. Ya desde 1996 está presente en Sudán, ocupando el espacio dejado, en protesta contra el sojuzgamiento que Jartum impone al sur del país, por las compañías americanas y canadienses. Hoy la extracción del petróleo sudanés está en gran parte en manos de China. Posteriormente, los otros dos grandes productores subsaharianos de petróleo, Angola (segundo suministrador de China) y Nigeria, se convirtieron también en socios privilegiados de Pekín. Hay que señalar que China es el tercer cliente de Guinea Ecuatorial.
2) Además de los barcos-cisterna navegan hacia China otros cargados de minerales y de productos básicos, indispensables para calmar el hambre china (industrialización, infraestructuras, fábricas, construcción de viviendas…). Si algo caracteriza a África es que constituye una reserva/depósito de materias primas; de ahí la importancia añadida que China da a su política africana. Baste citar a modo de ejemplo las importaciones chinas de platino (Zimbabwe), de cobre (RDCongo, Zambia) Bauxita (Guinea y Suráfrica), hierro (Mauritania, Sudáfrica, Zimbabwe, Camerún, Congo-Brazza, Gabón), cobalto (Sudáfrica, RDCongo), uranio (Níger), y hasta piedras preciosas (Sierra Leona). Pero el interés no se limita a los minerales. China es hoy el segundo importador mundial de madera y también África le ofrece posibilidades. Su suministrador principal es Gabón, que le vende el 60% de su producción. Vienen luego Sudáfrica, RDCongo y Camerún. Varias organizaciones conservacionistas se han alarmado por las consecuencias de una explotación salvaje de los bosques africanos por compañías chinas.
El crecimiento urbano y un consumo más variado, ha empujado a sociedades chinas a paliar la insuficiencia nacional por medio de la explotación de grandes dominios de colonos británicos expropiados en Zimbabwe. Las compras de algodón de Burkina Faso, inexistentes en 1995, han pasado a constituir el 30% de la exportaciones de este país, y las importaciones desde África de este producto se han más que duplicado en 15 años. Otro terreno en el que los intereses chinos están presentes en África es el de la piscicultura, destinada al consumo chino.
3) África representa un mercado accesible para productos chinos. Quien haya visitado África subsahariana habrá comprobado que los productos “Made in China” invaden los comercios y mercados. Hay una enorme variedad de productos: ropa y calzado, equipamiento doméstico, bicicletas, pequeña maquinaria, motos, coches, etc…; productos muchas veces más adaptados a la condiciones de vida africanas y desde luego mucho más baratos que los artículos de fabricación occidental.
La necesidad de vender encuentra en África un mercado muy específico en el capítulo de la venta de armas. En los tiempos en que primaba la ideología, los comunistas chinos aportaban una ayuda militar a diversos movimientos de liberación. En los del pragmatismo, la venta de armas no hace distingos entre gobiernos. El volumen de este comercio es considerable (desde armamento ligero, uniformes, bicicletas, hasta helicópteros y aviones d caza). Dos países, especialmente próximos a China, Zimbabwe y Sudán, son buenos compradores de material militar chino. La venta de armas va acompañada a veces del envío de instructores/formadores, e incluso de la construcción, como en Mali, Zimbabwe y Sudán, de fábricas de armamento ligero.
Las bazas de China, ventajas comparativas
África constituye un terreno privilegiado para las inversiones chinas, que asumen riesgos que las empresas occidentales no se atreven a tomar. Desde el año 2.000 se han creado instituciones específicas chino-africanas, como una Cámara de Comercio y un Foro de Cooperación que se reúne cada tres años y el China-Africa Development Fund. Ya ha quedado indicado que China no pone condiciones ni exigencias de tipo político. En más de un caso ha aprovechado la debilidad de la presencia occidental o el abandono crítico de inversores occidentales. Para muchos Estados africanos, el apoyo económico, diplomático y militar de China significa una ventaja comparativa ya que les posibilita eludir ciertas presiones internacionales. Existe otra ventaja no menor: las inversiones chinas en el continente no buscan una rentabilidad económica inmediata, su objetivo es reducir la dependencia energética y garantizarse duraderamente el acceso a determinadas materias primas. Su estrategia se enmarca en el largo plazo. La “generosidad” china se expresa por medio de préstamos bonificados, sin interés, preferenciales, plazos muy elásticos en el reembolso de deudas o incluso condonación de las mismas. Hay otro rasgo característico de la cooperación china, como lo ilustran los acuerdos con la RDCongo del año 2007: a cambio de la concesión de explotación de los recursos mineros (fundamentalmente cobre y cobalto), China se compromete en contraprestación a construir vías férreas, carreteras, hospitales, universidades. Se trata pues de un “trueque”: intercambio de bienes, de recursos naturales no por divisas sino por equipamientos y trabajos de infraestructura. El economista congoleño Augustin Tshilombo opina que el trueque es un medio para superar los males producidos por el sistema monetario internacional, responsable según él del expolio de los países del Sur en beneficio exclusivo del Norte, debido al modo como el Norte fija la adquisición de los recursos africanos y a la complicidad de los compradores de materias primas con la elites del SUR, complicidad que deriva muy a menudo en el desvío de los ingresos por exportación y en la huida de capitales. Este modo de operar hace que los frutos de la cooperación con China se hagan visibles con cierta inmediatez y signifiquen una mejora en las condiciones de vida de las poblaciones, favoreciendo la movilidad, el comercio y el desarrollo económico. No puede ocultarse, sin embargo, que, a la vez, empresas chinas, a través de Beijing Urban Construction Group, realizan obras “a mayor gloria” de la clase dirigente africana, como estadios, hospitales de lujo, edificios gubernamentales, residencias presidenciales, que alimentan el buen entendimiento y amistad con las autoridades locales.
