La Liturgia del Dinero

8/10/2018 | Opinión

Con ocasión del 125 aniversario de la evangelización de Costa de Marfil, la CEREPTI (Cellule de réflexion et de production des théologiens ivoiriens) tuvo su primer congreso en Yamusukro, del 11 al 14 de septiembre. Ambroise Mandah, profesor de Historia de la Iglesia, mencionó algunos desafíos de la Iglesia de su país: participar en los debates internos del país; ocuparse de la vida de los sacerdotes; promover la autonomía financiera; responder a las preocupaciones concretas del pueblo, a las que de momento parecen responder sólo las sectas y, dentro de la Iglesia, algún que otro gurú. Sin decirlo explícitamente, Mandah aludía a que, para la Iglesia, y más aún para el pueblo, el dinero es un problema. Tal vez por ello Bessi Dogbo, obispo de Katola y presidente de la Conferencia Episcopal, dedicó parte de su intervención para denunciar la influencia creciente, también en la Iglesia católica, de los predicadores del llamado “Evangelio de la Prosperidad”, cuyos excesos y desviaciones constituyen, dijo el obispo, una afrenta a la ortodoxia y ortopraxis católicas.

Según la historiadora Kate Bowler (británica, profesora en la Duke Univesity, Durham, Carolina del Norte), el Evangelio de la Prosperidad surgió en los Estados Unidos con la conjunción de tres ideologías: Pentecostalismo cristiano, literalista en su interpretación de la Biblia; The New Thought Movement, que popularizó la fe en la fuerza de la mente para conseguir salud y prosperidad; y el “evangelio americano”, pragmatista e individualista, que cree en la movilidad social. En el libro bíblico de las Crónicas leemos: “Pero Yabés fue más ilustre que sus hermanos, y su madre le dio el nombre de Yabés, diciendo: «Di a luz con dolor». Yabés invocó al Dios de Israel, exclamando: «Si de verdad me bendices, ensancharás mis términos, tu mano estará conmigo y alejarás el mal para que no padezca aflicción.» Y otorgóle Dios su petición”. Y esto es lo que Bruce Wilkinson, autor en 1984 de “La Oración de Yabés”, escribía en la introducción: “Querido lector, quiero mostrarte cómo rezar una atrevida oración a la que Dios siempre responde… y que contiene la llave para una vida llena de favores de Dios… Miles de creyentes la aplican y observan cómo los milagros de Dios ocurren con regularidad”.

religion_dinero_evangelistas_predicadores_2_cc0.jpgEl Evangelio de la Prosperidad nació en Estados Unidos, pero su expansión, como la pólvora, ha tenido lugar en América Latina y en África. Los teólogos protestantes de las iglesias históricas le achacan un sinfín de errores: la alianza con Abraham conduce a la prosperidad; Cristo nos redime del pecado de la pobreza material; los cristianos dan para que Dios a su vez les haga prosperar; con la oración se le puede forzar a Dios… Esas críticas son justas. Pero el Evangelio de la Prosperidad sigue atrayendo. Y se comprende. Al predicar la prosperidad, se inculca en la gente el deseo de luchar contra su propia pobreza. Se consigue articular y verbalizar, mejor que con los discursos cristianos tradicionales, las frustraciones, los sufrimientos y los anhelos del pueblo. Y se insiste en que salir de la pobreza siempre es posible. La utilización masiva de los medios de comunicación hace que el Evangelio de la Prosperidad aparezca moderno y eficaz. Y, especialmente en África, sus líderes muestran una energía impresionante que hace que, en comparación, las liturgias y sermones de las iglesias tradicionales sean tremendamente aburridos.

Cuando el presidente de la Conferencia Episcopal marfileña se queja de la influencia del Evangelio de la Prosperidad entre los católicos (También Mandah, el profesor de Historia de la Iglesia, aludía a los gurús católicos), tal vez se olvida de que el terreno “católico” ya estaba doblemente abonado para recibir ese “evangelio”. Donald Zagoré, sacerdote y miembro de la Sociedad de Misiones Africanas, publica regularmente sus comentarios en el periódico católico La Croix. El 30 de mayo pasado escribía: “Cada vez en más iglesias de África, la santa misa parece que tenga dos partes: la liturgia eucarística y la liturgia del dinero”. “[Tras la postcomunión] suele comenzar otra liturgia dedicada exclusivamente al dinero. Hombres y mujeres suben a los ambones con la misión de exhortar a que se de dinero, y ello apoyándose en textos proféticos”. “No hay duda de que el dinero es necesario para el bienestar de toda la estructura. Pero convertirlo en el centro de nuestras celebraciones litúrgicas es sinceramente una exageración”.

Zagoré menciona los textos proféticos que se utilizan en la “liturgia del dinero”. Una buena parte del Antiguo Testamento refleja la mentalidad deuteronomista: si eres bueno Dios te bendecirá materialmente, y si eres malo te castigará. Pero también se pueden citar textos del Nuevo Testamento que, comprendidos literalmente, pueden entenderse desde esa misma perspectiva: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10,10); “Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza” (Filipenses 4,19); “Pido, querido, en mis oraciones, que vayas bien en todo, y que goces de salud” (3Juan 1,2)… La inmensa mayoría de los católicos, –y no sólo los de Costa de Marfil–, siguen siendo literalistas en su lectura de los textos bíblicos. Y a Dios se le considera a menudo como una máquina tragaperras que da bendiciones y beneficios materiales si introduces la oración o la liturgia adecuada. Mientras así sea, el “Evangelio de la Prosperidad” seguirá atrayendo, cada vez más, a numerosos católicos. En América Latina, en África, y también en Europa.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


Artículos relacionados:

Los psicólogos de Angola alertan de la proliferación de sectas religiosas

El presidente de Benín recibe un documento confidencial en el vaticano sobre la peligrosidad de la Iglesia de Banamè

Consternación en Angola por el asesinato de nueve policías por miembros de la secta religiosa adventista del Séptimo Día Luz del mundo

UNITA denuncia el genocidio de Monte Sumi en Angola – Rueda de Prensa en Fundación Sur –

Mozambique arremete contra una secta que obliga al matrimonio infantil

Hablando de África : Diversidad cultural y étnica, pluralismo religioso, sectas y movimientos, por D. Justo Lacunza Balda

África: ¿Porqué tienen tanto atractivo las sectas?, por Antonio Molina

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

Más artículos de Echeverría Mancho, José Ramón