La guerra de las escuelas, por Alberto Eisman

3/02/2010 | Bitácora africana

El principio de febrero marca el comienzo del curso escolar en Uganda. Es uno de los momentos de más actividad dentro de las familias. Dado que la red de escuelas públicas del Estado no es suficiente para cubrir las necesidades del gran número de estudiantes, la enseñanza se ha convertido en una de las actividades económicas más lucrativas del mercado. Cualquier pardillo de tres al cuarto se junta con un grupo de personas afines (no siempre suficientemente cualificadas) y montan una escuela o un internado.

Por todos lados aparecen escuelas que, al amparo de la poca regulación y control del Estado, se desarrollan de una manera a veces anárquica, cuando no delictiva. Especialmente atractivas son aquellas instituciones escolares que ofrecen regímenes de internado, debido al hecho de que proporcionan educación a niños de zonas remotas y por tanto son más lucrativas que un simple colegio de día. En estas semanas, encuentra uno en todos los medios de comunicación numerosos anuncios que proclaman a los cuatro vientos las virtudes y el valor añadido de este o el otro colegio, sus magníficas instalaciones, sus actividades extraescolares, su éxito en los exámenes e incluso sus rígidos valores morales necesarios para enderezar a una juventud cada vez más descarriada. Márqueting puro y duro, dada la gran competición que hay.

Por otro lado, cuando durante el mes de enero se publican en todo el país los resultados de los exámenes finales del curso que ha terminado, uno se da cuenta de hasta qué punto se comercializa el sector educativo, con la connivencia de los medios de comunicación, que siempre dan pelos y detalles de qué escuela alcanzó el mayor número de aprobados, y qué alumnos destacaron de manera excepcional a nivel local, regional o nacional, incluyendo fotos, notas y otros datos. Todas estas informaciones son esenciales para luego poder publicitarse de una manera mucho más intensiva de cara al público en general (y, naturalmente, subir la matrícula para el año siguiente) Todo un negocio, redondo en muchos casos.

La veda se ha abierto para tantos estudiantes (y padres, claro) que, como es lógico, quieren acceder a un centro que ofrezca los mayores niveles de calidad y saben que el espacio en un centro bueno es siempre limitado. Una vez que la familia tiene los recursos para enviar al chico o chica al colegio deseado, ahora el desafío para muchas familias es comprobar que la realidad se ajuste a la publicidad del mismo. No es raro leer anuncios de una institución que promete el oro y el moro… laboratorios, instituciones deportivas, entornos naturales y saludables, etc., y luego la realidad es la de un edificio cochambroso con apenas salubridad y el entorno natural es el ofrecido por vacas y establos. Al haber tanta demanda, no es pequeño el grupo de personas que cada año caen en la red de una publicidad engañosa y se encuentran con más de una desagradable sorpresa.

Por otro lado, tenemos a todas las escuelas públicas, que intentarán por todos los medios aguantar el ritmo que imponen las más poderosas. No siempre lo consiguen, por desgracia, y al final sale adelante quien puede pagarse los gastos o quien tiene un padrino que le eche una mano en esa empresa. Aunque la educación básica sea por ley gratuita, hay que tener en cuenta que las familias tienen todavía que contribuir con los gastos de los uniformes (esenciales en este contexto cultural), los libros de texto y, en su caso, el transporte de los estudiantes. Todo un desafío para la mayoría de la población, pero más aún para las muchas familias numerosas que, en muchos casos, se ven en la disyuntiva de elegir los niños que van a estudiar y los que se quedarán en casa ayudando en las faenas domésticas sin posibilidad de educación.

Aquí el destino de las niñas merecería un capítulo aparte, ya que son siempre el sector más desfavorecido y con menos oportunidades. Creo firmemente que el futuro de África se decide en el porcentaje de mujeres que pueden no sólo acceder sino completar con éxito unos estudios básicos o secundarios. El hecho de que una chica haya terminado sus estudios garantizará en la inmensa mayoría de los casos que sus hijos vayan a la escuela… pero esto por desgracia apenas se reconoce ni tiene peso a la hora de promover la asistencia escolar de las niñas. Una desgracia que se sigue repitiendo, a pesar de pequeños y tímidos avances… y una guerra en la que sí merece la pena luchar.

Original en

http://blogs.periodistadigital.com/enclavedeafrica.php

Autor

  • Alberto Eisman Torres. Jaén, 1966. Licenciado en Teología (Innsbruck, Austria) y máster universitario en Políticas de Desarrollo (Universidad del País Vasco). Lleva en África desde 1996. Primero estudió árabe clásico en El Cairo y luego árabe dialectal sudanés en Jartúm, capital de Sudán. Trabajó en diferentes regiones del Sudán como Misionero Comboniano hasta el 2002.

    Del 2003 al 2008 ha sido Director de País de Intermón Oxfam para Sudán, donde se ha encargado de la coordinación de proyectos y de la gestión de las oficinas de Intermón Oxfam en Nairobi y Wau (Sur de Sudán). Es un amante de los medios de comunicación social, durante cinco años ha sido colaborador semanal de Radio Exterior de España en su programa "África Hoy" y escribe también artículos de opinión y análisis en revistas españolas (Mundo Negro, Vida Nueva) y de África Oriental. Actualmente es director de Radio-Wa, una radio comunitaria auspiciada por la Iglesia Católica y ubicada en Lira (Norte de Uganda).

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