La guerra de las aguas del Nilo

29/04/2010 | Opinión

Egipto debería decidirse a un reparto equitativo de las aguas del Nilo, a pesar de su rechazo de un nuevo plan de reparto. Las negociaciones entre los 10 países de la Iniciativa de la Cuenca del Nilo (NBI), celebradas el 13 y 14 de abril pasado en Charm el-Cheikh, han chocado con el rechazo del Cairo de revisar su parte a la baja.

En virtud de un acuerdo con Gran Bretaña concluido en 1929, Egipto explota la mitad del caudal de Nilo. Pero las autoridades del Cairo deberán decidirse en un futuro próximo a cambiar de actitud. Realpolitik o se enfrentará a 9 países. Si bien el ministro del Agua egipcio ha tronado ante el Parlamento diciendo que Egipto preservará “sus derechos históricos” sobre el Nilo, hay que interpretar esta gesticulación bajo el prisma de la coyuntura que prevalece en el país. Las presidenciales serán el año próximo y no está claro que Mubarak se suceda a sí mismo. El viejo raïs está enfermo y su sueño de traspasar su bastón de mariscal a su hijo Gamal ya no parece ganador. Además, otro país ribereño del Nilo, Sudán, no está de acuerdo con el reparto propuesto en la reunión de Charm El-Cheikh. Jartum está en la misma situación que El Cairo. El presidente Omar El-Béchir acaba de hacerse reelegir en un escrutinio controvertido y no es el momento para aflojar en la cuestión del agua del Nilo. Para él es un capital para magnificar el nacionalismo. Egipto se agarra a su acuerdo con los británicos y a otro firmado con Sudán en 1959 para hacer valer sus “derechos históricos” sobre el río. Tratados que países como Etiopía, Tanzania, Uganda, Kenia y República Democrática del Congo contestan, ya que ellos no son firmantes de los mismos.

Las diferencias sobre el reparto del Nilo persisten desde hace años y Egipto incluso llega hasta blandir la amenaza de intervención militar cada vez que siente que sus intereses sobre el río están amenazados. Se trata de una cuestión de seguridad nacional, machacan hoy más que antes los dirigentes de El Cairo, ya que para Mubarak, en vísperas de elecciones presidenciales, de ningún modo se puede ceder. Sin embargo, las tensiones entorno a las aguas del Nilo corren el peligro de degenerar en guerra del agua. Lo temen algunos analistas. Egipcios y sudaneses se atribuyen derechos que desabastecen Etiopia, que está sin embargo en el origen del 80% de las aguas del Nilo. Los países que están en la parte de arriba del río han anunciado que iban a proceder a la firma de un acuerdo-marco de aquí al mes de mayo, aunque Egipto y Sudán rechacen adherirse a él.

Habrá que esperar, por lo tanto, declaraciones y alusiones un tanto envenenadas durante los próximos meses. Una guerra entre Egipto y Sudán por un lado y por otro sus homólogos de la cuenca del Nilo, es menos evidente. Los EEUU No dejarán invadir los países del este de África donde están presentes. Y luego, El Cairo y Jartum son conscientes de que el recurso a opciones militares para confirmar sus ventajas hidráulicas se demostraría nada productivo. La situación es bastante tensa con los acuerdos firmados entre los gobiernos etíope e israelí para construir instalaciones hidroeléctricas en el Nilo Azul. Lo mismo que con relación a proyectos sobre el Nilo de Uganda. Sin duda alguna, esos trabajos alterarían la disponibilidad de agua de Egipto. La cuenca del Nilo es similar a la inmensa mayoría de las cuencas trasfronterizas a escala planetaria y pone en evidencia un déficit de cooperación entre estados concernidos por las aguas de un mismo río.

Incontestablemente, la solución reside en el reparto equitativo para tener en cuenta todas las necesidades de los estados y de sus poblaciones. Evidentemente, es preciso que la voluntad política del conjunto de países vaya por delante. En cuanto a la cuestión del Nilo, los observadores subrayan que Egipto ya no está en la posición de los años 1980, cuando sus medios militares le colocaban por encima de sus homólogos regionales africanos. Hoy, debe tener en cuenta ciertas realidades como la situación de Sudán, el reforzamiento político y diplomático de Etiopía y, evidentemente, la disposición actual de las potencias internacionales ante un posible conflicto a causa del agua que podría estallar en la región. Tendría todas las de perder si optara por la vía militar. Abrir una guerra hidráulica haría de Egipto un país aislado.

Djamel Bouatta

(Liberté, Argelia, 27-04-10)

Traducción: Ramón Arozarena.

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster