La hoguera lame mi piel con cariño de perro
Premio Casa de las Américas 2015
La búsqueda de la voz es el verdadero logro por el que los escritores luchan. Aunque las historias escritas puedan ser complejas e interesantes, las frases ingeniosas y las ventas elevadas, para el escritor de oficio y esmero nada de esto tiene sentido si no ha encontrado su propia música en las palabras o pintado el idioma con el color de su propia alma.
Hay escritores en los dos extremos: los que encuentran su voz temprano y los que nunca la encuentran. En estas líneas que están por venir, celebraré el nacimiento de una voz, la de Adelaida Fernández Ochoa en favor de su novela La hoguera lame mi piel con cariño de perro, donde se puede notar la investigación exhaustiva, la redención por la cultura del oscuro continente que aunque olvidado corre por nuestra sangre, y sus colores propios en el lenguaje.
Nay de Gambia, la poderosa narradora, nacida en María de Jorge Isaacs, es una esclava negra con el orgullo y las raíces africanas intactas. Como narradora su pensamiento se instala en el tiempo presente, desde ahí reflexiona su entorno, se preocupa por su hijo Sundiata y cuenta lo que ella misma vive: “…tanto les teme mi Sundiata a los pies calzados. Como el garrote lo persigue, él suele pedir perdón. Yo estoy tratando de que no use esa palabra, la palabra perdón subordina, yo haré que la cambie y en su lugar diga que eso no volverá a pasar, que mientras lo diga, mire al futuro, el futuro está más allá del amo, de su mano y de su pie”.
A pesar del presente de Nay, la mayor parte de la novela está en pasado, tiempo que utiliza para contar lo que hacen los personajes lejanos a su persona: la llegada de los generales, lo que hacían, lo que comían, las palabras imprudentes de los soldados, el resultado de las batallas, etc. De vez en cuando Nay deja caer la mirada en el futuro, cuando añora el encuentro con Sinar, su amado.
Los diálogos son tan fluidos que están apenas separados por puntos, en éstos encontramos el característico voseo vallecaucano, producto de la gran concentración de esclavos que hubo en el caribe colombiano, utilizado en tiempos de la Colonia por los blancos para referirse a Dios y por los negros para referirse al blanco, y ahora adoptado por todos: “África queda lejos, ¿sabés, Negra? Y, sin embargo van y vienen, amo. Para vos, queda lejos, fuera de tu alcance. Tu lugar está aquí en esta casa y en la hacienda y en tu catre conmigo. No, amo. Mi lugar me espera. Además, acuérdese que yo soy mía. Y mío es mi hijo”. Para este momento de la historia, mediados del siglo XIX, el voseo ya había perdido sus cualidades celestiales y era alternado con el tú y el usted como en el diálogo anterior.
María y Efraín aparecen y desaparecen en un instante, al igual que el hermoso follaje vegetal con que Jorge Isaacs hizo que continentes lejanos se enamoraran de su tierra natal. Nay sueña con volver a su África, allá está la tierra que le gusta; el nuevo continente le parece un lugar agreste y peligroso donde no hay tiempo para detenerse a mirar el paisaje.
Sundiata de Gambia se alterna con su madre, Nay el papel de narrador, pero de forma más breve. Cuando es su turno la historia se centra en apreciaciones y diálogos con Nay. La madre que ahora habla sin que se sepa lo que piensa, lo consuela, lo mima y trata de inculcarle aquel orgullo y tenacidad propios para que él no acepte su condición de esclavo, para que sea libre en sí mismo. Sundiata por su parte acepta estas palabras, además se detiene a mirar cada rincón, cada detalle y sensación: “…el cielo está despejado, nítida la luna y la estrella de la madrugada, el sextante marcó la exacta ubicación y el capitán dijo que en siete horas llegaríamos, yo hice cuentas, sería hacia las seis. El mar transcurre en calma, y mi olfato marinero siente que la tierra está cerca, abrazo a mi madre y la dejo aferrada a la barandilla de cubierta”.
Como novela histórica, La hoguera lame mi piel con cariño de perro toca varios tópicos, entre los que podemos encontrar la continuación de la violencia después de la colonización e independencia del país; el regente espíritu de la abolición de la esclavitud; los comportamientos, hábitos y pensamientos de los esclavos, los amos y los militares; la cercana relación de la ciudad (Cali) con el mundo rural, entre otros.
La poesía vuela a través de las páginas, producto de la frase rítmica y la imagen continua en Nay, y las apreciaciones sensoriales en Sundiata; ambos narradores enfrentados al choque cultural conmueven el sentido crítico y dejan que el lector se pierda en las posibilidades.
Autor Oscar Obando (Pierrot) de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad de Valle – Cali (Colombia)