Una entrevista con Leila Aboulela, cuya última novela vuelve al asedio de Jartum de 1884 para defender una construcción diferente de la historia.
African Arguments: Primero, felicitaciones por otro hito literario. Nos encantaría saber cómo llegaste a escribir este libro. ¿Podrías hablarnos de su génesis?
Leila Aboulela: Crecí en Jartum. Nuestra casa estaba a unos 4 km. del palacio en el Nilo Azul donde, en 1884, un asediado general Charles Gordon solía estar de pie en el tejado, mirando con su telescopio, desesperado por la llegada de la expedición de socorro británica. Jartum estaba sitiada por los ejércitos del Mahdi y esa emocionante historia, con su trágico final, es algo que siempre me ha cautivado. Conociendo bien el lugar y estudiando la historia en la escuela y la universidad, lo convertí en un telón de fondo familiar en el que podía situar mi novela. La idea inicial de River Spirit fue de un joven de Edimburgo que queda fascinado por la arquitectura vernácula del Sudán colonial. Pinta el Nilo y empieza a vestirse como un nativo. Cuando dibuja a la esposa de un jefe tribal y se descubre el dibujo, su carrera y su seguridad están en peligro. Terminé desviándome bastante de esta idea original. Mientras escribía, la mujer en el dibujo tomó el centro del escenario y el artista dejó de ser el personaje principal.
AA: El libro se centra en Akuany, una niña huérfana que es vendida como esclava. ¿De dónde vino tu inspiración para su personalidad?
LA: En los Archivos de Sudán de la Universidad de Durham encontré una factura de venta de una mujer llamada Zamzam. Este descubrimiento me impactó. Sabía que existía esclavitud en el Sudán del siglo XIX, pero tener en la mano una factura de venta, con una cifra monetaria real y los nombres de las personas involucradas era muy sorprendente. Encontré también una denuncia que detalla el caso de una mujer esclava que había escapado con una prenda de vestir robada a su dueña
Ella había vuelto con su antiguo dueño y fue contra él que se presentó la denuncia. Encontré esta situación lo suficientemente intrigante y compleja como para querer llenar los vacíos con ficción. Empecé a investigar la esclavitud en el este de África, su alcance, cómo se diferenciaba de la esclavitud transatlántica y cómo el Sudán del siglo XIX era una puerta de entrada a los lucrativos mercados de El Cairo y Estambul.
AA: Akuany no es la única voz femenina del libro– otros personajes incluyen a Fatimah, la madre de Yaseen, y su esposa, Salha. Es refrescante tener tantas voces femeninas sobre un período del que generalmente solo escuchamos a través de las voces de hombres. ¿Podrías hablar un poco sobre esto?
LA: Desafortunadamente, las mujeres son meras notas a pie de página en los registros históricos. Tuve que cavar y recoger hilos aquí y allá. Ciertamente, nunca encontré un relato en primera persona desde la perspectiva de una mujer. A lo largo de las guerras Mahdistas mujeres acompañaban al ejército. Cocinaban, cuidaban y montaban puestos de mercado en cada paso del camino. También desempeñaron un papel en el espionaje, recopilando datos y transmitiéndolos; esto inspiró el papel que desempeña la madre de Yaseen en la novela. Me emocionó también descubrir que el Mahdi había enviado una mujer embajadora al palacio de Jartum. También lo utilicé en la novela.
AA: A medida que crece el interés popular por la novela histórica en África, ¿qué piensa sobre su futuro en la ficción africana?
LA: La historia convencional ha sido escrita por el colonizador. Esta es su verdad. Es hora de que contemos la nuestra. Cuando los africanos escribimos historia no estamos necesariamente diciendo algo sobre el mundo de hoy. Gran parte de la motivación proviene de querer contar nuestro lado de la historia. Me emocionan más las novelas históricas africanas que cualquier otro género. En este momento, el encuentro de África con Europa es el foco de mucha ficción histórica. Quizás en el futuro los escritores se alejarán de esto y profundizarán en un aún más profundo pasado antes del colonialismo europeo. Hay una rica y fascinante historia que necesita ser contada.
AA: ¿Podría compartir su experiencia de investigación y redacción de esta novela? Si bien varios de los personajes centrales eran figuras históricas reales, ¿fueron los otros personajes principales puramente inventados, son compuestos de personas que encontró durante su investigación o son figuras que remplazan a personas que no quiso nombrar?
LA: Ninguno es suplente. Las figuras históricas reales fueron Mahdi, Gordon, Sheikh Amin Al-Darir y Rabiha. Mucho se ha escrito sobre el Mahdi y aún más sobre Gordon, y también estaban sus diarios. Entonces, además de evocar la voz de Gordon, había una gran cantidad de material con el que trabajar– y eso también supuso un desafío porque tenía que ser selectiva. Al contrario, había muy poco sobre Al-Darir, jefe de ulemas de Jartum, así que dependía de mi imaginación.
Rabiha aparece en los registros históricos como una nota al pie: la mujer que escuchó una conversación mientras pastoreaba a sus cabras y luego corrió durante la noche para advertir a los revolucionarios sobre el planeado ataque del gobierno. Se la menciona una y otra vez en todos los registros, pero con pocos detalles. Disfruté dándole cuerpo y elevando su posición a través de mi imaginación.
