La nueva generación africana vive casi sofocada entre el peso de las costumbres ancestrales
UNA EXPERIENCIA VIVIDA
Me decía uno de nuestros jóvenes ‘Padres Blancos’ africanos a su regreso de Roma, donde amplió estudios en la Universidad Gregoriana: “Cuando regresé a Costa de Marfil para visitar a la familia y amigos, me encontré con un matrimonio joven, ambos antiguos condiscípulos de la Universidad de Abiyán. Me invitaron a su casa. Viven en un lujoso barrio de la capital en un residencial ultramoderno. El marido, formado en Económicas trabaja en un banco y ella diplomada en Empresariales encontró trabajo en una compañía comercial. Tienen buenos salarios y un chavalín de 6 años. El padre me presenta al niño: “Este misionero es el ‘tontón’ (tío) que estudiaba en Italia.” El niño se exclama: ‘¡Italia, vecina de Francia!’ Enseguida me preguntó: “Tontón¿ nunca fuiste en París a Disneylandia? Mi papá me prometió llevarme allí en el próximo verano.”
Ante la sorpresa del Padre Blanco, el amigo le explica:”El chico vio la propaganda en la TV francesa y desde entonces vive soñando con ir allí. Por eso pensamos llevarlo a Disneylandia durante las vacaciones.”
La conversación fluye sobre temas variados y pronto me percato que sólo ven canales franceses y norteamericanos. El pequeño maneja la ‘playstation’ y domina los videojuegos. Habla bien el francés y ya se defiende en inglés. Intenté hablarle en ‘baulé’, la lengua de su padre y pronto vi que no la había oído nunca. Lo mismo verifiqué con el ‘attié’, la lengua de su madre. En la mesa prefiere la comida europea (francesa e italiana) y detesta la cocina tradicional marfileña: el ‘futú’, el ‘kongoné’, etc… En resumen: Es un africano por el color de la piel y por el apellido, por lo demás podría confundirse con un chiquillo de París o de Bruselas.
Estudia en un colegio internacional con pedagogía francesa y americana. Sus padres enviarán a alguna universidad francesa o norteamericana. Dentro de unos años, al regresar a su patria (si es que vuelve), encontrará trabajo en alguna multinacional o compañía exportadora de cacao, en donde tendrá bajo su mando millares de personas, que no crecieron como él. ¿Imaginan los choques que podrán acontecer al tomar decisiones contrarias al modo de pensar de sus conciudadanos subalternos?
ESPEJO O FOTOGRAFÍA
Este caso es la foto de tantos adolescentes de familias pudientes, que crecen hoy en las grandes urbes africanas. Son una minoría, llamada a ser los líderes de África. Sin ser africanos 100% , ni occidentales cabales. Son personas desarraigadas de su cultura y de la vida cotidiana de la mayoría de su pueblo. Están sentados entre dos sillas, posición poco confortable: La modernidad occidental y la tradición (la silla coja).
LA FINA FLOR DE LA POLÍTICA
Casi todos los Estados africanos han celebrado en esta década el 50º aniversario de su independencia . Las TV’s nos han mostrado muchas de estas fiestas ¿Qué hemos visto? Casi todos los políticos vistiendo trajes de chaqueta, con camisas y corbatas de buenas marcas y las señoras en “tailleur” de buenos modistos. Enseguida presenciamos un desfile militar y al final del mismo, brindis con ‘champagne’ francés. Total, una copia aproximada de la fiesta nacional francesa del 14 de julio. Nada recuerda una fiesta del pueblo africano con su colorido, sus danzas y su bullicio…
La fina flor de los políticos africanos posee un modo de vida y de pensar muy diferente del pueblo que gobiernan. Sí, nacidos en África, pero educados en Europa o Norteamérica, al regresar a sus países asumen funciones de líderes adoptado criterios diferentes a los de la mayoría de la gente de a pie. De modo, que viven un contraste permanente entre lo que el gobierno pretende, para transformar el país en un estado moderno y los esquemas culturales de los que han crecido en las zonas rurales.
Un estado nacido de la colonización injertado en un pueblo tradicional.