«No deberían olvidar nunca que fue en México donde fueron liberados los primeros esclavos negros»
Se dice que Gáspar Yanga fue miembro de una familia real en un país del centro occidente de África. Fue capturado hace unos cinco siglos por los invasores españoles y lo llevaron a lo que es ahora el estado de Veracruz para trabajar la zafra durante el régimen colonial español.
Similar a la experiencia de los esclavos en los Estados Unidos, los africanos capturados fueron encadenados para evitar que se escaparan. A Yanga eso no le detuvo. En 1570 encabezó una revuelta en los campos de caña de azúcar, para después huir hacia las llanuras del estado de Veracruz, donde fundó una comunidad de ex esclavos negros e indígenas.
Tanto orgullo sentían los seguidores de su intrépido líder que se hicieron llamar “yangas”. Con el tiempo, el poblado creció para incluir más de 500 habitantes. Como estaban limitados de recursos, los yangas con frecuencia asaltaban las caravanas españolas en busca de comida y bienes, para el deleite de los seguidores de Gáspar Yanga.
Los yangas convencieron a otros nativos huidos que se les acercaban a unirse a ellos y vivir libres en el poblado. Durante más de 30 años, así lo hicieron.
Existen aun varios monumentos y referencias literarias a Yanga por todo México, pero no hay que esperar verlos categorizados en ninguna libreta turística. Ni tampoco en los libros de texto escolares en México.
La falta de reconocimiento de los antepasados negros en México va cambiando de a pocos, dicen los académicos de hoy como Makeda “Dread” Cheatom, director del World Beat Center, una organización cultural ubicada en el Parque Balboa de la ciudad de San Diego, California.
Hace unos años, el centro auspició un festival celebrando a Bob Marley del otro lado de la frontera en Tijuana, México, para celebrar la riqueza de la herencia afro-mexicana. “Los mexicanos deberían sentir orgullo no sólo de su sangre indígena y española, sino también deben aprender de su historia negra”, dice Dread.
Y, por extensión, también la deberían sus parientes en los EEUU.
Dice Dread: “No deberían olvidar que fue en México donde fueron liberados los primeros esclavos negros”.
Tanto los mexicanos como los chicanos reverencian al héroe revolucionario Emiliano Zapata, quien formó y comandó el Ejército Libertador del Sur durante la Revolución Mexicana mientras que Pancho Villa dirigía las fuerzas al norte. Ambos países consideran a Zapata como ícono importante con respecto a su legado referente a las personas que trabajan la tierra. Lamentablemente, pocos entre sendos grupos saben que él también nació de una familia mexicana-africana.
Estas revelaciones representan sólo unos aspectos rudimentarios de la presencia africana en México. Se puede encontrar más detalle y perspectivas en el libro de Ivan Van Sertima, They Came Before Columbus . Es uno de varios libros que tratan este tema. Los lectores descubrirán, por ejemplo, que los olmecas, predecesores de los mayas y otras grandes culturas de Centroamérica, crearon sus enormes cabezas ceremoniales para describir y honrar a los africanos que llegaron muy temprano a México.
“Los antiguos negros de las Américas son las partes que faltan de un gran rompecabezas que se compondría si muchos de los escritores, científicos, historiadores y arqueólogos de hoy no fueran tan prejuiciosos o “avergonzados” como fueron los arqueólogos mexicanos quienes descubrieron sin lugar a duda que los olmecas de México eran negros africanos”, escribe Paul A. Barton. “¡También llevaron a México el primer calendario astronómico, unos 3.113 años antes de Cristo!”
Tan fabuloso conocimiento histórico es una herencia que hay que reconocer y celebrar. Como un extra bicultural, en los tiempos de esporádicos roces raciales entre pandillas de jóvenes de la Raza en los Estados Unidos y sus jóvenes hermanos africano-americanos, la confluencia histórica de las culturas tendría que servir como recordatorio a ambos grupos que comparten unos extraordinarios ancestros pioneros.
Andy Porras
Original en : La Opinión.com