En forma de gestación, Aeroflot o los ferrocarriles eran pequeños estados en la panza social de aquella aberrante y pantagruélica malformación estatal que Union soviética se hacía llamar. Sectores que para su personal tenían colegios y centros sanitarios propios. Si no en lo relativo a la degradación social que estás arrastran desde los años del apartheid, las minas sudafricanas sí que vienen a representar un equivalente a lo que acontecía en la extinta URSS con el ferrocarril en lo referente a la importancia, magnitud burocrática, económica o social de este. Consideración que ha trascendido la mera calificación de sector industrial.
La minería representa un factor que suele rondar el diez por ciento del producto nacional bruto sudafricano. Bajar a las muchas excavaciones del cinturón industrial del norte es descender a la caverna humana y la vuelta a la sociedad estamental previa a las revoluciones atlánticas. Sus estratos sociales están tan difuminados que incluso el ser negro tiene matices. Íntimamente conectada a la inmigración ilegal que sufre Sudáfrica como gran polo económico del Africa austral, la mina tiene su propio lenguaje de colores; siempre negros.
Un curioso, si no único, fenómeno migratorio norte – sur donde el efecto llamada de una economía emergente ha generado arrabales y ciudadelas cuya infantería nutre la minería. En los años del apartheid, el trato de los supervisores afrikáners hacia recordar la era de los faraones y la edificación de las pirámides a base de látigo. A día de hoy, el negro sigue siendo la base del profundo estamento minero del África austral; el lubricante que engrasa una maquinaria cruel y despiadada que no duerme y vomita carbón, cromo y oro. Los inmigrantes de Botswana, Mozambique o Zimbabwe, son vistos por los mineros oriundos como una competencia que ha redundado en la caída de sus sueldos. Alcoholismo, sida y violencia, terminan adornan este jardín digno de El Bosco. Y es que bien sea en forma de huelgas, tiroteos policiales o unas condiciones de seguridad del siglo XIX heredadas de la De Beers Mining Company, la minería sudafricana esconde una terrible realidad muy poco conocida.