Durante la ocupación italiana de Etiopía (1935-1942), fueron numerosas las atrocidades que los invasores fascistas cometieron contra la población civil. Sin embargo, quizá la más atroz se ejecutó entre el 19 y el 21 de febrero de 1937, cuando una bacanal de sangre, muerte y destrucción arrasó Addis Abeba como respuesta a un fallido complot contra el Virrey italiano Rodolfo Graziani.
Antes de participar en la invasión de Etiopía (1935-1936), Graziani contaba ya con una oscura fama de militar sanguinario e implacable: durante su estancia en la región de Barka (Libia), aplastó cualquier conato de rebelión con ejecuciones sumarias, cegando pozos con cemento o arrojando a prisioneros en pleno vuelo. Además, durante la campaña etíope no dudó en usar el mortal gas mostaza, cuyo uso había sido condenado por la Sociedad de Naciones. Graziani fue nombrado Virrey de Etiopía y Mariscal del Ejército Italiano el 11 de junio de 1936, poco después de tomar la capital.
En la mañana del 19 de febrero de 1937 (12 del mes de yekatit del calendario etíope), Graziani organizó un reparto caritativo de comida en el palacio de Genete Leul para celebrar el nacimiento del príncipe heredero italiano, Vittorio Emmanuelle, Príncipe de Nápoles. Dos jóvenes eritreos, Abraha Deboch y Mogus Asgedom, se infiltraron entre la multitud de necesitados para aproximarse a la posición donde estaba el Virrey. Allí empezaron a lanzar granadas -diez, en total-, logrando escapar gracias a la confusión generada por las explosiones.
A pesar de que su intención era asesinar al Virrey, este resultó herido por 365 fragmentos de metralla, pero logró salvar su vida tras una operación de urgencia. El fallido atentado abrió las puertas del infierno. Los miembros del fascio local votaron esa misma tarde la ejecución de un brutal y ejemplarizante pogromo contra los nativos. Tras varias horas, Guido Cortese, uno de los altos cargos del Partido Nacional Fascista, declaró lo siguiente:
Camaradas, hoy es el día en que debemos mostrar nuestra devoción a nuestro Virrey reaccionando y destruyendo a los etíopes durante tres días. Os doy carta blanca durante tres días para destruir, matar y hacer lo que queráis a los etíopes.
GUIDO CORTESE. ADDIS ABEBA, 19 DE FEBRERO DE 1937
Del 19 al 21 de febrero, la capital etíope se convirtió en el escenario de una terrible pesadilla en la que participaron soldados y civiles italianos. Asesinatos a sangre fría, decapitaciones, violaciones de mujeres, saqueos e incendios fueron el resultado de la brutal venganza fascista. Existen numerosas fotografías tomadas por los italianos exhibiendo cabezas cortadas de etíopes o sonriendo al lado de los patíbulos donde cuelgan los cuerpos sin vida de los represaliados, que no reproduciremos aquí por respeto a las víctimas. Harold G. Marcus expone la innecesaria crueldad de los asesinatos:
Los etíopes fueron asesinados indiscriminadamente, quemados vivos en sus chozas, o tiroteados cuando intentaban escapar. Los camioneros italianos perseguían a la gente y la atropellaban, o los ataban por los pies a los parachoques para arrastrarlos hasta la muerte. Muchos fueron golpeados y apedreados. Las mujeres fueron azotadas, los hombres emasculados y los niños pisoteados; se cortaron gargantas, hubo gente que fue destripada y abandonada a su suerte, ahorcada o apuñalada hasta morir.
HAROLD M. MARCUS (1994). A HISTORY OF ETHIOPIA, P. 149
También la tragedia ha sido novelada de manera magistral por la escritora Maaza Mengiste en su libro The Shadow King (2019):
Miles han sido arrestados. Fuegos abrasadores han arrasado Addis Abeba e incluso otras ciudades a lo largo de las Tierras Altas, algunos durante tres días. Civiles y soldados han recibido carta blanca para hacer lo que quieran con cualquier etíope que se encuentren por la calle. Jan Meda y otros campos cerca de Addis Abeba están llenos de fosas comunes. Los ríos fluyen con cuerpos quemados (…).
MAAZA MENGISTE (2019). THE SHADOW KING
Los italianos pretendieron exterminar a la nobleza y a la intelectualidad etíope (los Jóvenes Etíopes), formada en el extranjero, pero también hubo ataques contra las comunidades griega y armenia. Aunque es difícil saber la cifra exacta de asesinados, dado que la matanza se extendió por el país, las cifras varían entre las 4.000 y 30.000 víctimas mortales sólo en la capital. Muchos otros miles fueron enviados a los penales de Eritrea y Ogadén (Danane).
La masacre marcó un antes y un después en la historia de la ocupación italiana de Etiopía. El terror de esos tres días, en lugar de instilar miedo y obediencia entre los etíopes, los enfureció aún más, animando a muchos a tomar las armas y a unirse a las numerosas guerrillas que imposibilitaron que los fascistas dominasen completamente el país, pavimentando el camino hacia la victoria final. Pero, sin embargo, esa es una historia que merece ser contada en otra ocasión. Hoy las víctimas son recordadas por un obelisco, el del 12 de Yekatiti, ubicado en la plaza de Siddist Kilo de Addis Abeba.
– Para saber más:
- Bahru Zewde (1991). A History of Modern Ethiopia. 1885-1991. Addis Abeba: Addis Abba University Press.
- Marcus, H. G. (1994). A History of Ethiopia. Berkeley: University of California Press.
- Maaza Mengiste (2019). The Shadow King. Edimburgo: Canongate.
Original en: El reino de Aksum