La lluvia en Francia es pura abundancia, por Félix Pérez Ruiz de Valbuena.

19/09/2013 | Bitácora africana

Normalmente solemos decir “la lluvia en Sevilla es pura maravilla” pero lo he cambiado por el del título porque de lo que quería hablaros era de una anécdota sobre maneras de percibir en Burkina Faso cómo es la lluvia en el primer mundo o al menos en Francia.

Hará unas 2 semanas fui con un profesor a proyectar una película para mujeres a Saye, una aldea a unos 20 Kilómetros de donde vivo, y a diferencia de otros profesores, nos pasamos todo el trayecto charlando, de esto y de aquello, por encima, que mi francés, así como mis entendederas, no son nada del más allá (del más allá no suelo hablar que ni he estado, ni creo en ello), pero con Yacouba es otra cosa porque es un hombre viajado, tiene amigos en Europa y ha visitado Francia, Bélgica y Luxemburgo.

Así que tenemos mucho de qué hablar, ya sea de cosas de África o de Europa.

Incluso ha visitado España, País Vasco, bajando con sus amigos desde el sur de Francia.

Adora los pintxos de San Sebastián, ¿quién no?

Es un hombre preocupado por su país e intenta hacer lo que puede por mejorar la vida en las aldeas, ya sea organizando asociaciones de mujeres para cultivar productos que él se encarga luego de intentar exportar a Europa para cosmética o conseguir financiación para construir una escuela en una aldea.

Así iban pasando los kilómetros y los baches (nidos de avestruz los llaman, por el tamaño) y yo vigilante porque en alguno de ellos, llenos de agua en esta época del año, no sucumbiéramos y acabáramos en las líneas de Nazca, Perú, o donde nos correspondan nuestras antípodas, que a lo peor es en medio del Pacífico.

Y él contándome historias entretenidas de todo lo que había hecho.

Al hilo de lo que íbamos a hacer, una proyección de cine para mujeres en una aldea perdida, me dijo que ya en los años ’90 había hecho algo parecido.

Tenía un amigo al que se le ocurrió hacer lo mismo, pero como negocio.

Tenía un 4L, no un 4×4, con unas baterías para alimentar una TV y un aparato de vídeo VHS.

Y le acompañó en alguna ocasión en su periplo por las aldeas, proyectando documentales. Cobraba 100 Fcfa, por persona (15 céntimos de €) y, como me contó, entonces había menos pobreza que ahora y la gente pagaba con gusto asistir a las proyecciones.

Un día, cuando van a comenzar la proyección y la sala llena y la taquilla vendida la televisión se le estropea y lo único que aparece en pantalla es la ‘nieve’ de las interferencias pero ninguna imagen del documental.

¡Dioses y Genios de la brousse!

¿Qué hacer?, que diría Lenín.

El amigo de mi amigo no estaba dispuesto a perder la recaudación, que el desplazamiento cuesta tiempo y dinero, y se estrujó las meninges y encontró la solución.

Una solución verdaderamente imaginativa.

Imagino la sala, supongo que un aula de escuela, llena de campesinos que ni saben leer ni escribir, ni jamás han visto otro mundo que sus campos de mijo, las ovejas pastando, el sol, mucho, la luna, cuando toca, y las estrellas… y la miseria y la muerte, omnipresentes.

Y nuestro hombre dirigiéndose al auditorio, podemos calcular unas 50 personas, que podría suponer una recaudación de 7-10 €, con su mejor verborrea de charlatán de feria, sus énfasis, sus tempos, sus silencios, sus miradas enigmáticas y penetrantes hacia los aldeanos explicándoles que lo que van a ver a continuación les hará comprender muchas cosas del mundo exterior, el secreto de la vida…

Que lo que van a tener la suerte, si no primicia, de contemplar es… ¡tachán!, LA LLUVIA DE FRANCIA.

Ese secreto tan bien guardado y que les ha llevado a la conquista del mundo, al menos del mundo donde estos africanos vivían.

Y les conecta la TV con el sonido bien fuerte para escuchar el ruido de la interferencia y la ‘nieve’ y los aldeanos se quedan alelados, con la boca abierta, contemplando la monótona, pero persistente lluvia de Francia.

Me cuenta mi amigo que nadie rechistó, que todo el mundo se quedó viendo durante más de media hora la pertinaz lluvia de Francia.

Me dice que a la salida los aldeanos se hacían cruces de cómo era la lluvia en Francia y que uno de ellos comentó que ahora comprendía por qué la Francia era tan rica y tan poderosa teniendo una lluvia como aquella.

Lo que yo no acabo de entender es cómo África es tan pobre teniendo gente tan imaginativa como el tipo de las proyecciones.

O quizás la inmensa mayoría de la gente es pobre porque siempre hay timadores y políticos que se hacen inmensamente ricos a costa de engañar a sus paisanos.

Como en todas partes, que parecemos idiotas escuchando y aceptando lo que los políticos en España nos están haciendo.

Al final todos iguales, las historias se repiten.

Original y fotos en : FronteraD

Autor

  • Pérez Ruiz de Valbuena, Félix

    Félix Pérez Ruiz de Valbuena. ( Calatañazor, Soria, Diciembre 1954 ) Estudió economía . Marxista-leninista de formación política, afirma que no le sirvió para hacer nada demasiado útil en la vida universitaria, salvando quizás el Festival de los Pueblos Ibéricos. Empresario familiar comparte con sus dos hermanos la propiedad de una empresa de formación. reside actualmente en Burkina Faso con la esperanza de comenzar de nuevo con proyectos que le devuelvan la ilusión. Con tres hijos y un nieto, que le hacen felices los más de los días. Y como dice Soltero y sin compromiso. Es colaborador de la Revista Digital Frontera D con su Blog Negros sobre blanco , que iremos reproduciendo en nuestra sección de Bitácora Africana, agradeciendo a Frontera D la autorización para hacerlo y por supuesto a Félix Pérez Ruiz de Valbuena

Más artículos de Pérez Ruiz de Valbuena, Félix
Africana nº 220: África Hoy

Africana nº 220: África Hoy

  El informe que presentamos pretende ser la foto real de África hoy. Un reto complicado. El autor del mismo, el P. Bartolomé Burgos,...