AA: ¿Podría contarnos más sobre el concepto del ‘Mahdi’ en el Islam?
LA: El Mahdi no es mencionado en el Corán. Él es, sin embargo, descrito con gran detalle en muchos de los dichos del Profeta Muhammad, el Hadiz. Es descrito como el Esperado Redentor, el Correctamente Guiado, quien, cerca del final de los Tiempos, traería justicia y prosperidad después de años de terremotos, tiranía y opresión. Su nombre sería Muhammed Abdullah, gobernaría durante siete u ocho prósperos años y durante estos años se producirán muchas de las inminentes señales que presagian el fin del mundo. A lo largo de la historia del Islam, alrededor de treinta hombres afirmaron ser el Mahdi Esperado.
AA: Hablas de haber crecido a 4 km. del Palacio de Gordon. ¿Hay otros elementos de la historia de su familia en la novela?
LA: Mi bisabuelo era un inmigrante del sur de Egipto y era un empleado del gobierno colonial. Se opuso firmemente al Mahdi en todas las formas posibles. Cuando el Mahdi y su ejército entraron en Omdurman, mi bisabuelo cavó un hoyo en su jardín y escondió allí a sus cinco hijas porque temía que las violaran. Utilicé la idea del pozo en la novela, ¡pero para esconder a un hombre en lugar de a chicas jóvenes!
AA: Dada su dependencia del archivo colonial, ¿cree que es importante ampliar el acceso, especialmente a archivos occidentales, para escritores que no tienen acceso a registros de su propia historia? Preguntamos esto a la luz de la actual campaña de restitución de artefactos. Si bien su objetivo son artefactos africanos saqueados, la mayor parte del archivo documental colonial fue llevado a las capitales imperiales al final de la era colonial y sigue siendo en gran medida inaccesible para los africanos en el continente. ¿Existe la necesidad de una campaña de restitución similar dirigida al archivo colonial?
LA: Debido a que soy bilingüe, no necesitaba confiar únicamente en los archivos encontrados en Gran Bretaña. La mitad de mi investigación dependía de registros árabes. Aunque algunas de estas fuentes primarias habían sido traducidas al inglés y yo leo inglés más rápido, las leí en el árabe original. Son brillantes porque exponen el día a día de la gente común durante estas guerras. A través de ellos pude aprender sobre la textura de vida en aquella época, cómo comía la gente, viajaba, se comunicaba, sus expectativas y ansiedades. En respuesta a su pregunta, creo que es importante ampliar el acceso y se justifica una campaña de restitución. Destacaría también el tema de los registros escritos en lenguas maternas y traducciones porque es dentro de estos idiomas locales donde reside la principal perspectiva africana. Es impactante, por ejemplo, que una de mis fuentes primarias más valiosas, el libro de Las Memorias de Babiker Badri (nacido en 1861), escrito en árabe y ampliamente publicado en Sudán, esté agotado en su traducción al inglés. E incluso esa traducción, llevada a cabo a principios de la década de 1960, necesitaría un poco de renovación. Este es un texto africano vital y, sin embargo, no es ampliamente accesible debido a la cuestión de la traducción. Estoy segura de que hay también otros textos, escritos en idiomas africanos, que necesitan ser traducidos y publicados.
AA: Finalmente, estamos ansiosos por escuchar más sobre su investigación sobre la esclavitud en el antiguo Imperio Otomano que tiranizó gran parte de África Oriental y el Cuerno. ¿Cuál es su legado perdurable en la región, su interior y diásporas?
LA: Para mi sorpresa, no encontré abundantes recursos sobre la esclavitud en la Costa Este de África. Definitivamente es un área que necesita ser investigada más a fondo. Irónicamente, después de décadas de participación activa en la esclavitud transatlántica, Gran Bretaña lanzó un apasionado ataque contra el comercio de esclavos otomano/árabe/egipcio. Suprimirlo se convirtió en motivo de la expansión británica y la posterior colonización de Sudán. Como resultado, mucho de lo que se escribió sobre el comercio otomano de esclavos está cargado de una justa indignación europea que intentaba justificar la necesidad de su expansión colonial para reprimir el brutal comercio de esclavos en la Costa Este. Cuando la gente piensa en la esclavitud, es probable que piense en el largo viaje del Atlántico y la cultura de plantaciones acompañada de un profundo sistemático racismo. La experiencia de esclavitud de la Costa Este fue diferente. El capitalismo no fue la fuerza motriz de los árabes y otomanos. En cambio, en su mayoría esclavizaron a los hombres para el servicio militar y a las mujeres para el trabajo doméstico.
Preguntas por el legado. Cuando leo sobre los niños sudaneses soldados reclutados por Arabia Saudita para su guerra en Yemen y las sirvientas etíopes abusadas en el Líbano, se me hiela la sangre.
* River Spirit, de Leila Abouela, fue publicado el 7 de marzo por Saqi Books.
Fuente: African Arguments
[Traducción, Jesús Esteibarlanda]
[CIDAF-UCM]
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