La mujer como factor de democratización y desarrollo en el mundo

5/06/2017 | Opinión

Una de las premisas esenciales para el progreso económico y social de los países aún no lo suficientemente industrializados es la necesidad de considerar a las mujeres, a la par de los hombres, como agentes estratégicos de democratización y desarrollo, dada la situación de discriminación y violencia doméstica a la cual las mismas están sujetas a veces.

Hay países africanos, particularmente los de fuerte influencia musulmana, en los que el acceso a la escolarización de las mujeres es deficiente o prácticamente nulo, así como la posibilidad de alcanzar cargos de mayor responsabilidad en la vida pública o privada. Este hecho ocurre también, aunque en menor escala, en otros países africanos de mayoría católica o protestante, debido al elevado índice de pobreza (o extrema pobreza) además de otras formas de marginalización, no raras veces justificadas por una falsa idea de que el estatuto de la mujer es inferior al del hombre, debido a la civilización africana.

De acuerdo con el investigador senegalés Cheik Anta Diop, en “Nations Negres et Culture”, la falta de principios de horizontalidad en la relación entre hombre y mujer, no forma parte de la tradición africana, y como tal, no deberá ser vista como herencia cultural, sino como un principio educacional para ser interiorizado en la vida escolar y académica, así como en el ejercicio pleno de nuestra ciudadanía. Para una mejor comprensión de la historia, hay que considerar, según Diop, una cuna negra africana al sur del Mediterráneo y otra indo-europea, al norte del Mediterráneo. Si en algunos pueblos se detectan formas mitigadas de régimen patriarcal, se debe a la influencia del Islam y del Catolicismo, dice también el Padre Raúl Ruiz Asúa Altuna, citando a Cheik Anta Diop, en su libro “Cultura Tradicional Bantú”.

La cuna meridional está caracterizada por una descendencia matrilineal, que alcanzó a Etiopía, Libia, Egipto y África subsahariana. Los imperios de Ghana y de Mali adoptaron esta tradición, tal y como confirman los escritos del tunecino Ibn Jaldún (1332-1406). En la organización social tradicional africana, según Diop:

– La familia es matriarcal con descendencia uterina.

– El estado territorial presenta un sistema específico de castas.

– La mujer en la vida doméstica es considerada emancipada.

Cheik Anta Diop añade que la tradición femenina real y el carácter agrario de la mayoría de las economías, aspectos siempre ligados entre sí, apoyan su tesis: la existencia de un linaje matrilineal en toda el África negra.

Diop se refiere también a la formación de las sociedades europeas y a la existencia de una cuna nórdica patrilineal, que surge mucho después de la cuna meridional, que se realizó de modo totalmente diferente de las sociedades al sur del Mediterráneo. Tiene origen indo-europeo y fue seguido por Creta, Grecia, Roma y por otros pueblos germánicos y es poseedor de las siguientes características: régimen patriarcal, linaje patrilineal, estructura sociopolítica basada en la Ciudad-Estado, espíritu individualista y xenófobo, ideal guerrero y conquistador y, finalmente, sumisión femenina a la superioridad del varón.

Algunos de los grupos sociales en Angola que hoy presentan una estructura social patrilineal, podrían haber tenido antes una estructura matrilineal, como es el caso de los Lunda y Cokwe, que, según José Redinha, en “Etnias y Culturas de Angola”, editado en 1974 por el Instituto de Investigación Científica de Angola, “guardan al mismo tiempo trazos vivos del antiguo régimen social de matriarcado de la África Central”.

Hay que destacar aún, en la historia de Angola, el papel histórico de mujeres como Njinga Mbandi, en el reino de Ndongo y de Matamba; de Lueji, en el reino de Lunda, de Kimpa Vita, en el reino del Kongo, de Danda Candundo y, últimamente, de la reina Nhacatolo, asociadas al grupo etnolingüístico Nganguela, grupo social donde se destacaba la existencia de una ginecocracia como organización social.

Hoy, la educación de las actuales y futuras generaciones angoleñas, solo tendrán sentido amplio si las cuestiones de género, entre otras áreas específicas y transversales, tales como: la interculturalidad, la ciudadanía económica, la ciudadanía política, el medio ambiente, la aceptación de una paternidad y maternidad responsables, los cuidados de la salud y el saneamiento básico, la adaptación a los cambios que se operan a nivel global a una velocidad nunca antes constatada, la solidaridad, la democracia, la paz y la unidad nacional… fuesen formuladas en el ámbito de aprendizajes indispensables hacia una educación para el desarrollo.

Filipe Zau

*Filipe Zau es Doctor en Ciencias de la Educación y Profesor en Relaciones Interculturales.

Fuente: Jornal de Angola

[Traducción, Carolina Grandela]

[Fundación Sur]


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