Hay otro factor diferenciador que en África es percibido positivamente: las cualidades de los expertos, cooperantes y trabajadores chinos. Sus salarios y su modo de vida contrastan con los de sus equivalentes occidentales. Ya en los años 1970, los acuerdos establecían que los trabajadores chinos debían vivir como los autóctonos. La diferencia debía residir en su dedicación y eficiencia en el trabajo. El comentario “los chinos son como nosotros, pobres, han venido para ayudarnos; no hacen más que trabajar; son incomparables”, es frecuente. No es menos cierto que no tienen otra opción, sometidos al código de trabajo de su país, viven con frecuencia cerca del “tajo” en enclaves cerrados. Existe la sospecha fundada de que algunos son presos que redimen penas en la cooperación.
¿Un modelo?
Las inversiones occidentales no han logrado que África despegue. La mejora de las condiciones de vida de los africanos no era uno de sus objetivos.
La imagen de una China emergente, que en unos años se ha convertido en potencia económica, es sin duda un atractivo importante para África, tan frustrada y permanentemente situada en los puestos últimos del ranking del desarrollo. Existe una admiración generalizada entre muchos dirigentes, “tenemos que girarnos hacia donde el sol nace”, decía Robert Mugabe en 2005. El entusiasmo no es compartido por todos. Comerciantes, empresarios, periodistas, defensores de los derechos humanos y, naturalmente, opositores africanos, denuncian la pretendida asociación igualitaria chino-africana y consideran a los chinos más que como nuevos socios como nuevos colonos, y, en consecuencia, el principio rector de la cooperación china “ganador – ganador” como un eslogan vacío.
El capítulo de reproches es abundante, desde la competencia desleal hasta el de no respeto al medio ambiente. Gracias al comercio chino, el cliente africano accede ciertamente a productos baratos difícilmente soñados hace pocos años, como lavadoras, frigoríficos, móviles etc… Las quejas provienen de los comerciantes y de las empresas locales. El caso del sector textil es especialmente significativo: África exporta masivamente algodón para la industria textil china, que reenvía sus productos manufacturados, provocando el cierre de fábricas locales. La compra o alquiler de tierras, cuya producción va a China (incluso se empujó a campesinos chinos a que se instalaran en África), está generando inquietud y, sobre todo precariedad en poblaciones. Las inversiones chinas en el sector del petróleo y minero y en la construcción de infraestructuras van acompañadas de una masiva llegada incontrolada de mano de obra china en África; no se crean puestos de trabajo. Las denuncias de mal trato, explotación, bajos salarios, despidos arbitrarios, por parte de sindicatos o asociaciones congoleñas (Katanga) son muy frecuentes. La necesidad de poner en valor las riquezas naturales hace que las preocupaciones medioambientales se conviertan en algo secundario para los dirigentes africanos y sus socios chinos. Para la oposición política de los Estados africanos, la política china alimenta y sostiene prácticas clientelistas y corruptas (¡nada novedoso!) y los dirigentes africanos se sienten apoyados en su rechazo a realizar reformas políticas; por lo tanto, China contribuye al mantenimiento de regímenes autoritarios.
¿Inquietud en Occidente y esperanza en África?
No parece posible sacar todavía conclusiones. Más allá de las palabras y discursos, ¿reproduce China comportamientos y políticas ya “viejos”? ¿La competencia china, su irrupción en África, hará que las políticas occidentales – instituciones financieras, compañías transnacionales – con relación a África se modifiquen? Es evidente que el discurso interesadamente alarmista de occidente no se ajusta a la realidad. La presencia china en África es creciente y en rápida expansión, pero es todavía limitada con relación a EEUU y Europa.
Algunos observadores africanos sospechan incluso que se produzca un entendimiento entre los países de la OCDE y China para repartirse la tarta africana de materias primas (un nuevo triángulo comercial). El empeño de occidente en cerrar el paso a China en África no ha dado resultados y se ha buscado un acercamiento para conciliar intereses con la organización de diversos encuentros (dos en África y dos en China) entre países de la OCDE – China, al que se ha invitado a África, para abordar conjuntamente la cuestión de “Las infraestructuras en África”, como instrumento fundamental para reducir la pobreza de África. El temor africano reside en que esta coordinación-cooperación oculte sólo un matrimonio de interés entre potencias hasta ahora rivales.
Fuentes consultadas:
– Revista “CONGO-AFRIQUE”, de Kinshasa, nº 418, octubre 2007
– Philippe Richer: “L’Offensive chinoise en Afrique”, Editions Karthala, 2008
– Informe de ACIDH (Action Contre l’Impunité pour les Droits de l’Homme », « Les investissements privés et publics chinois dans le secteur minier au Katanga : bonne gouvernance et droits de l’homme », mai 2010.
– A través de internet :
- “La stratégie africaine de la Chine ”, de Valérie NIQUET
- «Anatomie d’une nouvelle stratégie chinoise. La Chine en Afrique », Pierre-Antoine Braud
- Master Monde chinois des affaires 2009-2010
- «La Chine en Afrique : invasion ou effet optique ? », HEC EURASIA INSTITUTE
- «La Chine en Afrique : une réalité à nuancer », François LAFARGUE, 10 août 2009.